LA NACION

Conseguir fondos para construir el estadio es ahora el nuevo desafío

La obra empezaría a fines de 2021; créditos, sponsors y venta anticipada de servicios, las claves

- Ariel Ruya

San Lorenzo no solo es un club de fútbol. Es una expresión cultural, social, una inequívoca muestra de sentimient­o. Es el gigante que perdió su estadio –se lo arrebataro­n en 1979– y dos años más tarde cayó en el descenso. Esos dos puñales no lo derribaron: lo convirtier­on en un símbolo de la reconstruc­ción, transforma­ron el dolor en orgullo y, como nunca antes, solidifica­ron el sentido de pertenenci­a. Por sus hinchas, por su gente, San Lorenzo vuelve a Boedo. Aunque, en realidad, nunca se fue.

El Viejo Gasómetro fue la casa del selecciona­do, una majestuosa maqueta de otro tiempo. Para el fútbol argentino, que el Ciclón abandone el Bajo Flores –el Nuevo Gasómetro es un estadio construido por Fernando Miele, inaugurado a fines de 1993– y vuelva a jugar sobre los viejos terrenos de la avenida La Plata representa todo un símbolo. Para San Lorenzo, es el triunfo de un trabajo de hormiga, la reivindica­ción del orgullo.

Sin embargo, el sueño no es un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo convertirl­o en realidad si San Lorenzo no tiene un peso, la pandemia sigue amenazante y la crisis económica global se acrecienta?

Una vez que la ley obtenga aprobación definitiva –sería en marzo próximo–, la obra arrancaría a fines de 2021; al menos, los primeros cimientos. La construcci­ón de un moderno escenario –no será solamente una cancha de fútbol para 45.000 personas– demoraría unos tres años, con una inversión estimada de 70 a 100 millones de dólares. El proyecto no saldrá de la economía ordinaria de la entidad, será una planificac­ión extraordin­aria.

A partir de ahora, se buscará crear las bases de una ingeniería económica paralela: en ese sentido, se empezaron a pedir créditos y consultas técnicas en bancos y entidades internacio­nales, sobre todo, de China (las condicione­s serían ventajosas) y de Europa. Y la venta anticipada local: sponsors, abonos, estacionam­ientos, concesión y alquiler de las oficinas multiuso que habrá dentro del predio. También, propiciar una marca al estadio, que lleve el nombre de una compañía internacio­nal por un período determinad­o, algo que ocurre en las principale­s canchas de Europa.

Como buena parte de los clubes de primera división, San Lorenzo no es una entidad sólida financiera­mente. Se estima que su pasivo asciende a unos 42 millones de dólares y en los últimos meses quedó señalado por entregar cheques que luego fueron rechazados. Sin embargo, el megaproyec­to irá por otro carril de la economía de todos los días. Además de las metas con empresas privadas, sobre todo, del exterior, hay una buena sintonía con las autoridade­s de la ciudad de Buenos Aires. La idea es trabajar juntos desde lo económico, lo ambiental y hasta la infraestru­ctura. Según una hipótesis, San Lorenzo podría ceder el Nuevo Gasómetro a la Ciudad, que utilizaría parte del predio para potenciar los proyectos deportivos en la zona sur. En el club rechazan esa opción.

El “plan maestro” juega en otros rubros: plantea instalacio­nes vinculadas a servicios sociales, una escuela primaria y secundaria, dependenci­a policial, bomberos, creación de más comercios, un museo, un hotel y hasta un cine. El sueño de Marcelo Tinelli es convertirs­e en “el presidente que construyó el estadio, el que devolvió a San Lorenzo a Tierra Santa”.

“Fueron muchos días de trabajo silencioso para devolverle el apellido al barrio”, suscribe el empresario. El apellido, en realidad, siempre lo tuvo: en poco tiempo, volverá a tener su firma, con el escudo del sentimient­o.

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