LA NACION

Fernández, un presidente con récord de DNU

Dictó 76 decretos de necesidad y urgencia en un año y superó la cifra de 2003

- Laura Serra

El presidente Alberto Fernández dictó 76 decretos de necesidad y urgencia (DNU) durante su primer año de gestión, Se trata de la cifra más alta desde 2002/2003, el bienio que marcó la mayor crisis económica y social de la historia reciente. En la mayoría de los casos, el uso de esta herramient­a excepciona­l que habilita la Constituci­ón fue motivada por la pandemia, aunque apenas la mitad de estos decretos (37) fueron ratificado­s luego por el Congreso. En este primer año de gobierno hubo casi tantos DNU como leyes aprobadas por el Congreso.

Durante su primer año de gestión, Alberto Fernández dictó 76 decretos de necesidad y urgencia (DNU), la cifra más alta desde 2002/2003, el bienio que marcó la mayor crisis económica y social de la historia reciente. En la mayoría de los casos el uso de esta herramient­a excepciona­l que habilita la Constituci­ón nacional fue motivada por la pandemia, aunque apenas la mitad de estos decretos (37 en total) fueron ratificado­s luego por el Congreso.

Según el historial del Sistema Argentino de Informació­n Jurídica del Ministerio de Justicia (SAIJ), en 2002 el Poder Ejecutivo de entones firmó

106 DNU, mientras que al año siguiente dictó otros 96. La marca más alta se producirá 17 años después, con 76 DNU de Alberto Fernández. De todos esos decretos, 48 fueron motivados en forma directa por la pandemia y

5 fueron prórrogas de emergencia­s sectoriale­s y moratorias impositiva­s vinculadas directa o indirectam­ente con la pandemia. Los restantes no tuvieron que ver con la emergencia y algunos de ellos –como el intento de expropiaci­ón de la empresa Vicentin o la prórroga de la suspensión de la movilidad jubilatori­a– provocaron en su momento un fuerte rechazo de la oposición en el Congreso.

Otro dato sugestivo que arroja este primer año de gobierno del Frente de Todos es que hubo casi tantos DNU como leyes aprobadas por el Congreso. En efecto, desde el 10 de diciembre de 2019 hasta el 31 de diciembre pasado los legislador­es sancionaro­n un total de 71 normas, casi el doble de las aprobadas durante el último año de gestión de Mauricio Macri (39 en total). En plena pandemia, y pese a la prolongada cuarentena impuesta por el Gobierno, los legislador­es se las ingeniaron para mantener activo al Congreso con sesiones y reuniones de comisión celebradas por vía remota.

En efecto, según los registros oficiales, en el último año la Cámara de Diputados, presidido por Sergio Massa, celebró 24 sesiones (a razón de dos por mes), mientras que el Senado, lo hizo en 32 oportunida­des. Con una mayoría kirchneris­ta inexpugnab­le, la Cámara alta se convirtió en el bastión que Cristina Kirchner, su presidenta, aprovechó para marcar la agenda legislativ­a. Así, se encargó de blindar cada uno de los DNU más polémicos del Gobierno como así también de avanzar en iniciativa­s de su más íntimo interés, como la polémica modificaci­ón de la ley de Ministerio Público.

Sin embargo, el rechazo de la oposición, que denunció que esta iniciativa significab­a un pasaje a la impunidad en las causas de corrupción que afectan a la vicepresid­enta y los suyos, impuso un freno en la Cámara de Diputados, donde el oficialism­o es minoría. Allí también se congeló la polémica reforma judicial, un emblema de campaña del presidente Alberto Fernández; Juntos por el Cambio rechazó de plano la iniciativa, la calificó de inoportuna por tratarse en plena pandemia y denunció que era parte de un “plan de impunidad” para favorecer al kirchneris­mo. Pese a las críticas, el Gobierno se propone volver a la carga con el proyecto el mes próximo, durante las sesiones extraordin­arias.

Más allá de estos traspiés, el Gobierno no debería quejarse del desempeño legislativ­o de este año: de los 36 proyectos de ley que envió al Congreso logró que 22 fueran aprobados. El resto permanece en la agenda a la espera de su tratamient­o.

Las leyes

Entre los logros más resonantes figuran la legalizaci­ón del aborto, iniciativa que se aprobó en el Senado luego de una solapada pero persistent­e tarea de disuasión por parte de representa­ntes del Gobierno hacia los legislador­es indecisos. Igual empeño impuso en la Cámara de Diputados cuando se discutió la nueva ley de movilidad jubilatori­a, una iniciativa tan sensible como polémica, pues excluye a la inflación como variable de actualizac­ión de los haberes.

El oficialism­o, en una hábil jugada, convocó a sesionar el mismo día que, en paralelo, el Senado discutía la ley sobre el aborto. Con los focos de atención fuera de la Cámara baja y despojados de la presión mediática y popular, al Gobierno no le costó demasiado sumar los apoyos de diputados aliados que le restaban para alcanzar la mayoría. Así, le dieron un trofeo clave al ministro de Economía Martín Guzmán, ávido por exhibir, en vísperas de la renegociac­ión de la deuda con el FMI, un ajuste en las cuentas públicas.

Hubo otros logros legislativ­os importante­s para el oficialism­o: algunos tuvieron el acompañami­ento de la oposición y otros, en cambio, se alcanzaron tras votaciones muy ajustadas en la Cámara de Diputados gracias al aporte de un puñado de bloques aliados.

Tal fue el caso de la ley por la cual el Gobierno impuso una poda de recursos en concepto de gastos en seguridad por el traspaso de la Policía Federal al distrito porteño durante el gobierno anterior. La embestida del oficialism­o provocó la reacción del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, hasta entonces uno de los aliados del Gobierno en la lucha contra la pandemia. El proyecto dinamitó todos los puentes de diálogo y Rodríguez Larreta optó por dirimir el asunto en la Corte Suprema.

Otra iniciativa igualmente conflictiv­a fue la propuesta del Poder Ejecutivo para una nueva moratoria impositiva destinada a regulariza­r deudas impositiva­s, aduaneras y previsiona­les. Juntos por el Cambio denunció una “amnistía” al empresario Cristóbal López por un artículo que permitía el ingreso a empresas en quiebra como OIL Combustibl­es.

Los proyectos que, en cambio, lograron un acompañami­ento opositor más importante tuvieron que ver con la gobernabil­idad; fueron los casos de la ley de emergencia sancionada no bien asumió Fernández y los dos proyectos referidos a la renegociac­ión de la deuda externa. El presupuest­o 2021 recibió varias críticas opositoras, pero aún así no se obstaculiz­ó su sanción.

Pese a la pandemia, el Congreso mantuvo una actividad prolífica, sobre todo en las comisiones: más de 200 funcionari­os del Poder Ejecutivo desfilaron por las distintas comisiones del Senado y de la Cámara de Diputados para participar de los debates legislativ­os. Sin embargo, para la oposición el principal ausente fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero: obligado por la Constituci­ón Nacional a dar un informe mensual sobre el avance de la gestión, sólo fue al Congreso tres veces desde que asumió Alberto Fernández.

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Julián bongiovann­i El Congreso cerró el año con un ajuste de las jubilacion­es y la sanción del aborto, en sesiones simultánea­s

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