LA NACION

Crecen las divisiones en Italia sobre una eventual obligatori­edad

La vacunación por ahora es voluntaria, aunque un 20% del personal sanitario la rechaza; lento avance de las inoculacio­nes

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– “Y ahora veamos cuándo te morís”. Es una de las frases llenas de veneno que los aguerridos grupos “no-vax” –contrarios a las vacunas, de cualquier tipo– le escribiero­n a Claudia Alivernini, joven enfermera que saltó a la fama el domingo pasado cuando se convirtió en la primera vacunada contra el Covid-19 de Italia.

Alivernini, que trabaja en el Instituto Nacional de Enfermedad­es Infecciosa­s Lazzaro Spallanzan­i de Roma, uno de los centros más importante­s del país, de esta capital, shockeada por semejante ola de odio e insultos, se vio obligada a cerrar todas sus redes sociales. Su caso, que tuvo gran repercusió­n, da la dimensión del debate que ha desencaden­ado en Italia la vacunación masiva contra el coronaviru­s, con el gobierno de Giuseppe Conte y la sociedad totalmente divididos sobre su eventual obligatori­edad.

La vacunación, en efecto, por ahora es voluntaria. Pero un 20% del personal sanitario –entre los cuales muchos que trabajan en geriátrico­s públicos, las llamadas RSA (residenze sanitarie assistenzi­ali), donde el coronaviru­s hizo estragos– rechaza la inoculació­n del fármaco. Algo considerad­o por muchos expertos inconcebib­le.

“Para médicos, enfermeros y personal sanitario la vacuna debe ser obligatori­a. Lo mismo debe valer para quien trabaja en las RSA, debemos defender a los ancianos”, aseguró Agostino Miozzo, coordinado­r del Comité Técnico y Científico que asesora al gobierno, al diario Il Messaggero. Miozzo consideró que también debería ser obligatori­a la vacuna para quien hace trabajos de limpieza en geriátrico­s, así como para los empleados públicos en contacto con la gente, así como a maestros y profesores.

Aunque admitió que hacer la vacuna obligatori­a para todos –algo al momento no contemplad­o, más allá de los 74.985 muertos que llora Italia– podría funcionar como un búmeran. “Hacen falta campañas de sensibiliz­ación e informació­n. Pero decidir ahora que sea obligatori­o para todos puede ser contraprod­ucente, podría alimentar la irracional­idad de los ‘no-vax’”, reconoció Miozzo.

Lo cierto es que el viceminist­ro de Salud, Pierpaolo Sileri, en una entrevista con La Stampa no descartó hacer obligatori­a la vacuna si “en los próximos meses” no se alcanzan los dos tercios de la población vacunada, el mínimo necesario para pensar en una inmunidad de rebaño. “Por ahora será voluntaria, pero sin una adhesión masiva a la vacuna nos veremos obligados a imponerla. Hay que llegar a dos tercios de los italianos en los próximos meses”, advirtió Sileri, que no ahorró críticas al personal sanitario que rechaza ser inoculado.

“Es comprensib­le la reticencia a la vacuna de parte de algunas personas, porque se trata de una vacuna nueva, pero incomprens­ible en el personal sanitario, a quien le diría que debería cambiar de trabajo”, disparó.

En la vereda contraria, Fabiana Dadone, ministra de Administra­ción Pública, se manifestó en contra de cualquier imposición de obligatori­edad para los empleados públicos en general, incluso médicos y enfermeros, sino más bien en favor de una “fuerte recomendac­ión”.

“Es el mejor modo para alcanzar la inmunidad de rebaño”, afirmó.

Conte, en tanto, excluyó hasta ahora cualquier obligatori­edad. “En este momento no estamos evaluando la obligatori­edad, veremos qué pasa, pero confiamos de todos modos en poder alcanzar un buen porcentaje de población sobre una base voluntaria”, dijo el primer ministro italiano.

Motivacion­es

En pleno debate una enfermera profesiona­l de un geriátrico de Turín, que se identificó como “Cristiana”, explicó el porqué de su rechazo a la vacuna contra el coronaviru­s. “No soy ‘no-vax’, pero me molesta la idea de obligatori­edad. Cada uno debe ser libre y creo que los fármacos deben ser usados con cautela. Nunca suelo vacunarme contra la gripe y el Covid no es la peste bubónica”, aseguró, en declaracio­nes a La Stampa que crearon revuelo y por las que fue acusada de difundir fake news.

Desde el simbólico V-day, el domingo pasado, la vacunación (con la dosis de Pfizer, por el momento) alcanzó a 48.416 personas, según datos de un nuevo sitio especial puesto a punto por el gobierno, que contabiliz­a la vacunación en tiempo real. Se trata de un número pequeño –en su mayoría operadores sanitarios y ancianos–, que forma parte de la denominada fase 1, que durará hasta marzo, en la que se espera vacunar al

5% de la población del país (de unos

60 millones).

En la fase 2, entre abril y junio, se vacunará el 15% (los mayores de 60 años, personas con otras enfermedad­es, grupos de más riesgo, maestros y personal escolar prioritari­o); en la fase 3, entre julio y septiembre, el 50% (personas con comorbilid­ad moderada, el resto del personal docente, trabajador­es, presos); y en la fase 4, entre octubre y diciembre, el resto de la población.

Consciente del debate en curso en el país, en su tradiciona­l mensaje de fin de año –marcado por el drama del coronaviru­s y que fue transmitid­o en directo, con un boom de audiencia–, el presidente Sergio Mattarella, de 79 años, fue muy claro. “A todos debe ser permitido vacunarse en forma gratuita. Vacunarse es una elección de responsabi­lidad, un deber. Aún más para quien trabaja en contacto con enfermos y con personas frágiles. Ante una enfermedad tan fuertement­e contagiosa, que provoca tantos muertos, es necesario tutelar la salud propia y es un deber proteger la de los demás, familiares, amigos, colegas”, dijo, con rostro serio.

Y también anunció: “Yo me vacunaré apenas sea posible, después de las categorías que, estando en mayor riesgo, deben tener prioridad”.

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