Una película sobre la Segunda Guerra, sin una sola escena de combate
Una vida oculta (A Hidden Life) es la contracara perfecta de Hasta el último hombre, otra película reseñada en estas páginas sobre hechos reales ocurridos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial alrededor de casos de objetores de conciencia. La mirada piadosa y beatífica que la obra de Terrence Malick fue adoptando en los últimos tiempos aparece como el vehículo ideal para retratar desde el cine el calvario de Franz Jägerstätter, un granjero austríaco casado con una mujer de profundas convicciones religiosas y con tres hijos, cuya vida tranquila en un pequeño pueblo rural quedó alterada para siempre con la llegada del ejército nazi. Desde el comienzo de un relato que transcurre durante casi tres horas, Malick observa el derrotero de Jägerstätter y su cada vez más profundo enfrentamiento con los nazis a través de esos planos majestuosos y cargados (a veces con exceso) de trascendencia que denotan de inmediato cuál es la sensibilidad que quiere atrapar en sus personajes. Así como Mel Gibson recurre a la crudeza más extrema para mostrar con espíritu religioso la profundidad del sacrificio de un hombre hacia sus semejantes en peligro, Malick opta por el camino opuesto, que adquiere la misma radicalidad y el mismo sentido: no hay en toda la película ni una sola escena de combate. La ocupación del pequeño enclave rural austríaco por parte de las fuerzas alemanas, la desconfianza que va creciendo entre los pobladores frente a la actitud de Jägerstätter y el destino trágico del protagonista expresan desde otro lugar, menos realista y más poético, el sinsentido y la crueldad de toda guerra. Disponible en Claro Video y Google Play