LA NACION

El año empezó con todo. Boca y River empataron en un superclási­co electrizan­te

Ganaban los xeneizes, los millonario­s lo dieron vuelta en cuatro minutos y Villa igualó (2-2) cuando faltaban cinco; Ábila, Girotti y Borré, los otros goles; Zambrano y Enzo Pérez se fueron expulsados

- Ariel Ruya

Fue un gran clásico. Emotivo, apasionado, cambiante. Lo tenía Boca, lo ganaba River. El empate de Villa fue un premio a la excelencia: Boca y River igualaron 2 a 2 en un encuentro para poner en un marco. Porque fue una película con final abierto hasta el final. Lo mismo va a ocurrir en la definición de la Zona campeonato a de la copa Maradona. Y dieron un mensaje: quieren reencontra­rse en la final de la Libertador­es. Una vez más.

No fue un antiguo clásico de verano, con las piernas desgastada­s por la pretempora­da que apenas avanza: resultó un súper atractivo, intenso, con dos estilos diferentes. Boca se inclinó por un equipo sin algunos titulares indispensa­bles (Tevez, Salvio, Fabra) y un esquema rápido, profundo, que explotó la libertad ajena. River dispuso de una formación con mayoría de titulares, con la convicción de la complicida­d del dominio de la pelota. Boca no necesitó del balón para ser peligroso: lo fue hasta cuando parecía dominado, adormecido. River jugó a lo River, menos en el área: con un dominio parecido a la intrascend­encia.

Y en el medio, la amenaza, de unos y otros. andrada contuvo un disparo de Borré; Wanchope abrió el marcador con clase y potencia un punzante pase de Más; un remate de carrascal chocó con un poste (de pique al césped, con magia), armani surgió ante capaldo. El clásico fue un libro abierto de fútbol, de a ratos: el toque millonario contra el vértigo xeneize.

carrascal es un atrevido que podría creerse crack, pero sus creaciones a veces son subterráne­as, cardona debería patear el tablero, no ser tan obediente: recostado a la derecha (Villa actuó por la izquierda, por las subidas de Montiel), fue un jugador de tercer orden. Los mejores avances fueron por los costados, con Mas, con Villa, con Montiel y el pibe Beltrán, un entusiasta. campuzano debió ser expulsado en el primer tiempo, por un codazo directo a la garganta de carrascal.

Se jugó con el corazón caliente, desde el primer minuto quedó enterrado el concepto de partido de verano, de clásico mezclado en un torneo que no interesa demasiado. No sólo la formación de River dio esa señal: los dos equipos no escondiero­n las piernas, más allá de que lo que ocurría era lo urgente y lo que vendrá, es lo verdaderam­ente importante.

No sólo fue la puerta de despegue de una probable final casera: hay un mundo de posibilida­des de que el próximo encuentro de gigantes sea en la final del Maracaná, el 30 de enero, por la copa Libertador­es. No hay nada más arriba, sólo el cielo. Este Boca-river curioso –por la fecha, el contexto– resultó la antesala de los choques contra los brasileños. River jugará con Palmeiras este martes, a las 21.30, mientras que Boca se enfrentará con Santos un día después, a las 19.30.

En el segundo tiempo, Gallardo pateó el tablero otra vez: dispuso de los ingresos de Nacho Fernández y Suárez, otros titulares, lo que confirmó la certeza de que para River no era un partido estival, ni la antesala de nada.

Y con el partido desatado, Russo decidió el ingreso de Tevez, mientras abila y Zárate discutían –primero, en la cancha, luego, en el banco– y campuzano era expulsado, un poco tarde, por otro codazo. al colombiano le quedó demasiado grande el clásico. Lo mismo ocurrió con el árbitro Fernando Rapallini.

El pibe Girotti, otro de los ingresados, selló el 1-1, con un cabezazo desde el césped, luego de otro punzante centro de Montiel. Y al rato, otro centro encontró en el aire a Borré, el goleador del ciclo Gallardo. Pero Boca no se quedó parado: aprovechó la expulsión de Pérez y Villa selló un 2-2 impensado, que no imaginó nadie. Fue un gran clásico.

 ?? Pool REUTERS ?? Con dientes apretados: Beltrán y Villa se disputan la pelota en un superclási­co al que no le faltó nada
Pool REUTERS Con dientes apretados: Beltrán y Villa se disputan la pelota en un superclási­co al que no le faltó nada

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