Hablar de poliamor o de fidelidad es achicar mucho una complejidad inabarcable” Diego Peretti, protagonista de la comedia Por H o por B
Acaba de estrenar por streaming Por H o por B, una comedia dramática en la que se enamora de dos mujeres a la vez
Para Diego Peretti, 2020 no podía ser más prometedor. Con el film El robo del siglo había conseguido convocar a más de dos millones de espectadores en el verano, y le aguardaban otro estreno cinematográfico en abril (La noche mágica) y uno teatral en mayo (Inmaduros). Pero la irrupción de la pandemia le cambió los planes a todo el mundo y él no fue una excepción. A partir de ahí el actor, como la mayoría de los argentinos, debió resignarse a surfear el confinamiento en el interior de su casa.
Ahora, mientras graba la miniserie El reino para Netflix, se prepara para su primer reencuentro con el público a través del streaming de Por H o por B, la obra que nació en el circuito independiente en 2017 y de la cual es coautor (junto con Sebastián Suñé). Filmada el año pasado durante una minigira por el interior, la función que se podrá ver los viernes 20 y 27 de noviembre, a las 20, a través de Plateanet, es presentada por el Paseo La Plaza, que debuta así con el estreno virtual de obras no producidas por ese complejo.
–¿Cómo sobrellevaste la cuarentena?
–Me agarró solo. Al principio, en la parte más dura de la cuarentena, me encargué a la distancia de que todo estuviera bien con la gente que quiero. Y en mi casa establecí una rutina para comer bien, hacer ejercicio, escribir y hacer otras tareas que me ordenasen la vida. Traté de no tener problemas con los horarios.
Viene de tapa
–¿No veías a nadie?
–Después empecé a ver a mi novia, a mi hija y a mi hermano, que son las personas que más extrañaba. No tuve problemas de dinero porque tenía un resto para poder seguir viviendo. Como vivo solo, no pasé por el estrés que sufrieron las familias con niños chicos ni el tema del hacinamiento. Aproveché el confinamiento para leer mucho y eso no estuvo nada mal. No fue como estar de vacaciones, porque el telón de fondo de lo que ocurría (y aún ocurre) no me alcanzaba para pasarlo bien. Pero ante una situación así, no soy de los que se quedan frente al televisor comiendo papas fritas y engordando. Aproveché el tiempo para enriquecerme intelectualmente. Ahora empecé a trabajar de nuevo.
–Tenías La noche mágica a punto de estrenar en los cines. ¿Podría llegar a emitirse finalmente en alguna plataforma?
–Es la ópera prima de Gastón Portal, con Natalia Oreiro, Pablo Rago y Esteban Bigliardi. Ya la vi terminada y me parece una película muy buena. No sé finalmente cuándo se estrenará ni por dónde. Pero supongo que lo hará en alguna plataforma, porque los cines son un enigma a nivel mundial. Se habla de protocolos para el regreso de los teatros, pero nada de los cines. El cine ya venía tambaleando con la aparición de las plataformas, y la pandemia no lo hirió de muerte, pero lo va a dejar en un lugar muy disminuido y le va a costar recuperarse.
–En el afiche aparecés caracterizado de Papá Noel. ¿No sería la Navidad una buena fecha para su exhibición en una plataforma?
–No estaría mal, pero, bueno... No es una película navideña positivista, familiar. Es una comedia bien negra, que toma la Navidad como una excusa para escarbar en la pedofilia. Tiene un humor muy escabroso. Si se estrenaba en cines iba a dar que hablar, ahora no sé qué pasará con ella, porque en las plataformas todo se desdibuja.
–La noche mágica marca tu cuarto trabajo junto a Natalia Oreiro. ¿Son, cinematográficamente, la pareja perfecta?
–Nos gusta mucho trabajar juntos. Natalia es una de las mejores actrices del cine nacional. Además es divina. Nuestra primera película fue
Música en espera, y desde entonces nos llevamos muy bien. Por eso, cada vez que podemos, compartimos un mismo proyecto.
–¿La obra de teatro quedará para el año próximo?
–Ya estamos ensayando Inmaduros vía Zoom, capitaneados por Mauricio Dayub, pero la idea es estrenarla cuando los teatros estén funcionando con un aforo de, por lo menos, el cincuenta por ciento. Y eso creemos que va a ser en marzo.
–¿El streaming de Por H o por B será tu primer “contacto” con el público en tiempos de pandemia?
–Sí. Al comienzo de la pandemia el Complejo La Plaza ofreció un streaming de Los vecinos de arriba, la obra que hice durante tres años en el Metropolitan, junto a Florencia Peña. Pero fue algo muy puntual y lo hizo a beneficio de la Cruz Roja. Ahora ofrecerá durante tres noches una obra que no produjo y que yo alterné, antes de la pandemia, con aquella otra. Por H o por B está escrita por mí y por Sebastián Suñé, dirigida por él, y protagonizada por mí, Paula Staffolani y Agustina Cerviño.
La estrenamos en 2017 en Timbre 4, luego hicimos una breve temporada en el Maipo y más tarde salimos de gira por el interior del país, pero solo los lunes y martes, los días que no tenía funciones de Los vecinos de
arriba. La función que ahora La Plaza ofrecerá vía streaming se filmó en Córdoba.
–¿Qué pensás que puede atraer a un público más masivo, como el del streaming?
–El proyecto surgió como parte del teatro independiente, era una cooperativa, pero en el interior funcionábamos como un verdadero suceso comercial. En esa función que se filmó y utilizará La Plaza había 1200 espectadores. Lo que atrae, tanto a un público de teatro independiente como comercial, es el tema. No soy críptico, mi concepción artística, mi poética no es críptica, o no quiere ser críptica o hermética, entonces la obra que escribimos es de alcance popular en cuanto a la llegada, al entendimiento, la metáfora, la dirección, la simplicidad. Lo comercial y lo independiente no cambian mi concepción.
–¿Cuál es su argumento?
–Es una obra centrada en un arquitecto de mi edad que el mismo día que su mujer le propone tener un hijo luego de 15 años de matrimonio él conoce en su trabajo a una mujer que lo desborda, que le encanta y por la que se siente muy atraído. Durante un año no quiere resignar ninguno de los dos mundos: el hogareño, el seguro, que significa estar con su mujer –a la que ama, por cierto– y el nuevo proyecto de armar una familia con un hijo, y tampoco quiere renunciar a la pasión, a la aventura, a lo imprevisible, que le produce conocer a una mujer que lo atrae tanto.
Esto no está tomado desde un costado picaresco ni atorrante, sino más bien desde el drama. Él sufre mucho esta disociación, toma pastillas y tiene un infarto. Pero el asunto no termina ahí: antes de morir lo llevan a terapia intensiva y cuando sale del hospital, muy vulnerable, decide citar a ambas mujeres en una sesión con su terapeuta, sin que este sepa que las convocó ni que ellas conozcan la naturaleza del encuentro. Esa sesión ocupa los últimos 25 minutos de la obra.
–Un hombre que se enamora de dos mujeres a la vez y con la misma intensidad... ¿Te pasó esto alguna vez?
–No. Al menos no de la forma en que está planteado en la obra. Quizá sí me ha pasado algo mucho más leve. Y luego, utilizando la imaginación, lo volqué al papel y terminé escribiendo esta obra con Sebastián Suñé, sobre lo que me podría haber ocurrido si tomaba las mismas decisiones que el personaje. Digamos que agrandé algo que me pasó. Soy una persona grande, cómo no me va a ocurrir estar en un momento atraído por la relación que tengo y por otra que aparece. Que alguien diga que no le ha pasado algo así alguna vez es muy improbable.
–¿La sociedad está preparada para este tipo de vínculos menos exclusivos?
–En cuanto a los afectos y la sexualidad todavía estamos en un estadio muy precario, casi como en la Edad Media. Ponés la televisión a la tarde, buscás los canales de aire más masivos y te encontrás con paneles enormes de personas grandes, tanto mujeres como hombres, hablando del amor, los celos y las relaciones como si fueran estudiantes de secundaria... ¡Y de secundaria de mi época! Se ruborizan y chismosean sobre los vínculos de uno y otros, actitudes propias de la Tota y la Porota. Son muy básicos y responden al discurso dominante. Hay que limpiar el área de la sexualidad y los sentimientos de mitos, prejuicios y miedos para que las relaciones sean más libres. Los afectos no pueden estar reglamentados ni penados. Los vínculos y el amor tienen una complejidad y una dinámica que no se pueden reglamentar.
–La TV Pública volvió a emitir En
terapia y se habla de una cuarta temporada. ¿Vas a estar?
–Me encantaría porque es un programa buenísimo. Volví a ver sus tres temporadas como si no hubiera participado en él, como un mero espectador. Tiene un nivel de escritura, de actuación y de producción increíbles. Si me convocaran, sin duda aceptaría. Es mucho trabajo, ojo, porque hay que aprender mucha letra, pero me encantaría.
–¿Y vuelven Los simuladores?
–Supongo que sí. Pero no en formato de serie, sino de película. Hay que encontrar la historia, porque las historias en cine son más épicas, más grandes que las de televisión. No es lo mismo una película sobre Batman que la serie con Adam West, tiene otra grandilocuencia. Hablo de vez en cuando con Damián Szifrón y aparecen algunas ideas, pero todavía no se pudieron plasmar en un guion. Cuando eso suceda seguramente los cinco vamos a coordinar nuestras agendas y la vamos a hacer. La voluntad está.
–¿Cómo te ves como el próximo presidente de los argentinos?
–¿Por mi personaje en la miniserie
El reino? Es un pastor evangelista que termina siendo presidente de la Argentina. ¿Cómo me veo? Yo qué sé. La serie me gusta, está muy bien escrita, es un thriller político. En el elenco están Mercedes Morán, el Chino Darín, Joaquín Furriel, Peter Lanzani, Nancy Dupláa y muchos más. La serie tiene un nivel de producción y desarrollo muy inteligente, muy creativo. El mío es un personaje que está un poco alterado psicológicamente, con delirios que seguramente no le van a hacer bien al país. Es un evangelista que trata de darle una visión muy religiosa a sus acciones y eso lo lleva a una impunidad muy grande.
–¿Cómo fue volver a rodar con protocolos tan estrictos?
–El protocolo es muy estricto, pero hace un mes que retomamos las grabaciones de El reino y no ha pasado nada malo. Dentro del set a los actores nos llaman “trabajadores esenciales” porque somos los únicos que podemos estar sin barbijo a la hora de nuestras escenas; el resto debe mantenerse camuflado. Pero para dejarnos ingresar al set todos los días nos hacen un hisopado o un test por saliva. Los días que no grabamos, también vienen a nuestras casas y se llevan una muestra.
–¿Cómo se resuelven las escenas de amor y violencia, que exigen un mayor acercamiento físico?
–Se pueden hacer igual porque cada uno de los protagonistas está debidamente testeado, entonces nadie correría riesgos. De todos modos, ciertas escenas se adaptaron un poco: las escenas “peligrosas” que debieron modificarse son las multitudinarias, las de los discursos, los actos políticos con extras, serán concebidas digitalmente. Las escenas en auto o en la calle son resueltas dentro del estudio, que es impresionante. Parece la NASA, salvo a los actores no le ves la cara a nadie. Anímicamente, esto es un poquito duro. No me imagino trabajar así por siempre, es ingrato y triste.
–¿En qué proporción la realidad nacional y política se verá reflejada en la serie?
–No con datos muy puntuales de la actualidad. Pero toca tangencialmente nuestra característica como país latinoamericano y muestra como puede prender el punto de vista religioso y populista de una manera muy intensa.
-¿Tuviste alguna vez el deseo o la fantasía de dedicarte a la política?
–Hice política cuando estaba en la Facultad de Medicina, fui del Partido Intransigente, justo en la apertura democrática, en 1983. Formé parte de la creación de la Juventud Universitaria Intransigente, no por mi calidad o habilidad política, sino porque era parte del rebaño. Allí me crie políticamente. Hice política universitaria durante bastante tiempo. Y no volví a la política nunca más porque me interesa la política, pero no la política partidaria. No va conmigo.
–¿Te defraudó?
–No. Simplemente no va conmigo. En política, el militante tiene una actividad de seducción y convencimiento de una línea política que es la suya, pero que en la coyuntura le “bajan” hacia dónde tiene que ir y hay un montón de cosas con las que tiene grises y no está de acuerdo. En ese sentido los partidos obligan a un camino muy riguroso en cuanto a lo ideológico y a la obediencia, se meten con el discurso que usás y las opiniones que tenés. Recuerdo que muchas veces no coincidía con la bajada de línea, dentro de mis opiniones socialistas o de centroizquierda tenía mis grises; había cosas de política universitaria con las que no estaba de acuerdo, pero el partido te decía que debías ir por ahí. Ahí los planetas empezaron a chocarme en la cabeza y no quise seguir. Hoy me da fobia la política partidaria.
–¿Fobia?
–Acuerdo con tener conciencia política. Creo que en este país la política partidaria está totalmente agotada y hasta que no hagamos como un Pacto de la Moncloa, con cuatro o cinco puntos de política de Estado consensuados entre todos, vamos a ir para atrás, como hoy estamos yendo. Es importante lograr un pacto así y que sea respetado a rajatabla, aunque asuman Hitler o el Che Guevara.