LA NACION

El papa Francisco. “Maradona fue un hombre frágil, pero en la cancha fue un poeta”

El pontífice calificó al 10 como “un gran campeón que regaló alegría a millones”; sus peculiares vivencias relativas al fútbol

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– “Maradona fue un hombre frágil, pero en la cancha fue un poeta”. A pocas semanas de la muerte de Diego Armando Maradona, sucedida el 25 de noviembre, así se expresó el papa Francisco en una entrevista que concedió a La Gazzetta dello Sport, en la que el pontífice, apasionado por el fútbol e hincha de San Lorenzo, habló del deporte.

El diario deportivo más vendido de italia, famoso por sus páginas rosas, recopiló el pensamient­o del “pontífice más cercano de siempre a «nuestro mundo»” en un pequeño librito, que regaló junto a la edición de ayer y que definió una “encíclica laica” sobre el deporte, con siete conceptos desarrolla­dos: los de lealtad, compromiso, sacrificio, inclusión, espíritu de grupo, ascesis y rescate.

Pero hay más. cuando el periodista Pier Bergonzi, que fue recibido semanas atrás en la residencia de Santa Marta, le preguntó al Papa qué había representa­do Maradona para “su” Argentina, el ex arzobispo de Buenos Aires recordó que lo había conocido en 2014, cuando la Fundación Pontificia Scholas Occurrente­s organizó un partido por la paz en esta capital. “Recuerdo con placer todo lo que Diego hizo por Scholas Occurrente­s, la fundación que se preocupa por los necesitado­s de todo el mundo”, evocó. “En la cancha fue un poeta, un gran campeón que regaló alegría a millones de personas, en la Argentina y en Nápoles. También era un hombre frágil”, precisó. “cuando me dijeron de la muerte de Maradona recé por él y le hice llegar a la familia un rosario con palabras de consuelo”.

El papa Francisco también contó una anécdota personal del campeonato Mundial de 1986, “el que la Argentina ganó justamente gracias a Maradona”. “Estaba en Fráncfort. Era un momento difícil para mí. Estaba estudiando el idioma y recopiland­o material para mi tesis. No había podido ver la final del Mundial y sólo me enteré al día siguiente de la victoria de Argentina sobre Alemania, cuando un chico japonés escribió sobre el pizarrón «Viva la Argentina», durante una clase de alemán. Personalme­nte, la recuerdo como una victoria de la soledad, porque no tenía a nadie con quien pudiera compartir la alegría de esa victoria deportiva: la soledad hace sentirse solo, mientras que lo que hace linda la alegría es compartirl­a”, afirmó.

El papa Francisco recordó que en su infancia iba en familia a la cancha, al Gasómetro. “Tengo especial memoria del campeonato de 1946, el que mi San Lorenzo ganó. Recuerdo esos días pasados viendo a los jugadores y la felicidad de nosotros, los chicos, cuando volvíamos a casa: la alegría, la felicidad en el rostro, la adrenalina en la sangre”, contó. “Otro recuerdo es la pelota de trapo: el cuero costaba y nosotros éramos pobres. La goma todavía no era habitual. Pero a nosotros nos bastaba una pelota de trapos para divertirno­s y hacer, casi, milagros, jugando en la placita cerca de casa”, evocó.

Y admitió que le decían “patadura” porque no era bueno jugando al fútbol. “De chico me gustaba el fútbol pero no era de los mejores. Me decían «patadura» y por eso me hacían jugar en el arco. Pero hacer de portero para mí fue una gran escuela de vida. El portero siempre tiene que estar listo para responder a los peligros que pueden llegar de cualquier parte... Y también jugué al básquet. Me gustaba el básquet porque mi papá era una columna del equipo de básquet de San Lorenzo”, recordó.

consultado sobre algún hecho deportivo que lo hubiera impactado especialme­nte, el papa Francisco habló del legendario ciclista católico italiano Gino Bartali, que, según le contaron cuando visitó en Jerusalén el Memorial de Yad Vashem, ayudó a numerosos judíos a escapar durante la Segunda Guerra Mundial, yendo y volviendo entre Florencia y Asís, escondiend­o en su bicicleta documentos que les servían para huir. “Pedaleaba centenares de kilómetros por día sabiendo que si lo detenían sería su fin. Pero, así, ofreció una nueva vida a familias enteras perseguida­s por los nazis, y también escondía a algunos en su casa. Se dice que ayudó a unos ochociento­s judíos a salvarse de la barbarie. Decía «el bien se hace, no se dice. Si no, ¿qué bien es?». El Yad Vashem lo considera «justo entre las naciones», reconocien­do su compromiso”, destacó. “Es la historia de un deportista que dejó un mundo un poco mejor que cómo lo encontró”, añadió.

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REUTERS Francisco conoció a Maradona en 2014, en ocasión de un partido por la paz

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