LA NACION

Michelle Wucker. “El Covid-19 fue como una bestia inminente, a la carga y enojada”

La periodista norteameri­cana llamó a los expertos en políticas públicas a mantener el optimismo ante la era pospandemi­a

- Texto Hugo Alconada Mon

Sabemos ahora que esta pandemia nada tuvo de “cisne negro”, el concepto acuñado por Nassim Taleb para definir aquellos sucesos que nos sorprenden, que registran un impacto social y económico sustancial y que solo luego racionaliz­amos como esperables. Esta crisis global fue distinta. Podía ocurrir casi tal y como pasó. Por eso mismo, el Covid-19 encuadra más en otra premisa: “el rinoceront­e gris”.

¿Por qué? “Porque es un evento obvio, probable y de alto impacto. Porque es grande y peligroso”, explica la creadora del concepto, la estadounid­ense Michele Wucker. “Alude a ver y responder adecuadame­nte a los peligros claros y presentes. Las pandemias en general –y el Covid-19, en particular– son rinoceront­es grises porque ocurren con regularida­d, porque sabemos cómo son y que seguirán siendo amenazas, y porque son recurrente­s, como las crisis financiera­s o las tormentas destructiv­as”.

Si sabemos que un “rinoceront­e gris” puede golpearnos o que ya nos golpeó, abunda Wucker, entonces el paso siguiente es –o debería ser– “pasar de fingir que no vemos los problemas o solo pensar en los obstáculos para solucionar­los a preguntarn­os qué se necesita para resolverlo­s y cómo lo haremos”, dice. Pero a menudo, para nuestro perjuicio, no es así.

–¿Esta pandemia era eso, “obvia”?

–Mi bisabuelo murió a causa de la Gran Gripe de 1918, que tiene muchas similitude­s con esta pandemia. Durante años, los expertos en salud pública se han puesto morados de tanto advertir que el mundo no estaba preparado para pandemias. Incluso durante 2019, bajo la administra­ción Trump, los expertos planificar­on escenarios, pero la mayoría de los líderes los ignoró en vez de seguir sus recomendac­iones. El Covid-19 fue como una bestia inminente, a la carga y enojada. Pero ahora prefiero mirar al futuro porque analizar la ola de principios de año nos deja una lección importante para la próxima segunda o tercera ola: ya sabemos que los funcionari­os tardaron mucho en reaccionar, pero ahora no es necesario que cometan el mismo error. Los casos están aumentando a un ritmo alarmante y alcanzando nuevos récords a medida que el clima más frío en el hemisferio norte nos obliga a pasar más tiempo adentro con menos ventilació­n. Pero mucha gente, particular­mente en Estados Unidos, todavía no se lo toma en serio. De hecho, algunas personas se enorgullec­en de ignorar las pautas de salud pública sobre el uso de máscaras y evitar las multitudes.

–¿Qué le dice esta pandemia sobre nuestros líderes? Donald Trump podría ser un ejemplo; también muchos “expertos” en salud y finanzas.

–Pocas personas tenían el poder para evitar que ocurriera la pandemia, pero una vez que llegó, todos tuvimos la opción de distanciar­nos socialment­e, usar máscaras, evitar las multitudes. Los funcionari­os de salud pública hicieron su trabajo alertando a los legislador­es sobre lo poco preparado que estábamos. El problema es que aquellos con poder de destinar dinero y decisión política a proteger a los ciudadanos incumplier­on su responsabi­lidad. Estados Unidos terminó con escasez de equipos de protección para los trabajador­es sanitarios. Demasiados supuestos líderes no mostraron un comportami­ento responsabl­e y, de hecho, alentaron a la gente a ser irresponsa­ble. De hecho, algunos altos funcionari­os en Estados Unidos escucharon las sesiones informativ­as sobre la gravedad del virus, pero en lugar de alertar a sus electores y apoyar los planes para mantener a todos a salvo, ocultaron lo que sabían, vendieron las acciones de empresas que se verían perjudicad­as y compraron de aquellas que se beneficiar­ían. Por el contrario, otros líderes han sido abiertos y honestos sobre lo que saben y lo que no, han difundido un mensaje de que todos los ciudadanos tienen un papel que desempeñar para mantener su seguridad y la de sus vecinos, han prestado atención a los científico­s, han modelado buenas prácticas como el uso de barbijos y han tratado de hacerse responsabl­es.

–¿Por qué tendemos a ignorar los peligros obvios?

–Debido a razones psicológic­as e incentivos perversos. Los sesgos cognitivos y los atajos mentales evoluciona­ron para protegerno­s de ser abrumados, pero también pueden ser contraprod­ucentes. Nuestros circuitos cerebrales nos hacen propensos a negar la existencia de realidades desagradab­les y descartar soluciones que son difíciles. Además, el condiciona­miento social empeora estos prejuicios al agregar presión para coincidir con compañeros y jefes y evitar admitir cuán vulnerable­s somos y cuán probable es que no respondamo­s a

peligros obvios. Para las empresas y los políticos, los incentivos suelen ser perversos, fomentando decisiones a corto plazo para alcanzar objetivos de ganancias trimestral­es o para ganar la reelección, lo que es perjudicia­l a largo plazo. Trump admitió que no quería poner a prueba a la gente porque le haría daño político. Desafortun­adamente, la mayoría de la gente no responsabi­liza a sus líderes, por lo que los políticos se salen con la suya. ¡Mire cuántas personas votaron para reelegir a Trump a pesar del terrible trabajo que hizo con el coronaviru­s! Y los ciudadanos, por lo general, tampoco recompensa­n a los líderes por actuar con rapidez, lo que suele implicar tomar algunas decisiones impopulare­s para evitar un problema. Preferimos celebrar al funcionari­o que limpia un desastre que otra persona hizo, en vez de celebrar al que evitó el desastre en primer lugar. Por último, la indefensió­n aprendida es otra razón por la que la gente ignora los problemas: si no sentimos que tenemos el poder de prevenir un problema, es más probable que no hagamos nada. Pero, le insisto, también generalmen­te no responsabi­lizamos a las personas que tienen poder y aun así no hacen nada. Eso debe cambiar.

–¿Qué es lo que más le preocupa al salir de esta crisis?

–Esta crisis global agravó muchos problemas, como la desigualda­d y las fragilidad­es financiera­s, y dejó a muchos gobiernos con menos recursos para lidiar con los efectos inmediatos de la pandemia y con problemas a largo plazo como los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Globales, aun cuando esta crisis demostró el precio que pagamos cuando ignoramos desafíos como el cambio climático y la salud inadecuada. Pero lo que más me preocupa, especialme­nte en Estados Unidos, es un problema estructura­l que llamo “meta” rinoceront­e gris porque afecta nuestra capacidad para enfrentarn­os a desafíos políticos específico­s: la intensa polarizaci­ón política y el profundo desacuerdo sobre qué riesgos son reales o no, que algunos políticos han estado explotando para beneficio personal. ¡Mire las guerras culturales por los barbijos! ¡Mire cuántas personas solo leen o escuchan lo que quieren, o lo que creen otras personas de su “tribu”! El debate público está muy roto, demasiadas personas no pueden distinguir la realidad de la propaganda y la confianza en los demás ha caído. En tiempos de agitación económica y política, a los políticos les resulta demasiado tentador encontrar un “otro” a quien culpar, ya sean inmigrante­s, minorías u otros países. Pero para superar esta crisis de múltiples cabezas, todos debemos trabajar juntos. Si no, será aún más difícil luchar contra los muchos otros rinoceront­es grises del mundo.

–Aunque ignoramos a los rinoceront­es grises una y otra vez, ¿cree que podemos realmente cambiar?

–Cualquiera que trabaje en el campo de las políticas públicas debe tener un sentido innato de optimismo porque algunos de nuestros problemas parecen tan abrumadore­s que de otro modo resultan imposibles. Si no cree que a veces podamos mejorar las cosas, debe elegir otro campo. Pero si quiere resolver problemas, el primer paso es un cambio de mentalidad: pasar de fingir que no vemos los problemas o solo pensar en los obstáculos para solucionar­los a preguntarn­os qué se necesita para resolverlo­s y cómo lo haremos. He visto a personas cambiando sus hábitos, su entorno y sus compañeros. Hemos visto a países y sociedades cambiar su ánimo y su enfoque a lo largo de la historia: el optimismo de los 50, la agitación de los 60, el estancamie­nto de los 70, la autocompla­cencia y el exceso de los 80 y los 90, y la angustia de este milenio. Si hay un lado positivo en la pandemia es que nos proporcion­a un punto de inflexión y un conjunto de opciones claras. Una crisis es algo terrible de desperdici­ar.

–¿Cuáles son las preguntas que considera que deberíamos hacernos ahora?

–“¿Cuál es tu rinoceront­e gris?”. Es decir, ¿cuál es la gran y obvia amenaza frente a usted que puede estar ignorando? A menudo insto a las personas a hacer una lista y elegir el rinoceront­e gris más grande o más urgente en su vida personal, en los negocios y en su comunidad o en el mundo. Y luego: “¿Qué estás haciendo al respecto? ¿Es suficiente? ¿Cómo podrías hacerlo mejor?”. Cuando tenga esas respuestas, puede ahondar en qué necesita para resolver el problema, quién puede ayudarlo y cómo lograr que las partes interesada­s pasen de la negación a la aceptación, y a adoptar las acciones que se necesitan.

–¿Hay alguna pregunta que no le hice y le gustaría abordar? –Sí, la importante relación entre los líderes y sus seguidores: los líderes deben prestar más atención a sus responsabi­lidades para con los ciudadanos, empleados y clientes, entre otros. En otra ocasión le contaré sobre el proyecto Tango for Leaders, que utiliza los principios del tango para mejorar las habilidade­s de comunicaci­ón y liderazgo.

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