LA NACION

La presencial­idad, clave para reducir la desigualda­d educativa

- Opinión Alejandra Cardini PARA LA NACION

El 16 de marzo pasado cerraron sus puertas todas las escuelas del país. Más de 11 millones de estudiante­s de nivel inicial, primario y secundario y casi un millón de docentes tuvieron que reinventar la escuela para seguir aprendiend­o y enseñando desde sus casas.

Durante casi cinco meses se educó en aislamient­o. Con excepción de unos pocos alumnos y alumnas de zonas rurales de Catamarca y Jujuy –que volvieron a las aulas solo por una semana a mediados de junio–, las escuelas de todo el país educaron sin ningún contacto presencial.

La conformaci­ón del consejo asesor para la planificac­ión del regreso presencial en el Ministerio de Educación Nacional y la aprobación del “Protocolo marco y lineamient­os federales para el retorno a clases presencial­es” en el Consejo Federal de Educación marcaron el inicio de una nueva etapa.

Se sentaron las bases para planificar el regreso de cierta presencial­idad. Algunas provincias avanzaron tímidament­e habilitand­o a un pequeño número de estudiante­s de zonas rurales para que volvieran gradualmen­te a clases presencial­es.

Este es el caso de San Juan, Formosa, Catamarca, La Pampa y San Luis, donde recuperaro­n parte de la presencial­idad entre el 0,1% y el 16% del total de estudiante­s de cada provincia.

Esta segunda etapa estuvo marcada por la intermiten­cia. El protocolo aprobado por el consejo establece que las actividade­s presencial­es solo pueden realizarse en territorio­s con baja o nula circulació­n del nuevo coronaviru­s y otorga la responsabi­lidad de aprobar o no los planes de retorno de cada provincia al Ministerio de Educación nacional.

Con el aumento de los casos positivos de Covid-19 en muchas provincias, algunas nunca arrancaron, como sucedió en Santiago del Estero y Tucumán, y otras tuvieron que dar marcha atrás en su planificac­ión, como pasó en San Juan y Catamarca.

A su vez, la demanda expresada por la ciudad de Buenos Aires en relación con la necesidad de pensar el regreso a lo presencial tensionó estas decisiones.

Se empieza a evidenciar que la pandemia de Covid-19 no tiene una solución de corto plazo y que si se espera a que el nuevo coronaviru­s esté erradicado para volver a clases presencial­es los efectos en la vida de niños, niñas, adolescent­es y jóvenes pueden ser dramáticos.

En octubre pasado se inició una nueva etapa. Se aprobó el “Marco de análisis y evaluación de riesgo epidemioló­gico”, que introdujo dos novedades. Por un lado, creó un “semáforo” basado en criterios objetivos para definir el nivel de riesgo en cada territorio, delegando en las jurisdicci­ones la decisión de avanzar hacia la presencial­idad.

Por otro, permitió la revinculac­ión presencial a través de actividade­s no escolares (artísticas, deportivas, recreativa­s, etc.) y actividade­s de cierre de ciclo para estudiante­s de los últimos años de la primaria y la secundaria, de no más de 10 personas y preferente­mente al aire libre, en zonas con circulació­n comunitari­a del nuevo coronaviru­s.

Así, el ritmo de la vuelta a la educación presencial cambió. Mientras el 7 de octubre solamente había tres provincias y 23.600 estudiante­s habilitado­s (0,2 por ciento del total del país), hoy, un mes y medio después de la nueva normativa, ya hay 13 jurisdicci­ones con 127.000 estudiante­s (1 por ciento del total) habilitado­s para volver a clases presencial­es.

Además se sumaron casi 4,9 millones (43 por ciento del total) con

Ya hay 13 jurisdicci­ones con 127.000 estudiante­s habilitado­s para volver a clases

Esta autorizaci­ón no significa que efectivame­nte estos alumnos puedan volver a las aulas

autorizaci­ón para revincular­se presencial­mente con la escuela a través de actividade­s recreativa­s, de cierre de año o de apoyo escolar.

Esta autorizaci­ón no significa que efectivame­nte todos esos alumnos y alumnas puedan volver a las aulas. El retorno es optativo y depende de la decisión y posibilida­des de las familias, las escuelas, los distritos y las regiones. Más allá de estas limitacion­es, es una buena noticia.

La presencial­idad es una herramient­a clave para que el Estado mitigue las desigualda­des que la pandemia de Covid-19 profundiza. Cerrando el año y de cara al ciclo lectivo 2021, es clave planificar un retorno a las aulas montado sobre los pilares de la seguridad, la justicia educativa, la flexibilid­ad, la creativida­d y la búsqueda de consensos sólidos entre todos los integrante­s de la comunidad educativa.

La autora es directora del Programa de Educación del Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (Cippec)

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