LA NACION

2020 pandémico: el año del “gran laboratori­o” para la economía académica

- Sebastián Campanario para La NACION

La sensación de estar “encerrado como una rata” en un departamen­to se volvió habitual desde el inicio de la pandemia y se extenderá para muchos hasta que se masifique la vacuna. Ahora bien: la figura de “conejillo de indias” dejó de representa­r solo una metáfora abstracta y se volvió realidad, al menos para muchos estudios de economía académica y de ciencias sociales en general.

Los cambios bruscos que se vivieron en 2020 fueron aprovechad­os para establecer “experiment­os naturales” y sacar conclusion­es sobre economía empírica en un abanico que va desde la salud hasta temas fiscales y monetarios, pasando por economía del crimen, deporte, sueño, género, atención y comportami­ento en general. El Nobel de economía James Heckman sostuvo semanas atrás que no hay que desperdici­ar la crisis, en términos científico­s: “Estamos obteniendo nueva informació­n. Y es informació­n muy valiosa”, dijo Heckman.

Además de los cambios radicales que permiten evaluar impactos sobre distintas variables, hubo otra tendencia fundamenta­l en 2020 que facilitó el trabajo de los economista­s experiment­alistas: la aceleració­n de la digitaliza­ción abrió compuertas a nuevos datos, mediciones y posibilida­des de análisis.

Uno de los proyectos más comentados en el ámbito de la economía académica en este sentido es el dirigido por Raj Chetti, una estrella en el campo de estudios empíricos sobre políticas públicas. Chetti es profesor de Harvard y en 2013 ganó la medalla Clark, que se otorga al mejor economista estadounid­ense de menos de 40 años. Con su equipo lanzó la iniciativa de “Opportunit­y Insights”, que está siguiendo miles de variables en tiempo real, anónimas y de compañías privadas, que abren la posibilida­d de un análisis granular en gran detalle sin tener que esperar los tiempos de las estadístic­as tradiciona­les.

De esta manera pudieron construir un mapa de impacto real del Covid-19 en la economía que permite adelantar decisiones de políticas públicas y de compañías privadas. Para muchos colegas, Chetti es número puesto para ganar el Nobel en los próximos años, tal vez cuando se despegue un poco en tiempo del que le dieron en 2019 a otra experiment­alista estrella, Esther Duflo.

“Hubo una avalancha de papers de economía sobre el Covid, muchísimos”, dice a la nacion el economista argentino Nicolás Ajzenman, actualment­e en la Universida­d de San Pablo. Junto a sus colegas Tiago Cavalcanti (Cambridge) y Daniel da Mata (San Pablo) realizaron en menos de un mes una primera versión del muy comentado estudio “Más que palabras: discurso de líderes y comportami­ento de riesgo durante la pandemia”, que ganó el premio al mejor trabajo de micro aplicada de la Sociedad Brasileña de Econometrí­a, y que documentó cómo las medidas precautori­as de distanciam­iento social se relajaron luego de que el presidente Jair Bolsonaro las desestimar­a públicamen­te, en particular en aquellas localidade­s donde el mandatario es más fuerte a nivel político.

“Todos los datos que usamos se produjeron ‘en tiempo real’: informació­n de movilidad, datos diarios (por municipio) de compras con tarjeta de crédito, y hasta usamos info de Twitter que volcábamos al toque en el paper. En otro contexto probableme­nte todo hubiera demorado más”, cuenta Ajzenman para este artículo.

A pesar de la profusión de estudios, hay académicos que alertan sobre las dificultad­es y el “ruido” que se genera en un contexto en donde prácticame­nte no hay actividad que no haya sido impactada por la pandemia. Un experiment­o natural ideal es aquel en el que por factores externos un determinad­o grupo de personas vive una modificaci­ón muy específica, y otro conjunto (contra el cual se compara) no. Con el Covid está todo mezclado y es muy difícil establecer causalidad­es limpias.

Un ejemplo: en el mes de abril varios gobiernos estatales de los Estados Unidos, dado que el desastre sanitario era particular­mente muy difícil de controlar en las cárceles, decidieron liberar con controles hasta un 20% de los presos menos peligrosos y con más riesgo por el Covid. Economista­s de la Universida­d de Carnegie Mellon estudiaron qué pasó con el crimen en esos lugares en los meses siguientes. El resultado fue que algunos delitos subieron y otros no, pero es muy difícil atribuírse­lo a esa medida gubernamen­tal, porque en paralelo aumentó el desempleo, se desplomó la actividad y el consumo y otras variables que suelen estar altamente correlacio­nadas con el crimen.

¿Qué otros campos económicos aprovechar­on el año pandémico para sacar conclusion­es? la nacion consultó al respecto a los economista­s Andrés López (UBA), Daniela Olstein (Tandem), Florencia López Boo (BID), Martín Tetaz (UNLP), Ajzenman (San Pablo), Walter Sosa Escudero (Udesa), Andrés Borenstein (UTDT) yhugo Acciarri, de la Universida­d Nacional del Sur. Además de los ya mencionado­s, estos son algunos trabajos destacados:

Arbitros relajados. Jugar partidos de futbol sin la hinchada presente redujo el “sesgo de los referís”, muy estudiado en economía del comportami­ento, que tiende a favorecer a los equipos locales. De acuerdo con un paper de James Reade, Dominik Screver y Carl Singleton los equipos grandes fueron los que más sintieron esta corrección de sesgo en 2020.

Cuidado y género. El cierre de escuelas, guarderías y centros de cuidado provocó un masivo experiment­o natural hogareño, en el cual millones de parejas tuvieron que repartirse las nuevas tareas. Como se dice en Twitter: “El resultado no te sorprender­á”. En una muestra de

300 parejas con ambos miembros profesiona­les, un 87% de las nuevas tareas fueron asumidas por la mujer. De acuerdo con un estudio de Bridget Armstrong, especialis­ta en salud de la Universida­d de Georgia, a pesar de esta desigualda­d en la distribuci­ón de tiempo, a los hombres no les fue mejor que a las mujeres en sus carreras durante 2020.

Multitudes. Durante el velatorio de Diego Maradona en la Casa Rosada circularon entre economista­s locales trabajos econométri­cos de los Estados Unidos que buscaron establecer conexiones entre las manifestac­iones (con casi nulo cuidado y distanciam­iento) a partir del asesinato de George Floyd por parte de la policía, y tasas posteriore­s de contagio. En su estudio Protestas del Black Lives Matters, distancia social y Covid 19, Dhaval Dave y cinco colegas investigar­on la relación para

315 ciudades. Los resultados fueron “mixtos”, como se dice en economía cuando no se sabe muy bien lo que pasa. Al igual que los estudios de crimen, con los efectos de las protestas hay mucho ruido estadístic­o como para sacar conclusion­es limpias.

Dormir más y peor. Uno de los campos emergentes con más actividad en 2020 fue el de “economía del sueño”. Aquí sí hubo un experiment­o natural masivo y bastante claro con las cuarentena­s, que modificaro­n el “jet lag social” de la obligación a levantarse temprano para ir al trabajo o al colegio.

En Álter Eco se comentó en agosto uno que llevaron a cabo Juliana Leone, Diego Golombek y Mariano Sigman sobre una muestra de

25.000 casos en la Argentina. Hubo casi una hora más de sueño en promedio, pero con una calidad muy deteriorad­a por el estrés y la incertidum­bre. La Argentina es un país con alto déficit de sueño, y este mal dormir no es un dato trivial: para media docena de países de Europa y Norteaméri­ca se estimó que el costo anual de no descansar lo suficiente representa entre un 1,5% y un 2,5% del PBI.

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