La autonomía no será robotizada
Cuando pensamos el futuro de nuestros trabajos hay dos grandes temas que surgen en la conversación: cuáles serán automatizados y desaparecerán para los humanos, y cuáles son los trabajos que nacerán y qué habilidades serán necesarias para desarrollarlos. Es verdad que en épocas de crisis globales como la que atravesamos ahora, la automatización siempre se ha acelerado. Pero no es del todo cierto que lo que se automatiza es un rol completo, sino que son aspectos, funciones, acciones que antes hacíamos los humanos y que ahora encuentran más eficiencia en la resolución de un robot, ya sea de software o hardware.
Varias consultoras como Forrester y Mckinsey estiman que hasta la mitad de nuestras tareas habituales podrían automatizarse en la próxima década. Los trabajos, o las funciones dentro de los trabajos, más repetitivas y rutinarias son las que tienen las de perder.
Un trabajo como empleado en una garita de peaje, de reposición en un supermercado nos aparecen obvios como muy amenazados, pero ¿qué pasa con la infinidad de acciones que hacemos administrativas, de reporte, rendición de gastos, de controles en la oficina o hasta médicos que podríamos automatizar? Les propongo que en vez de poner la mirada en lo que será automatizado evaluemos qué de lo que hacemos desde nuestros roles no es plausible de ser ejecutado por una máquina o sistema.
Por ejemplo, si consideramos el trabajo de un médico o un abogado: está claro que el diagnóstico de enfermedades está mejorando mucho con aprendizaje de máquinas, los mismo en el ámbito legal con la interpretación de la jurisprudencia.
El aprendizaje automático es espectacularmente efectivo cuando los conjuntos de datos están disponibles y a través de la tecnología podemos “ponerlos a conversar”. Sin embargo, ¿qué pasa con sentarse con una familia para discutir las opciones de tratamiento? ¿Qué pasa con el asesoramiento que un cliente necesita en un caso por un juicio entre familiares? Es mucho menos probable que esto se automatice en el futuro previsible.
La relación humana, la necesidad y elección de conexión es algo que valoramos. Piensen en el ejemplo de un bartender. Ya existen máquinas que preparan tragos, pero ¿no es acaso parte importante de la experiencia conversar con el o la bartender sobre su creación mientras participamos de su proceso de preparación? Algunas acciones pueden automatizarse sin influir en nuestra experiencia, pero las emociones, la conexión y el contexto que no son automatizables.
Nuestra capacidad de gestionar las emociones y tener en cuenta los efectos del contexto son ingredientes clave del pensamiento crítico, la resolución creativa de problemas, la comunicación eficaz y el aprendizaje adaptativo. Hasta ahora es muy difícil programar máquinas para emular tales habilidades humanas, y no está claro cuándo (o si) los esfuerzos de hoy para lograrlo darán sus frutos.
Hay una habilidad que el 2020 nos obligó a explorar y es una de las más requeridas en las búsquedas laborales actuales: la autonomía y la autogestión. En inglés se habla del self management que podríamos pensarlo como el desarrollo de una manera de trabajar que nos permita abrirnos camino y desarrollarnos en nuestro rol con mucha libertad y responsabilidad de acción.
Gustavo Brey es cofundador de Ingenia, una consultora de estrategia y arquitectura tecnológica, en donde prima la cultura de trabajo holocrática en la que la autoridad y decisiones ocurren de una manera horizontal. La autogestión es excluyente en un ambiente donde cada uno debe hacerse responsable de su modo de trabajar con impacto en los equipos y en los clientes. ¿Cómo ocurre la autogestión? Por ejemplo en Ingenia desde el momento de onboarding o inducción al nuevo puesto cada uno tiene que gestionar su ingreso, se conecta con el resto de la red, elige su computadora, se asegura que tenga todo lo necesario para hacer lo que tiene que hacer. De cara a los proyectos aprende y entiende los objetivos para luego autodefinir su rol y lo gestiona dentro de la red.
“En lo que es capacitación hay guías pero cada uno decide en qué se quiere capacitar y cómo lo va a hacer y al ser una organización en constante cambio son muy importantes las reuniones semanales donde procesamos las tensiones y proponemos soluciones que generan nuevas responsabilidades y funciones que cada uno gestiona”, describe Brey. ¿Qué de lo que hacés y de cómo lo hacés no será robotizado? Invertí energía y tiempo hoy en esas habilidades, para que los robots del futuro sean compañeros que complementen nuestras habilidades más humanas.
Sonido recomendado para leer esta columna: “Learn to fly”, Foo Fighters
La capacidad de gestionar las emociones es un ingrediente clave del pensamiento crítico