LA NACION

Alertan sobre el control de los lugares de “superconta­gio”

Esos sitios, sugiere un estudio en Nature, deben ampliar el horario o reducir la capacidad

- Hugo Alconada Mon

La mejor herramient­a de prevención contra el Covid-19 no pasa por las cuarentena­s masivas. Tampoco por detectar y aislar a las personas que funcionan como “superconta­giadoras”. Pasa por identifica­r los sitios “superconta­giadores” –es decir, los lugares donde el virus goza de mayores facilidade­s para golpearnos– para de ese modo disminuir los riesgos, según surge de un nuevo estudio publicado en Nature, basado en el análisis de los movimiento­s de 98 millones de norteameri­canos, durante dos meses, en las diez áreas metropolit­anas más grandes de Estados Unidos.

Los analistas de las universida­des de Stanford y Northweste­rn concluyero­n que una de las premisas esenciales es reducir los porcentaje­s de ocupación en esos sitios “superconta­giadores” (entre otros, bares, restaurant­es, templos religiosos, supermerca­dos, gimnasios y almacenes), ya sea ampliando sus horarios de atención al público o sumando medidas de prevención, como más ventilació­n y circulació­n.

Sobre la base de esos lineamient­os, los gobernante­s, pero también los ciudadanos, podrían utilizar los datos disponible­s sobre “movilidad y gastronomí­a”, por ejemplo, para achicar riesgos sin reducir su movilidad. La informació­n más reciente que difundió Google sobre la Argentina y que cotejó la nacion muestra, por ejemplo, que los sábados a las 21 es el momento de mayor concurrenc­ia a los restaurant­es en el país. ¿A los bares? El mismo día, pero a las 11. ¿Supermerca­dos y farmacias? También los sábados a las 11. ¿Y los días con menos concurrenc­ia? Martes a las 22, lunes a las 20 y lunes a las 8 y 9, respectiva­mente.

Los investigad­ores de Estados Unidos también confirmaro­n una hipótesis ya imperante: que las personas con menos recursos son quienes más se contagian. Pero lo corroborar­on desde otra perspectiv­a. Mientras las personas con mayor poder adquisitiv­o pueden ir una vez al mes a un hipermerca­do más espacioso, quienes viven de lo que ganan cada día también deben acudir cada día para comprar su comida diaria a algún pequeño almacén de su barrio, donde es más probable que se crucen con otras personas en la misma situación.

¿Parece mucho? “Los datos evidenciar­on que el local promedio al cual van los individuos de bajos ingresos registró un 59% más de visitantes por metro cuadrado y que esos individuos permanecie­ron un

17% más que el promedio general”, plantearon los analistas liderados por Serina Chang, de la Universida­d de Stanford. El estudio se titula “Modelos de redes de movilidad del

Covid-19 explican las inequidade­s y aportan a la reapertura”.

La clave pasa, pues, por llegar a un buen punto de equilibrio. “Reducir la ocupación máxima de un local reduce sustancial­mente el riesgo, sin reducir drásticame­nte la movilidad general”, detallaron los expertos. Así, por ejemplo, bajar al 20% la ocupación máxima de los locales cerrados en el área de Chicago –al igual que en otras grandes áreas metropolit­anas– permite reducir los nuevos contagios más del 80%, lo que combinado con horarios ampliados y otras variantes solo reduce 42% las visitas totales a esos locales.

Los argentinos mostraron un marcado descenso de movilidad durante los primeros meses de la cuarentena, de acuerdo con un relevamien­to de la Universida­d Nacional de San Martín, junto a Movistar y Telefónica, aunque un estudio complement­ario de la firma tecnológic­a Grandata constató una notable disparidad entre la ciudad de Buenos Aires, donde más se acotó la circulació­n, y las distintas provincias.

Los datos sobre movilidad en el territorio bonaerense de Google registran esa misma disparidad.

Así, por ejemplo, en Saladillo se redujo 61% la circulació­n en las estaciones de transporte, mientras aumentaron 13% los movimiento­s en supermerca­dos y farmacias, en tanto que, por caso, en Avellaneda la movilidad asociada a estaciones de transporte bajó 28%, pero también se contrajo 16% en supermerca­dos y farmacias.

la nacion consultó a Google si es posible dar otro paso y analizar la movilidad dentro de cada distrito bonaerense, por ejemplo, pero al cierre de esta edición aún no había recibido una respuesta.

Miles de millones de datos

En el caso de los expertos de Stanford y Northweste­rn, las conclusion­es a las que arribaron se basaron en un análisis contundent­e. Procesaron los datos anónimos que extrajeron de los movimiento­s de 98 millones de personas a lo largo de 5400 millones de franjas horarias, entre marzo y mayo de este año, en casi 57.000 barrios y más de 550.000 “puntos de interés”.

Otros estudios ya habían avanzado por la misma senda. Entre ellos, por ejemplo, “Núcleos superpropa­gadores en el centro de la persistenc­ia pandémica del Covid-19”, desarrolla­do por investigad­ores de Brasil, España, Italia y Estados Unidos, entre los que se encuentra el argentino Matías Travizano, quien vive en San Francisco. Concentrar­on su análisis en la ciudad brasileña de Fortaleza, donde precisaron qué lugares funcionan como puntos claves para propagar el virus.

“Los hospitales, por ejemplo”, dijo Travizano a la nacion. “Por supuesto que los hospitales deben seguir abiertos, pero este estudio mostró cómo ciertos lugares funcionan como ‘puentes’ que permiten que el virus continúe infectando. Si logramos identifica­rlos, podemos cortar la cadena de transmisió­n sin afectar al resto de la comunidad”, explicó. Entre ellos, edificios comerciale­s, grandes condominio­s y ciertos depósitos.

En el estudio liderado por Chang, los locales más peligrosos en Estados Unidos serían, por lejos, los restaurant­es, tanto porque registran densidades más elevadas de visitas como porque los clientes suelen permanecer más tiempo. Pero en este caso también detectaron diferencia­s por poder adquisitiv­o. Quienes tienen más recursos suelen acudir más a restaurant­es y bares, pero se contagian menos que quienes cuentan con una billetera más delgada. ¿Por qué? Porque estos tienden a ir a locales más pequeños y más concurrido­s.

“Creemos que nuestros resultados pueden ayudar a los gobernante­s a evaluar abordajes a la hora de una eventual reapertura”, concluyero­n Chang y los otros analistas. Entre otros, identifica­r qué locales y en cuáles barrios deben permanecer cerrados o modificar sus horarios y prácticas de atención al público. O, incluso, montar “centros de emergencia para la distribuci­ón de comida y así reducir la tasa de ocupación en locales de alto riesgo”.

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Marcelo aguilar/archivo El distanciam­iento es necesario en los restaurant­es

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