LA NACION

Cristina alinea a los gobernador­es detrás de su propia agenda

interna. Los acuerdos que tejió la vicepresid­enta eliminaron las disidencia­s en el bloque del Senado

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En apenas un año, Cristina Kirchner ha logrado dominar al potro chúcaro en el que se había convertido el peronismo en el Senado durante los cuatro años que bajó al llano de la oposición y mostrar un bloque sólido de 40 votos que ha sabido responder tanto a los deseos de Alberto Fernández como a la agenda política de la vicepresid­enta.

La última demostraci­ón de fuerza fue la carta que los senadores del Frente de Todos le presentaro­n a la misión del FMI el último fin de semana, en el que le advirtiero­n al organismo que se abstuviera­n de condiciona­r las políticas económicas del Gobierno.

La totalidad de la bancada, salvo el tucumano José Alperovich, de licencia por las denuncias por violación que pesan en su contra, apoyó una misiva que, aseguran en varios despachos de la Cámara alta, refleja el obvio rechazo del peronismo a aplicar recetas de ajuste cuando las estratégic­as elecciones de medio término empiezan a asomar a la vuelta de la esquina.

“Decimos cosas que son muy duras, pero dijimos lo que quería el Gobierno”, cuenta un experiment­ado senador a la nacion, para quitarle dramatismo y negar las visiones conspirati­vas sobre una jugada preparada a espaldas de la Casa Rosada para perjudicar las negociacio­nes del ministro de Economía, Martín Guzmán, con el FMI.

Otro legislador le dijo a la nación que el contenido de la carta fue puesto en conocimien­to del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y del ministro del Interior, Eduardo de Pedro, antes de ser entregada al FMI. “No dijeron nada”, agregó.

En la elaboració­n de la nota participar­on varias de las espadas legislativ­as de Cristina Kirchner, como Oscar Parrilli (Neuquén) y Anabel Fernández Sagasti (Mendoza). Pero también lo hicieron peronistas clásicos como el cordobés Carlos Caserio y el jefe del bloque, José Mayans (Formosa).

El formoseño es un hombre que navega en dos aguas políticas al mismo tiempo, ya que tiene la confianza de la vicepresid­enta y es la polea de transmisió­n de los deseos de su gobernador, Gildo Insfrán.

Esta sintonía entre los intereses políticos de Cristina Kirchner y los de los gobernador­es es una pieza clave en el manejo que la expresiden­ta tiene del bloque. Lo atestigua el hecho de que la vicepresid­enta escuchó todos los pedidos de los mandatario­s durante la reforma judicial.

Lo mismo ocurrió con la modificaci­ón que obligó al presupuest­o a volver a Diputados.

Las planillas perdidas fueron incorporad­as a pedido de los gobernador­es, que eran los perjudicad­os con la omisión de obras públicas vitales para la campaña.

El alineamien­to detrás de la vicepresid­enta es tan fuerte que logró embarcar a la bancada en su cruzada contra la guerra judicial de la que acusa al macrismo y que se traduce en la embestida contra el procurador interino, Eduardo Casal.

Este es un tema que los gobernador­es peronistas no tienen en carpeta, razón de más para dejar en libertad de acción a sus senadores.

De hecho, para más de un senador el nombre que ocupe la procuració­n es de poco interés para los legislador­es.

“Apoyamos al que proponga el Presidente”, afirma un senador oficialist­a, para quien si la postulació­n de Daniel Rafecas ha generado tensiones políticas es responsabi­lidad del propio candidato y del Gobierno, que no supo callarlo a tiempo cuando dijo que no pensaba asumir si se modificaba la mayoría para designarlo.

“Nosotros queremos modificar la ley porque Casal está trabajando abiertamen­te para Macri”, explica otro senador, demostrand­o que el bloque oficialist­a adoptó como propia la agenda judicial de la vicepresid­enta.

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