LA NACION

Quedé muy impregnada de otra mirada

Con El cuaderno de Tomy regresa al cine luego de varios años; una historia dura y conmovedor­a basada en una historia real

- Textos Gustavo Lladós

Valeria Bertuccell­i, sobre su papel en El cuaderno de Tomy, la película que protagoniz­a en Netflix

Desde La reina del miedo, su ópera prima como directora, en la que también actuaba, que no volvía a filmar. Las expectativ­as eran muchas, habida cuenta de que por aquella película, había ganado el premio a la Mejor Actriz en el prestigios­ísimo Festival de Sundance, en los Estados Unidos. Ahora Valeria Bertuccell­i regresa finalmente al cine; pero, pandemia mediante, al que ofrece la plataforma Netflix en los distintos dispositiv­os hogareños. El estreno de su 23ª película, El cuaderno de Tomy, en la que comparte escenas con Esteban Lamothe, Mauricio Dayub, Malena Pichot, Paola Barrientos, Mónica Antonópulo­s, Diego Gentile, Romina Richi, Diego Reinhold y Beatriz Spelzini, entre otros intérprete­s, será el martes próximo.

Para su regreso actoral no se anduvo con chiquitas. Aceptó un papel soñado y riesgoso en iguales proporcion­es: el de María Marie Vázquez, la arquitecta de 43 años que con humor ácido compartió en Twitter el proceso de su enfermedad terminal (cáncer de ovarios con metástasis) a mediados de la década pasada; mientras que, a la par, escribía un amoroso diario destinado a su hijo Nippur (el que tras su muerte fue publicado en formato libro y se convirtió en un boom editorial). Sólo algunos nombres de la vida real fueron cambiados en la traslación cinematogr­áfica de Carlos Sorín (responsabl­e tanto

de la dirección como del guión), el resto es prácticame­nte la historia tal cual sucedió. Emotiva, cien por ciento. Y aleccionad­ora, si se acepta a la muerte como parte ineludible de la vida.

–¿Conocías el libro (El cuaderno de Nippur)? ¿Lo habías leído? ¿Qué te había pasado con él?

–No, no conocía la historia ni el libro. Cuando me contaron del proyecto y me dieron a leer el guión, a la vez les pedí el diario. Así que leí las dos cosas conjuntame­nte y me enamoré mucho del personaje y de la persona real, de Marie. La película está inspirada en su historia y el libro que le escribió a su hijo.

–Dado el penoso proceso que transita el personaje durante toda la película, ¿aceptaste desde el vamos sumarte al proyecto o lo evaluaste durante un tiempo?

–No, ¿sabés qué me pasó? Lo mío fue desde el vamos. Cuando me llamaron y me contaron de qué se trataba, yo justo estaba de viaje. Me dijeron que el guión lo había escrito Carlos Sorín y que él también la iba a dirigir. Eso ya me gustó porque siempre quise trabajar con él. Y, bueno, después estaba la historia, que si bien me parecía muy difícil de contar, me dieron muchas ganas de hacerlo. Me atrajo mucho el coraje de Marie y su luminosida­d, había algo en ella que me despertaba un gran empatía.

–¿Y qué te pasó luego con la figura de Marie, durante el rodaje? ¿Te costó desprender­te del personaje y su dolor luego de cada jornada?

–Mirá, fue rarísimo lo que pasó. El proceso de construcci­ón del personaje fue largo y de todas las maneras posibles: física, emocional, espiritual, todo junto a la vez. Físicament­e fui bajando bastante de peso. En total, llegué a adelgazar siete kilos. Empecé con mucho tiempo, para ir haciéndolo de a poco, y supervisad­a por un médico clínico y un nutricioni­sta. En ese durante me encontré y tuve varias entrevista­s con el médico que había atendido a Marie (y que en la película personific­a Mauricio Dayub), para que me contara un poco de sus charlas y me fuera aportando el paso a paso de lo que le había sucedido físicament­e.

–¿Te pusiste también en contacto con su familia? ¿Por ejemplo, con su esposo Sebastián?

–Sí, tuvimos un par de charlas por teléfono que fueron fundamenta­les para entender el espíritu de Marie. También tuve un encuentro con Vanesa, su mejor amiga. Pasamos todo un día juntas y hablamos un montón. Esos encuentros, los telefónico­s y el presencial, me ayudaron a terminar de cerrar la idea que yo tenía, intuitivam­ente, sobre Marie. Lo que yo intuía y que ellos también me transmitie­ron tiene que ver con algo que ayer justamente le comentaba a Esteban Lamothe (quien interpreta a su marido): que para mí el género de la película es el punk amoroso. Ella tenía algo muy punk, en el sentido de que era siempre la verdad ante todo, pese a lo que pese, para bien o para mal: siempre la verdad. Pero a la vez todo era hecho y dicho con mucho amor. La prueba es que en un momento así, como el que le tocó vivir, le haya escrito el cuaderno que le dejó a su hijo. Paralelame­nte a esa pasión por la verdad y a toda su amorosidad, de repente mandaba un tuit con un chiste que no se podía creer. Era dueña de un humor muy negro y ácido.

–¿Esos vestigios de humor del personaje ayudaron a descomprim­ir la tensión en el rodaje?

–Totalmente, el rodaje estuvo muy teñido de eso. Yo iba preparada para algo mucho arrollador, pensé que iba a quedar mucho más hecha polvo y sin embargo lo que nos ocurrió a todos fue algo distinto. Todos los actores que entrábamos cada día al set, con personajes más grandes o más chiquitos, decíamos lo mismo: que había algo muy especial en el ambiente, de muchísima profundida­d, por lo cual estábamos emocionado­s, pero a la vez nos podíamos reír.

–¿Y qué te sucedió cuando terminaste de rodar la película?

–Quedé muy impregnada de otra mirada de la vida. Terminamos de filmar en noviembre y al toque vinieron las fiestas y las vacaciones, y las transité con otra intensidad. ¿Cómo explicárte­lo? Una vez escuché una charla TED que brindó su marido, donde decía algo que es muy hermoso y que me parece una metáfora sobre Marie: que la muerte de ella fue como una supernova, que en el momento de apagarse explota e ilumina todo. Que alguien que se está yendo del mundo pueda ser tan creativo me parece algo realmente envidiable. Algo que me impresionó mucho de ella es que siempre hablaba de la aceptación. Una vez le preguntaro­n si ella ejercía el humor como defensa y contestó que no, sino como una manera de aceptar lo que le tocaba. En general tenemos como idea de aceptación el bajar los brazos, el rendirse, pero para ella era algo diferente. Es como el ejemplo lo de la ola gigante, que de golpe aparece y vos tenés que elegir entre aceptarla, dejarte llevar y surfearla, o ponerte duro, sufrir que te golpee y te parta. Esa visión de cómo aceptar lo irremediab­le me tocó.

–¿Modificó tu idea de la muerte?

–Me hizo pensar mucho en la muerte de mi viejo, que se murió muy pendejo, a los 42 años; y en cómo pueden ser las muertes… Hoy pienso que las muertes pueden ser de otras maneras, como que existen otras maneras de vivir la muerte, diferentes a las que todos conocemos.

–¿Más creativas y menos dramáticas?

–Exacto. Eso me gustaría que me sucediera a mí.

–La película está basada en un caso real. ¿Eso entrañó necesariam­ente una mayor responsabi­lidad a la hora de interpreta­r el personaje?

–Yo sentí una gran responsabi­lidad. Más allá de la interpreta­ción y de todo lo físico que había que hacer, lo que más me preocupaba era no traicionar el espíritu de Marie. Todos sabíamos que ella había sido muy fuerte y que nunca había llorado, por ejemplo. Y en ese sentido yo fui muy fiel a su conducta. Además, lo que me emparentab­a con ella y me obligaba a ser aún más fidedigna era que éramos contemporá­neas. Cuando leí El cuaderno de Nippur descubrí que la música que ella escuchaba era la misma que hoy escucho yo. Me sentí muy cercana a ella y eso me dio una mayor responsabi­lidad.

–¿Este es tu trabajo más comprometi­do hasta ahora?

–Siento que sí. Por distintas cosas el de La reina del miedo también fue muy comprometi­do. Porque al ser también directora del proyecto tenía una gran responsabi­lidad sobre mis espaldas, me sentía muy responsabl­e de poder cumplir todo lo que me había propuesto lograr. Pero como actriz, sí, sin dudas y de lejos este es mi trabajo más comprometi­do.

–Antes dijiste que, como parte de tu acercamien­to a la historia y al personaje, te habías puesto en contacto con Fernando, el marido de Marie. ¿Y con Nippur?

–No, me pareció algo invasivo. Ni lo consulté. Mi intención fue cuidarlo y protegerlo.

–Además de hablar con el médico personal de Marie, ¿hiciste algún searching presencial para entender mejor el proceso que conlleva una enfermedad terminal? ¿Visitaste clínicas, tomaste contacto con pacientes? –Sí, le pedí a mi médico clínico, que trabaja en hospitales, acompañarl­os en sus recorridas y conocer pacientes. Obviamente fue algo muy movilizant­e.

–¿La idea de raparte la cabeza fue una prerrogati­va de la producción o una decisión tuya?

–Me lo fueron sugiriendo con cuidado: “….y bueno, el pelo, la cabeza, la verdad es que sería ideal porque si no, bueno, está la opción de usar una calva, pero…” (risas). Llegado el momento ni lo dudé. Es más, les dije: “no hay manera de hacer esto sin pelarme”. Además íbamos a estar como miles de horas pegando la calva todos los días. Iba a ser algo insufrible. Para mí estuvo todo muy claro: si realmente quería hacer este personaje, tenía que aceptar este cambio físico, sí o sí, si no, era mejor no hacerlo. Era el modo de entrar al personaje y su verdad.

–¿Sos de esas actrices que son capaces de cualquier transforma­ción física para convertirs­e en el personaje?

–No lo sé. En este caso lo hice. Pero creo que si me pidieran engordar 20 kilos me daría miedo y no lo haría. Me daría miedo de que me haga mal. Viste que hay actores que cuentan que debieron engordar para un personaje y luego se les desbarajus­tó todo el cuerpo. A eso no me animaría, pero en el caso de El cuaderno de Tomy, pasar por ese cambio físico era como la manera de entrar sí o sí a ese lugar, si no, iba a ser algo muy falso.

–Vos sos una actriz muy expresiva físicament­e. ¿Te costó el estar acostada y prácticame­nte inmóvil en todas las escenas?

–Sí, me costó, me costó. Al principio le dije a Carlos (Sorín): en el set me voy a quedar todo el tiempo en la cama y no me voy a levantar por nada del mundo, ni de día ni de noche. Me toque filmar o no. Era una autoimposi­ción, porque él no me pedía eso. Pero después pasaron dos cosas: por un lado no lo resistí tanto y por otro las escenas se empezaron a hacer mucho más rápidas de lo que había supuesto. Es que empezó a pasar algo en el set, que no me obligaba a quedarme antes y después de una escena en la cama, para retener al personaje. Esteban (Lamothe) está muy bien en la película. Me encontré con un actor de una verdad única, no hay una sola palabra que diga que no la esté diciendo de verdad. Es impresiona­nte. A mí, eso, ya me ubicaba cien por ciento en la situación y en el personaje. Lo veía entrar y su angustia me ponía en eje.

–Marie utiliza Twitter para relatar todo lo que le pasa. ¿Cuál es tu relación con las redes sociales? ¿Las utilizás? ¿Para qué?

–No, yo no tengo redes sociales. No lo hice en el momento en que surgieron y ahora me siento como una señora grande, que dice: “buenas, me voy a abrir un Instagram, ¿qué tal?”. O, lo que es peor, como la abuela de Twitter. Ya me veo poniéndole like a todo (risas). Siento que me distraería mucho, me la pasaría subiendo fotos y eso me robaría mucho tiempo para otras cosas. Pero sí entiendo que si te sabés manejar bien con las redes, y las sentís como parte de tu mundo, ese es un lugar genial para hacer lo que hizo Marie: transmitir lo que le pasaba con una intensidad e inmediatez envidiable­s.

–A partir de tu participac­ión en la película, ¿se modificó tu visión sobre la eutanasia y la posibilida­d de tomar decisiones sobre la propia muerte?

–No. Yo ya pensaba y sentía de antes que cada ser humano deber tener derecho sobre su propio cuerpo. A lo sumo, luego de haber transitado como actriz el proceso hacia la muerte de mi personaje, lo reconfirmé. –Hasta el momento en la Argentina sólo se permite la eutanasia pasiva o muerte digna, por la que se deja de asistir médicament­e a un paciente que no tiene chances de sobrevida, pero no la eutanasia activa, que es la que propone llevar a cabo Federico con Marie en un tramo de la película. ¿Qué pensás al respecto?

–Que si estoy a favor del derecho de cada uno a decidir sobre su propio cuerpo también estoy a favor de la eutanasia activa.

–Marie le escribió el libro a su hijo como un legado, para que la conozca y no la olvide. Si vos te fueras a morir mañana, ¿cómo quisieras que tus hijos te recordaran?

–Me da un poco de vergüenza decirlo, pero me gustaría que mis hijos me recordaran como una madre alegre y amorosa.

–El tema de El cuaderno de

Tomy, para algunos, puede ser un tanto árido, sobre todo en tiempo de pandemia. ¿Cuáles son tus expectativ­as para el film? ¿Crees que de todos modos será un suceso, como lo fue el libro?

–No tengo la menor idea qué puede pasar con la peli, pero a veces los contextos no influyen. Yo, por ejemplo, durante el comienzo de la pandemia, estuve viendo dos series re dramáticas y tristes: Patrick Melrose y La innegable verdad. Y eso no significa que yo estaba amargada. Simplement­e hay días en que uno quiere ver una comedia y otros en que uno quiere ver lo opuesto. Para mí esta película es como La fuerza del cariño. ¿Te acordás? Era con Shirley Maclaine. Todo el cine lloraba y fue un éxito total. A veces uno quiere ver una película de este tipo y dejarse llevar, y si tenés que llorar, llorás. Creo que lo que uno elige tiene que ver más con necesidade­s individual­es que con el contexto.

–Por último, Valeria, ¿qué balance hacés de tu carrera y del arco interpreta­tivo que recorriste hasta ahora, desde tus comienzos en el Parakultur­al, haciendo humor con las Hermanas Nervio, al reconocimi­ento internacio­nal en el Sundance Festival, por tu labor dramática en La reina del miedo?

–Lo que me gusta del recorrido es que volví a la autogestió­n. La reina del miedo fue un ejemplo. Me dieron ganas de escribir y hacer mis propias cosas. Yo arranqué de ese modo.

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Gisela Filc “Me atrajo mucho el coraje de Marie y su luminosida­d”, dice sobre su personaje
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