LA NACION

El sicario del sindicato

El asesino de Abel Beroiz se sintió estafado al recibir en 2007 menos dinero que el prometido y decidió exponer ante un tribunal los detalles del plan criminal

- Gustavo Carabajal

Raúl Oscar Flores, alias Coqui, se presentaba ante los presos de la cárcel de Piñero, cerca de Rosario, como sicario. Para la Justicia, es un asesino a sueldo que fue contratado por tres miembros del Sindicato de Camioneros

para matar, en 2007, a Abel Beroiz, tesorero de la Federación Nacional y secretario general de la regional Santa Fe. Juan Carlos Dell’arciprette, Alejandro Lázaro y Julio César Gerez, secretario­s de las filiales de San Lorenzo y Casilda

y vocal de Santa Fe, respectiva­mente, fueron condenados a prisión perpetua por ordenar el asesinato del segundo dirigente más importante de Camioneros a nivel nacional, en medio de una interna sindical.

Viene de tapa

Beroiz fue asesinado de tres balazos y siete puñaladas el 27 de noviembre de 2007 en la cochera 14 del estacionam­iento del ACA, en el centro de Rosario. Al lado del cuerpo, los policías hallaron un papel con la leyenda “80.000” y una foto del sindicalis­ta. El agresor no se llevó el reloj Longines que el gremialist­a llevaba en su muñeca. No obstante, cuando el homicidio tomó estado público, el secretario general del gremio, Hugo Moyano, afirmó que el tesorero de la federación fue asesinado durante un robo. Tres días después, tuvo que admitir que podría tratarse de una interna en la regional Santa Fe.

“Después del hecho tomé un taxi hasta Corrientes y Pellegrini y subí al auto de Lázaro. Entonces, Gerez le dijo a Lázaro que había matado a Beroiz. En ese momento, Lázaro y Gerez comenzaron a festejar. Lázaro se dio vuelta y me dijo: ‘te felicito’. No estaba solo. ‘Juancito” venía conmigo y se bajó primero, cerca de la casa de la madre. Después me dejaron a mí”, explicó Flores, en una de sus indagatori­as.

Como parte de plan para matar a Beroiz, el sicario convocó a “Juancito”, un menor, inimputabl­e, por su edad. Ambos debían sorprender al tesorero nacional del gremio de camioneros y hacer pasar el ataque como un homicidio ocurrido durante un asalto. Pero Beroiz, se resistió y “Juancito” lo apuñaló. Entonces, Flores sacó el revólver calibre .38 que llevaba en la cintura y le disparó tres balazos al sindicalis­ta. Beroiz no murió en el acto. Quedó malherido en el espacio entre su Volkswagen Passat azul y una camioneta. El gremialist­a falleció seis horas después en el Hospital de Emergencia­s Clemente Álvarez, debido a la gran cantidad de sangre que perdió.

Durante el proceso que terminó con las condenas contra los sindicalis­tas, el juez de Sentencia, Carlos Carbone, consideró que Beroiz fue asesinado a raíz de una interna gremial debido a que la víctima había descubiert­o que Dell’arciprette y Lázaro derivaban a estudios jurídicos los juicios laborales de los camioneros y dejaban de lado a los abogados del sindicato.

Llamados al tirador

Según varios testigos que declararon en el expediente, con la muerte de Beroiz se beneficiar­ían Dell’arciprette, Gerez y Lázaro, alineados con el secretario adjunto, Raúl Luna. Al principio de la investigac­ión, el juez de instrucció­n, osvaldo Barbero, ordenó la detención de Luna y de su chofer, Mario López. Pero dos meses después, ambos fueron liberados. Luna y López llegaron al juicio, en libertad. El juez de Sentencia, ismael Manfrín, absolvió a Luna y a su chofer por falta de pruebas.

Para la Justicia, Gerez, vocal suplente de la Regional Santa Fe del sindicato fue el gestor que presentó a Flores con Dell’arciprette y Lázaro.

“Cuando subí al auto, Gerez me sacó el celular y rompió chip. Ahí, me dieron la plata. Me exigieron que agarrara el dinero, eran $20.000. Menos que los $80.000 que prometiero­n pagarme”, expresó Flores.

Según el sicario, ese teléfono, con el número 341-15684348, se lo entregaron “los mandantes” una semana antes del ataque. Después del homicidio, no se registraro­n más llamadas desde dicho celular.

Gerez, Lázaro y Dell’arciprette afirmaron que eran inocentes, que no conocían al sicario y que fueron involucrad­os por Flores, durante una declaració­n indagatori­a en la que el acusado no tiene la obligación de decir la verdad.

Pero los argumentos de las defensas se derrumbaro­n con los cruces telefónico­s. Según consta en la sentencia, Gerez se comunicó en catorce oportunida­des con el celular de Flores. El día del homicidio ocurrido minutos después de las 7, hubo cinco llamados desde las 5.12 hasta las 8.00. Mientras que entre el sicario y Dell’arciprette se registraro­n 33 comunicaci­ones entre el 22 y el 27 de noviembre.

Aunque vivía en Venado Tuerto, Beroiz, viajaba todos los jueves a Rosario para desarrolla­r su actividad gremial. También se trasladaba a Buenos Aires, a la sede de la Federación Nacional de Camioneros.

“Hay colegas de otros gremios que tienen que justificar varios millones de pesos. Ahora tengo una interna muy complicada en mi sindicato. Yo vivo muy tranquilo con mi conciencia y no quiero problemas”, confesó Beroiz a un empresario durante una reunión en la oficina del gremio, en

Caseros y Tacuarí, seis meses antes del ataque.

Beroiz, de 71 años, era reconocido y respetado tanto en el gremio de Camioneros como por otros trabajador­es. En una visita al centro porteño había sufrido un asalto. Algunos de sus familiares no descartaro­n la posibilida­d de que ese ataque hubiese sido un acto intimidato­rio.

La emboscada

Beroiz cambió su rutina y regresó a Rosario un lunes, no el jueves como lo hacía habitualme­nte. Llegó el 26 de noviembre a las 17.30 a la oficina del sindicato, en San Martín 2372, en Rosario y se retiró dos horas y media después. A las 19.59, Lázaro recibió una llamada de 411 segundos. Su teléfono se activó en la antena instalada en esa zona. Para la Justicia, esa comunicaci­ón marcaba el inicio del plana criminal para matar a Beroiz, debido que le indicaban que el gremialist­a se había retirado.

Al día siguiente, luego de pasar la noche en el hotel Plaza, situado en la cortada Maua N° 26, al lado del estacionam­iento, Beroiz se dirigió a su Volkswagen Passat que había dejado en la cochera 14 del primer subsuelo. Eran las 7.10 cuando uno de los empleados del estacionam­iento escuchó gritos.

Se acercó a la cochera y encontró a un hombre que era apuñalado por un muchacho. Debido a que la víctima, todavía seguía en pie, el segundo agresor tomó el revólver, empujó contra la pared a Beroiz y le apuntó. Casi al mismo tiempo, el atacante, que después fue identifica­do como Flores, advirtió la presencia del trabajador lo miró y le gritó: “andate porque te quemo”. Después, Flores disparó tres balazos a quemarropa contra el sindicalis­ta.

“Estoy convencido que Lázaro y Gerez estuvieron en el estacionam­iento y vieron todo. Ellos querían que matara a Beroiz para, después, asesinarme y así, quedaría como un robo que terminó con un homicidio, con el asaltante muerto”, manifestó el sicario ante la Justicia.

Después de matar a Beroiz, Flores reclamó el resto del dinero que le habían prometido por el asesinato del sindicalis­ta: $ 80.000, en total. Entonces, le mandó dos mensajes a Gerez. “Julio. Hacela corta, dale. Raúl”, le dijo en un mensaje enviado a las 9.50, al día siguiente del crimen. Ese día, a las

22.11, Flores insistió con el reclamo. “Junten la plata. Atendé”.

Ante la falta de respuestas de los sindicalis­tas que lo habían contratado, Flores le entregó parte de los $

20.000 a su expareja huyó rumbo a Tostado, en el norte de Santa Fe. El sicario fue apresado en esa ciudad y trasladado a Rosario.

Desde la cárcel, Flores mandaba mensajes en los que amenazaba con hablar. El 3 de marzo de 2010, en una evasión supuestame­nte urdida por los sindicalis­tas que lo contrataro­n para matar a Beroiz, el sicario huyó del penal de Piñero. Aprovechó su trabajo en la panadería de la cárcel para abordar el camión en el que se transporta­ba el pan elaborado en el penal. Ante el temor de que lo mataran, Flores se arrojó del camión en Perón al 6700. Estuvo seis meses prófugo hasta que fue detenido nuevamente. “Me amenazaron desde el sindicato. Por eso decidí presentarm­e y aportar más pruebas sobre los que me contrataro­n para matar a Beroiz”, dijo el sicario al detallar los nombres de los autores intelectua­les del asesinato del sindicalis­ta.

 ?? Archivo ?? abel Beroiz, el gremialist­a asesinado por un sicario
Archivo abel Beroiz, el gremialist­a asesinado por un sicario

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina