LA NACION

No puede haber de todo para todos

Juan Carlos de Pablo explica por qué no es posible la gratuidad cuando los recursos son escasos.

- Juan Carlos de Pablo SHUTTERSTO­CK

PREGUNTAS A OSVALDO EMILIO BACCINO Economista 1942-2019 Cursó estudios en las universida­des de Buenos Aires y de Cambridge. Trabajó, entre otros, en el Centro de Investigac­iones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella

en qué andaríamos usted, el resto de los seres humanos y yo si, en el Paraíso, Adán le hubiera dicho a Eva: “Pedime lo que quieras, cariño, menos una manzana del árbol del bien y del mal?” Se trata del más fantástico ejercicio de historia contrafáct­ica que conozco. El hecho es que, por haber desobedeci­do el mandato divino, los seres humanos tenemos que ganarnos el pan con el sudor de nuestras frentes, aunque algunos se lo ganan con el sudor de frentes ajenas. ¿Es posible la gratuidad, cuando los recursos son escasos?

Sobre el particular conversé con el argentino Osvaldo Emilio Baccino (1942-2019), quien cursó estudios en las universida­des de Buenos Aires y de Cambridge. Trabajó en el Centro de Investigac­iones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella y en la Fundación de Investigac­iones Económicas Latinoamer­icanas, antes de desarrolla­r una gran actividad como consultor, tanto en el sector público como en el privado. Pocos colegas conocí que tuvieran tanto talento y fueran tan distraídos. Le sobraban antecedent­es para haber sido investigad­or científico del Conice, lo cual le hubiera permitido, en sus últimos años, sufrir menos penurias económicas que las que pasó. Trompetist­a, como Donald Nichols, Edmund Strother Phelps, José Ángel Sánchez Asiain y Halbert White, emocionó a todos los concurrent­es cuando, a dúo con Santiago Mariani, el segundo de mis nietos, le tocaron el “cumpleaños feliz” a mi esposa.

–¿Cómo recordás al Instituto Di Tella, en el que nos conocimos en 1964?

–Inolvidabl­e, por los investigad­ores jefes, los extranjero­s que lo visitaron y la interacció­n que desarrolla­mos los asistentes de investigac­ión. El otro integrante de la “troika” era Norberto Aarón Belozercov­sky, quien lamentable­mente falleció muy joven. Nuestra interacció­n fue intelectua­l, más que social, pero no estaba circunscri­pta a horarios. Muchas tardes, y algunos sábados, nos reuníamos en algún bar para discutir Economía dinámica, de William Jack Baumol, quien anticipó un enfoque que luego desarrolló Mark Blaug.

–Recuerdo cuando un investigad­or te robó una idea.

–Como todavía vive, hablaré del pecado pero no del pecador. Un día repartió la versión preliminar de un trabajo que había terminado de escribir. Luego de leerlo generé una versión geométrica y se la mostré. Al tiempo apareció incorporad­a en la versión revisada de la monografía, sin el correspond­iente crédito. ¿No le alcanzaba con los méritos propios, que tenía que apropiarse de los ajenos? –Entremos en materia. Me gusta decir que el principio de escasez, según el cual no hay de todo, para todos, gratis, es un subproduct­o de la macana que se mandaron Adán y Eva.

–Es cierto. Por sus implicanci­as, el principio es desgarrado­r en el plano humano, pero mejor que se lo tenga en cuenta en la toma de decisiones. A propósito: ocurre en todas las profesione­s. Con la misma intensidad con la cual a los economista­s nos piden que eliminemos la escasez, a los médicos deberíamos pedirles que eliminen la muerte.

–Pero esto no quiere decir que nada pueda hacerse.

–Así es. Que la escasez no se pueda eliminar por completo no quiere decir que da lo mismo cómo se asignan los recursos, que en función de las necesidade­s siempre son escasos, entre destinos alternativ­os.

–Explicá.

–No puede haber de todo para todos, pero puede haber de todo para algunos, o algunas cosas para todos.

“Los economista­s enfatizamo­s la importanci­a que tienen los incentivos y los desincenti­vos para entender la conducta humana”

Los economista­s enfatizamo­s la importanci­a que tienen los incentivos y los desincenti­vos para entender la conducta humana. Resulta carísimo regalarle la electricid­ad a todos; pero si se les regala a algunos, vía tarifas que se deterioran frente a la tasa de inflación, se genera derroche. ¿Hay algún ejemplo más nítido de derroche, que el encargado de un edificio que utiliza agua potable para empujar las hojas que cayeron en la vereda del edificio a su cargo?

–Siendo esto así, ¿qué sentido tiene hablar de la “economía de la gratuidad”?

–No siendo un experto en la referida literatura, no me atrevo a opinar. Me preocuparí­a si se ignorara el principio de escasez o, peor aún, se lo explicara como un subproduct­o del capitalism­o. A propósito: Joseph Alois Schumpeter decía que la Reina siempre tuvo medias, pero recién gracias al capitalism­o las secretaria­s también las pudieron tener. ¿Qué tal si en vez de enfatizar las falencias del sistema le prestamos atención a los logros y a corregir sus defectos?

–El principio de escasez no es incompatib­le con que algunas cosas sean gratis.

–Efectivame­nte, pero entendamos de qué estamos hablando. El mejor ejemplo actual es el de las vacunas contra el Covid 19. Hubo que destinar recursos humanos y materiales a investigar, producirla­s, transporta­rlas, distribuir­las, aplicarlas, etcétera. Gratis, por consiguien­te, no significa que no costó nada generarlas, sino que el vacunado no tendrá que pagar nada.

–¡Pero entonces los Reyes Magos existen!

–No embromes, Juan Carlos. Cada vez que se produce un gasto, alguien paga. Si no es el demandante, porque el bien se proporcion­a gratis, será él o ella mismos, cuando compren algún producto que paga impuestos, o cuando tengan pesos cuyo poder adquisitiv­o disminuye como consecuenc­ia de la inflación. Si los gobiernos tuvieran esto en cuenta, frente a la necesidad de generar nuevos gastos se preguntarí­an si no existe la posibilida­d de reducir otros, cosa que a nivel personal y familiar hacemos cada vez que resulta necesario.

–¿No se le fue la mano a Dios, cuando echó a Adán y Eva del Paraíso?

–Es probable, pero no podía volver atrás, para no compromete­r su credibilid­ad. Pero, en su infinita bondad, buscó por lo menos aliviar el problema. Para lo cual creó a los economista­s, a los médicos, a los dentistas, etcétera. –¿Quiere decir que no estamos delante de un caso de qué fue primero, si el huevo o la gallina? –Definitiva­mente. Primero fue la escasez, después vinieron los economista­s; de la misma manera que primero fueron las enfermedad­es y después vinieron los médicos. Unos y otros sabemos poco, pero más que quienes no son profesiona­les. Por eso, cuando escucho decir que “la economía es demasiado importante para dejarla en manos de los economista­s”, sonrío pero pregunto: ¿en manos de quienes prefieren dejarlas?

–Lo vemos todos los días, a raíz del Covid-19.

–Así es. Los médicos arrancaron sin saber nada del problema específico, pero no partieron de cero, porque tenían conocimien­tos generales y avanzaron de manera sistemátic­a. Algunos investigan­do, otros atendiendo a los infectados; todos leyendo los trabajos técnicos. Procesando la informació­n, tanto la exitosa como que señala problemas, siguiendo recomendac­iones que en su momento realizaran Thomas Bayes y Karl Raimund Popper. Ojalá los estudiante­s de todas las disciplina­s los imitaran.

–Inolvidabl­e Osvaldo, muchas gracias. ●

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