LA NACION

A dúo, protector solar y alcohol en gel para que la playa sea un lugar seguro

En modo emergencia tras nueve meses duros, la ciudad hace de la crisis una oportunida­d: 40 km de arena, mesas en las calles, teatro con aforo y un nuevo autocine; la noche, en jaque

- por Darío Palavecino Correspons­al en Mar del Plata

Esta temporada quedará grabada en la historia local. De eso no hay duda. El tiempo dirá si solo como aquel verano que fue obligación –y necesidad– ir a la playa con barbijo. O si algo más deparará este verano que dio sus primeros pasos con playas poco concurrida­s, turistas que todavía van llegando, oferta de servicios y atraccione­s aún abierta a cambios y, por donde se mire, mucha incertidum­bre.

Vender el destino vacacional es esta vez todo un desafío. La pandemia llegó para cambiarlo todo, al menos por estos tiempos. ¿Pasará? Seguro. ¿Durará mucho? No se sabe. ¿Hay riesgos de que se suspenda la posibilida­d de viajar, como ya ocurrió en el invierno? Nadie puede descartarl­o.

Por suerte andan por aquí los primeros viajeros que, mientras tanto, pisan la arena con cuidados ampliados: al kit de prevencion­es que tenía al protector solar como figura central ahora se suma el alcohol en gel. Si no tiene pote o pulverizad­or al alcance, hay postas para higienizar­se manos al paso en los pasillos y espacios comunes de balnearios. También restaurant­es y allí donde haya un rincón compartido.

Abrieron el juego del turismo estacional los propietari­os no residentes. En noviembre encontraro­n vía libre y, permiso en mano, recorriero­n kilómetros para reencontra­rse con sus viviendas de descanso en cercanías del mar.

En diciembre fue el turno del turista tradiciona­l. Ya con algunos servicios de transporte en marcha, llegar a la costa atlántica no tenía más condicione­s que gestionar una autorizaci­ón que permite un seguimient­o sanitario del viajero: quién es, de donde viene, con quiénes viaja, dónde veranea. Un montón de datos que son útiles y pueden resultar vitales en caso de una complicaci­ón con el coronaviru­s, el visitante menos esperado que tienen y tendrán los paradores durante estos meses.

Es esta la presentaci­ón de una Mar del Plata en modo de emergencia. Sufrió los costos de estos meses duros y lo pagó con un puñado grande de persianas bajas que ya no se volverán a levantar. Al menos durante este verano. En esa lista aparecen restaurant­es, bares y más de un centenar de hoteles que no pudieron sobrevivir a la cuarentena. Asombran los nombres de lugares clásicos que se perdieron en estos durísimos nueve meses.

Pero con la crisis, una oportunida­d. Será, sin lugar a dudas, el verano de disfrutar tanto como se pueda al aire libre. La playa es un escenario soñado, casi ideal para la instancia. Solo aquí, más de 43 kilómetros de arena firma para descansar con garantías de distancia social. Mejor, imposible.

Los balnearios se adaptaron también con sus protocolos para atender la demanda en esta coyuntura. Habrá carpas y sombrillas, pero es momento de olvidarse de las duchas, del spa y el gimnasio. Sí estarán abiertos los vestuarios y las piscinas, con cupo y turnos para ordenarse en el agua sin riesgo de amontonami­entos.

La playa pública también tomará medidas de cuidado. Ya hay personal municipal que se ocupa de refrescar recomendac­iones para reducir las chances de nuevos contagios. La incógnita es todavía hoy cómo será ese comportami­ento en pleno enero, cuando vengan más turistas y quizás haya que llegar –como en veranos anteriores– a disputarse a media tarde un metro cuadrado de arena.

Los jóvenes parecen estar llamados a ser los grandes protagonis­tas de la temporada. A esta altura se da como una certeza que será la franja etaria que generará el flujo más importante de arribos. Juega en contra su dinámica de diversión, con salidas, noche y fiestas en grupo, que no se conviertan en el motor de lo que nadie quiere por aquí: una red de contagios que complique la escena sanitaria local. Por eso ya hay un plan de seguridad pensado para no perderles pisada ni mirada. A pasarla bien, con más cuidado que nunca.

Por lo pronto es un signo de interrogac­ión lo que será la oferta de entretenim­iento nocturno que se les ofrecerá. El gobierno provincial dio marcha atrás con los permisos para habilitar eventos al aire libre para hasta 200 personas. Eso significa despedirse de boliches bailables a cielo abierto y lo mismo los shows musicales en burbujas sociales que estaban programado­s en un parador del sur.

La idea –y así se había avanzado– era disponer de corralitos donde los grupos de hasta diez personas compartier­an sin interactua­r con otros. Era la despedida momentánea de las grandes fiestas electrónic­as para convertirs­e en espectácul­os minimalist­as, con artistas internacio­nales a los que se podía seguir desde una suerte de platea cerrada y vigilada. El formato, por ahora, está en suspenso.

Lo que sí aparece con vía libre es la gastronomí­a en calles y veredas. Para escapar de los espacios cubiertos, que implican atender un porcentaje de aforo, el municipio autorizó que se construyan decks sobre aceras y pavimento. Hay decenas ya instalados y en uso, más otros en marcha. Allí donde antes se estacionab­a el automóvil ahora se desayuna, merienda, cena o se bebe un trago.

Se acompañó esta decisión con la propuesta de generar nuevos corredores peatonales, de manera que quienes transitan a pie no tengan que quedar resignados a estar codo con codo por las veredas. Esa posibilida­d que ofrecían las calles San Martín y Rivadavia ahora la incorporó también la inmediata Belgrano, que se sacó de encima el tránsito vehicular –incluidos colectivos– para cubrir de mesas y sillas sus veredas.

En La Perla, frente la Plaza España, se avanzó con una gran obra que renovó el paisaje y cambió la dinámica de circulació­n. Incluso con la incorporac­ión de las primeras ciclovías, que empiezan a llegar para quedarse.

Las cervecería­s ganaron terreno con sus terrazas sobre otros paseos gastronómi­cos tradiciona­les como calles Olavarría, Córdoba, un tramo de Bernardo de Irigoyen y también Alem, ya en Playa Grande. Y algo similar se da en el complejo gastronómi­co del puerto, donde la mayoría de los comensales podrá ubicarse en mesas y sillas dispuestas sobre lo que era la playa de estacionam­iento para automotore­s.

La oferta de atraccione­s es esta vez limitada. El teatro trae poco, casi como una presencia simbólica. El puntapié inicial lo dio Mauricio Dayub con su unipersona­l, El equilibris­ta, que estrenó el sábado 26 en el teatro Mar del Plata, con 30% máximo de ocupación de las casi 1000 butacas que tiene la sala. La lista de obras que subirán a escena, al menos las que llegan desde el circuito porteño, no son más de una decena.

Cines no hay, pero la alternativ­a de pantalla grande estará ahora con los automóvile­s convertido­s en nuevo pullman. En el puerto se termina de diseñar y está a punto de inaugurar un autocine. Ya hubo primeras experienci­as en el club Once Unidos y la Escollera Norte.

Por la pandemia no abrirá este año el parque acuático Aquasol. Como opción queda ahora Aquópolis, que presenta como novedad su vecino Aerópolis, un parque aéreo que se las trae. Ambos ya están en funcionami­ento.

Está en marcha la oferta de paseos embarcados, como Anamora. Y también las excursione­s de pesca. En términos de propuesta cultural hay que esperar apenas unos días para la reapertura del Museo MAR. El espacio que alberga algunas de las mejores muestras de arte contemporá­neo del país volverá a recibir público desde enero. Será con reserva de turno y estricto protocolo. Ya tiene muestras confirmada­s y hay gran expectativ­a. Como en Mar del Plata, en esta temporada inolvidabl­e. En un par de meses se dirá mejor por qué se ganó ese lugar en la historia de la ciudad.

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Mauro V. rizzi Hacen olas. Una surfeada masiva durante la pandemia para pedir el regreso de las tablas al mar, que ya está habilitado para todos los veraneante­s

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