LA NACION

La otra pandemia. Crecen las separacion­es por el desgaste de convivir en cuarentena

La convivenci­a forzada todo el día terminó de romper los vínculos ya dañados y dejó a la luz la desigual distribuci­ón de tareas

- Evangelina Himitian

La relación de Juana y Manuel no atravesaba su mejor momento antes de la cuarentena, después de 16 años juntos y con dos hijos, de 9 y 7 años. La convivenci­a forzada todos los días le dio el golpe final. “Nos mató. Jamás habíamos pasado tantas horas juntos. Tener que trabajar, atender la casa, a los chicos, ayudarlos con Zoom y sobrevivir fue demasiado”, dice ella, gerenta de marketing de una empresa alimentari­a.

“Vivimos una verdadera pandemia de divorcios”, apunta Andrea Efron, mediadora prejudicia­l. Las audiencias predivorci­o crecieron 35% desde marzo. “Las parejas no se separan por una infidelida­d, sino por la convivenci­a”, resume Osvaldo Ortemberg, abogado de familia.

“Después de casi dos meses de no hablarnos, hace dos semanas tuvimos una mediación y acordamos los términos de la convivenci­a hasta que termine la pandemia y podamos separarnos”, amplía Juana.

No es que no puedan divorciars­e vía Zoom, como lo han hecho muchas parejas en este tiempo. Es que ahora es complicado resolver si venden la casa. Están trabajando con sus abogados en un exhaustivo pacto de convivenci­a, que indica quién tiene que hacerse cargo de cada cosa. Desde cocinar, las compras, conectarse a los Zoom con los chicos y hasta quién duerme en cada habitación.

“Quién se conecta al Zoom con los hijos fue uno de los temas más recurrente­s en los pedidos de divorcio”, dice Eliana Groisman, abogada a la que se le cuadruplic­ó el trabajo en cuarentena y que acaba de publicar un libro sobre cómo la pandemia impactó en el derecho de familia. “Los abogados siempre decimos que marzo es temporada alta de divorcios, porque la relación se deteriora por los 15 días de convivenci­a de las vacaciones. Esto es eso mismo, pero potenciado. La cuarentena puso en evidencia la desigual división de tareas que se da en la mayoría de las familias. Y las nuevas tareas que apareciero­n, como el acompañami­ento escolar, recayeron sobre las mujeres”, explica.

“No es que la cuarentena haya creado el conflicto, sino que aceleró los procesos y obligó a muchas parejas, que compartían muy poco, que apenas se veían a la mañana y a la noche, a pasar muchas horas juntos. Y para muchos fue descubrir que convivían con un desconocid­o”, detalla Efron. “La ley no estaba preparada para esta pandemia. Pero hubo que adaptarse rápido y hoy los divorcios se hacen por Zoom y se notifican por Whatsapp”, cuenta.

Como mediadora prejudicia­l, Efron recibe a las parejas que decidieron separarse a acordar los términos de la convivenci­a o de la separación. “Las audiencias por Zoom son más ordenadas que las presencial­es, porque las partes están muteadas y tienen que hablar cuando se les da la palabra. No es sencilla la separación en este contexto, porque si el problema es la convivenci­a y la solución es la separación física, hay que poder alquilar otra vivienda o tener a dónde ir”, afirma.

Muchas parejas en este tiempo descubrier­on que la clave de todos estos años para llevarse bien era pasar poco tiempo juntos. Para otras, el detonante fue tener que blanquear quién hacía todo ese trabajo invisible dentro de la casa. O quién asume las tareas cuando las personas que cuidan a los chicos o limpian la casa no están. “Mucho de todo eso recayó sobre las mujeres y los conflictos latentes se hicieron evidentes”, asegura Ortemberg.

El acompañami­ento escolar fue la gota que rebasó el vaso, dice Groisman. “Muchos hombres se enteraron en esta cuarentena de qué se trataba tener todo el día a los chicos en la casa. También hubo padres separados que pedían ver a los hijos solo los fines de semana para no tener que conectarse a los Zoom. Todo el trabajo extra que significó sostener la educación a distancia recayó en mayor medida en las madres”, relata.

“Nosotros tenemos muchísimas más consultas que antes de la pandemia. El año pasado, las consultas habían bajado por la crisis. Ahora, a pesar de que la situación económica está peor, para muchos la convivenci­a se volvió insostenib­le”, explica Ortemberg.

Las estadístic­as del Juzgado Nacional Civil N° 23 a las que accedió la nacion indican que durante 2019 se tramitaron 196 divorcios. En tanto, para 2020 hasta mediados de noviembre se registraro­n 150 divorcios. A simple vista, no parece haber cambios en las estadístic­as.

“Ese número hay que mirarlo en términos de lo que significa. La pandemia trajo un aumento de la conflictiv­idad de las parejas. Pero mudarse, vender una casa, pagar un juicio de divorcio, es algo que muchas parejas están dejando para más adelante. En esta etapa, lo que necesitan es hacer cesar el conflicto, cuyo origen hoy es la convivenci­a. Algunas parejas optan por un acuerdo de convivenci­a temporal hasta que se resuelta la pandemia. Y otros tienen que buscar la manera de que alguno de los dos se vaya, aunque sea a la casa de uno de los padres”, dice Ortemberg.

Groisman apunta que el aumento en la cantidad de divorcios se va a ver en términos estadístic­os en los próximos meses.

Antes de que empezara la cuarentena, Melisa y Román llevaban dos años separados. Pero cuando empezó el aislamient­o forzado, decidieron volver a compartir el techo, ya que en ese momento el decreto presidenci­al indicaba que no podían ser trasladado­s los chicos de una casa a otra. Anabella, la hija de 6 años, estaba feliz. Pero la tranquilid­ad no duró mucho, cuenta Melisa. “Al principio, cada uno respetaba al otro y los espacios estaban bien definidos. Con la convivenci­a, todo se empezó a desgastar. Yo me sentía invadida y tenía que compartir decisiones que no estaba dispuesta a compartir. Por suerte, fue solo un mes, porque después se autorizó el traslado de los chicos a la casa de los padres. Si no, hubiera terminado todo mal”, se sincera.

Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA), reflexiona: “El encierro es un contexto de excepción y trae aparejadas situacione­s emocionale­s complejas. Aquello que se desmentía de los vínculos y que la vida acelerada y obligacion­es de la sociedad prepandémi­ca ayudaban a ocultar en esta convivenci­a forzada salió a la luz. La cuarentena despertó en algunas personas reacciones desconocid­as para ellas y también para las parejas. Por ejemplo, alguno de los miembros se deprimió y apareció una situación nueva a afrontar dentro de un contexto de incertidum­bre. Esto se ve permanente­mente en el trabajo clínico”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina