Entre los suplentes, un delantero aprovecha las chances, y el otro, no
Ábila volvió a anotar y tiene una correcta media de goles en Boca; Zárate sigue sin responder; discusión entre ambos
“Traigan un 9”. El reclamo en forma de broma que los hinchas de Boca convirtieron primero en bandera, más tarde en meme y luego en sticker de Whatsapp fue silenciado, una vez más, por Ramón Ábila. Ubicado en una posición en la cual siempre coquetea con el off-side, Wanchope recibió una asistencia perfecta de Emmanuel Mas casi en el área chica y se llenó la boca de gol para establecer el 1 a 0 parcial a los 9 minutos del superclásico.
El tanto de anoche de Ábila se encadena con los dos que le marcó seis días antes a Huracán. Y es, al mismo tiempo, un mimo para él y su familia, luego de un cierre de año más triste que nunca por el suicidio de Gastón Ábila, hermano del goleador, víctima de depresión.
Poco tiempo después de ese gran desahogo, un problema físico activó la alarma a los 33 minutos. El delantero levantó el brazo derecho y se tomó la zona del sacro. Sólo sus ganas le permitieron completar en el campo de juego la primera etapa, para luego tratarse y poder seguir.
Ábila hoy es habitual suplente. Aunque en los 79 partidos oficialesque jugó desde que llegó, a comienzos de 2018, marcó 35 goles (0,44 de promedio), el titular usual es Franco Soldano. Que cumple un rol diferente, con el que libera a Carlos Tevez pero al mismo tiempo se aleja de la red. En sus 20 encuentros de 2020 anotó apenas dos veces.
La dupla ofensiva que eligió Russo se completó con Mauro Zárate. El caso del ex delantero de Vélez es curioso. Desde que en julio de 2018 llegó al club de la Ribera a pedido de Guillermo Barros Schelotto (que intentaba amenazarle la titularidad a Tevez), siempre reclamó oportunidades. Y si algo no le faltó fue eso. Pero las desaprovechó.
En ese segundo semestre jugó 20 partidos y marcó 4 goles. Ya sin el mellizo, Gustavo Alfaro apostó por él, y el inicio de 2019 fue bueno. Pero todo fue diluyéndose entre fastidios, caras largas y rumores de falta de profesionalismo y de dudosas lesiones para evitar ir al banco de suplentes cuando el entrenador elegía a compañeros. Sin embargo, ése resultó su mejor año en el club: 43 encuentros y 13 tantos.
El arribo de Russo, el entrenador que lo hizo debutar en Vélez, supuso más chances para el atacante. Pero las pocas veces que jugó no ofreció las garantías buscadas y volvió a quedarse afuera. Cerró 2020 con una estadística muy pobre: 10 partidos y ningún gol.
Un encuentro importante. Eso reclamó desde siempre Zárate. Y el de anoche, contra River, con las semifinales de la Copa Libertadores en el horizonte, fue eso. Pero cada vez que recibió el balón, casi siempre optó por el lucimiento personal. Una excepción se dio cuando abrió la pelota para Mas y todo terminó con el gol de Ábila.
El cierre de su noche fue a puro insulto. A los 10 minutos le recriminó a Wanchope que no le hubiera pasado la pelota en una acción que lo dejaba solo frente al arco vacío. Un minuto más tarde, ambos se fueron reemplazados y el cruce de reproches y disculpas de un lado y de otro continuó del otro lado de la línea de cal.
Los partidos pasan y las chances se reducen. Y mientras uno, Ábila, las aprovecha y aporta goles al equipo y a su cuenta personal, el otro, Zárate, ve cómo el tren se va, los vagones se terminan y él no se sube.