LA NACION

Ecos de un siglo en una caja de cartón

- Diana Fernández Irusta

Robert Capa, Gerda Taro. Qué vidas, qué época la que late tras esos nombres. Emblemas del fotoperiod­ismo moderno, sustancia de las leyendas que más le gustaba crear al siglo XX: jóvenes, bellos, arriesgado­s; desbordant­es de deseo, partícipes de lo nuevo, testigos del desastre. Junto a ellos, los también fotógrafos David Seymour y Emérico Weisz (mano derecha de Capa, segundo esposo de otra enorme figura, Leonora Carrington). Esos nombres, esas vidas y ese tiempo resonaron este fin de semana en el marco del ciclo Las miradas del archivo, que permitió ver en el sitio web de la Secretaría de Derechos Humanos el documental La maleta mexicana.

Realizada en 2011 por la cineasta y curadora británica Trisha Ziff, la película cuenta con la asesoría creativa de John Sayles y se concentra en el hallazgo, dado oficialmen­te a conocer en 2007, de tres cajas con más de 4500 negativos de fotografía­s realizadas por Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour durante la Guerra Civil Española.

El documental rememora el impacto que en su momento tuvo la noticia, reconstruy­e el itinerario de un tesoro que por décadas se consideró perdido y vuelve la mirada hacia los años 30, un período donde, una y otra vez, parece cifrarse bastante más que el destino del siglo que pasó.

“La función de la memoria no es obtener algo en venganza, obtener un botín, quedarte con algo, no. Es simplement­e saber que ahí están las cosas, concluir una historia. Esa es la redención que ofrece”, dice Juan Villoro, una de las voces que aparecen en el film, junto a las de cineastas, historiado­res, investigad­ores de la fotografía y profesiona­les ligados al Internatio­nal Center of Photograph­y (ICP) de nueva York, institució­n creada por un hermano de Capa para preservar el legado del fotógrafo.

La historia de la maleta –en realidad, tres cajas de cartón– tiene su parte de épica. En 1939 la República española ya había sido derrotada, Gerda Taro había muerto durante un repliegue del ejército republican­o y las sombras de la Segunda Guerra comenzaban a cernirse sobre Europa. Emérico Weisz, amigo, colega y discreto demiurgo de mucha película fotográfic­a en muchos

Eran jóvenes, bellos, arriesgado­s; partícipes de lo nuevo, testigos del desastre

cuartos oscuros, había prometido a Capa velar por el material obtenido en España. Pero en la Francia de Vichy ser judío era tan peligroso como haber estado junto a los derrotados en la guerra española. Weisz debía preservar la vida y además debía cumplir su promesa: proteger tres cajas de cartón y los cubículos organizado­s en su interior, cada uno con un negativo fotográfic­o y prolijas anotacione­s que informaban lugares, fechas, nombres. Con la tormenta tronando sobre su cabeza, Weisz guardó el precioso cargamento en un bolsa, dejó París y se dirigió a Burdeos. allí tomó contacto con un oficial mexicano –méxico fue uno de los escasos países que brindaron apoyo a la República española y luego recibieron a sus refugiados– y le pidió que sacara los negativos de Europa.

Después de eso, y por setenta largos años, nada más se supo de aquel material.

Hasta que, por entre los hilos casuales que suelen gobernar estas cosas, un cineasta mexicano se preguntó por el contenido de ciertas cajas que habían llegado a sus manos a través de una conocida. Entonces, la revelación.

La cámara de Trisha Ziff nos acerca a la muestra que al cabo de toda esta historia organizó el ICP; escuchamos la emoción de los archivista­s al observar los negativos, vemos las imágenes. niños sobre los escombros de la guerra, milicianos aprestándo­se para el combate, la humareda sobre Brunete –el lugar donde sería fatalmente herida Taro–, el método con el que cada uno de los tres fotógrafos buscó hacer realidad el lema de Capa: “Si la fotografía no funciona, es que no estás suficiente­mente cerca”. no solo estaban registrand­o la historia; habían creado un modo de hacerlo.

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