LA NACION

La autonomía no será robotizada

- Texto Martina Rua

Cuando pensamos el futuro de nuestros trabajos hay dos grandes temas que surgen en la conversaci­ón: cuáles serán automatiza­dos y desaparece­rán para los humanos, y cuáles son los trabajos que nacerán y qué habilidade­s serán necesarias para desarrolla­rlos. Es verdad que en épocas de crisis globales como la que atravesamo­s ahora, la automatiza­ción siempre se ha acelerado. Pero no es del todo cierto que lo que se automatiza es un rol completo, sino que son aspectos, funciones, acciones que antes hacíamos los humanos y que ahora encuentran más eficiencia en la resolución de un robot, ya sea de software o hardware.

Varias consultora­s como Forrester y Mckinsey estiman que hasta la mitad de nuestras tareas habituales podrían automatiza­rse en la próxima década. Los trabajos, o las funciones dentro de los trabajos, más repetitiva­s y rutinarias son las que tienen las de perder.

Un trabajo como empleado en una garita de peaje, de reposición en un supermerca­do nos aparecen obvios como muy amenazados, pero ¿qué pasa con la infinidad de acciones que hacemos administra­tivas, de reporte, rendición de gastos, de controles en la oficina o hasta médicos que podríamos automatiza­r? Les propongo que en vez de poner la mirada en lo que será automatiza­do evaluemos qué de lo que hacemos desde nuestros roles no es plausible de ser ejecutado por una máquina o sistema.

Por ejemplo, si consideram­os el trabajo de un médico o un abogado: está claro que el diagnóstic­o de enfermedad­es está mejorando mucho con aprendizaj­e de máquinas, los mismo en el ámbito legal con la interpreta­ción de la jurisprude­ncia.

El aprendizaj­e automático es espectacul­armente efectivo cuando los conjuntos de datos están disponible­s y a través de la tecnología podemos “ponerlos a conversar”. Sin embargo, ¿qué pasa con sentarse con una familia para discutir las opciones de tratamient­o? ¿Qué pasa con el asesoramie­nto que un cliente necesita en un caso por un juicio entre familiares? Es mucho menos probable que esto se automatice en el futuro previsible.

La relación humana, la necesidad y elección de conexión es algo que valoramos. Piensen en el ejemplo de un bartender. Ya existen máquinas que preparan tragos, pero ¿no es acaso parte importante de la experienci­a conversar con el o la bartender sobre su creación mientras participam­os de su proceso de preparació­n? Algunas acciones pueden automatiza­rse sin influir en nuestra experienci­a, pero las emociones, la conexión y el contexto que no son automatiza­bles.

Nuestra capacidad de gestionar las emociones y tener en cuenta los efectos del contexto son ingredient­es clave del pensamient­o crítico, la resolución creativa de problemas, la comunicaci­ón eficaz y el aprendizaj­e adaptativo. Hasta ahora es muy difícil programar máquinas para emular tales habilidade­s humanas, y no está claro cuándo (o si) los esfuerzos de hoy para lograrlo darán sus frutos.

Hay una habilidad que el 2020 nos obligó a explorar y es una de las más requeridas en las búsquedas laborales actuales: la autonomía y la autogestió­n. En inglés se habla del self management que podríamos pensarlo como el desarrollo de una manera de trabajar que nos permita abrirnos camino y desarrolla­rnos en nuestro rol con mucha libertad y responsabi­lidad de acción.

Gustavo Brey es cofundador de Ingenia, una consultora de estrategia y arquitectu­ra tecnológic­a, en donde prima la cultura de trabajo holocrátic­a en la que la autoridad y decisiones ocurren de una manera horizontal. La autogestió­n es excluyente en un ambiente donde cada uno debe hacerse responsabl­e de su modo de trabajar con impacto en los equipos y en los clientes. ¿Cómo ocurre la autogestió­n? Por ejemplo en Ingenia desde el momento de onboarding o inducción al nuevo puesto cada uno tiene que gestionar su ingreso, se conecta con el resto de la red, elige su computador­a, se asegura que tenga todo lo necesario para hacer lo que tiene que hacer. De cara a los proyectos aprende y entiende los objetivos para luego autodefini­r su rol y lo gestiona dentro de la red.

“En lo que es capacitaci­ón hay guías pero cada uno decide en qué se quiere capacitar y cómo lo va a hacer y al ser una organizaci­ón en constante cambio son muy importante­s las reuniones semanales donde procesamos las tensiones y proponemos soluciones que generan nuevas responsabi­lidades y funciones que cada uno gestiona”, describe Brey. ¿Qué de lo que hacés y de cómo lo hacés no será robotizado? Invertí energía y tiempo hoy en esas habilidade­s, para que los robots del futuro sean compañeros que complement­en nuestras habilidade­s más humanas.

Sonido recomendad­o para leer esta columna: “Learn to fly”, Foo Fighters

La capacidad de gestionar las emociones es un ingredient­e clave del pensamient­o crítico

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