¿Quién me ayuda? El desafío logístico en la vuelta a clases
Hábitos Con una presencialidad parcial y cronogramas que varían semanalmente, en este comienzo el gran tema de las familias con más de un hijo es la organización para llevar y traer a los niños; crece la importancia de las redes de apoyo entre padres y ma
Carla Mora es diseñadora textil, pero desde hace un tiempo trabaja de forma independiente en logística. Curiosamente, es la misma que ahora debe aplicar con sus hijos que acaban de empezar el colegio. Organizar el traslado de ellos hoy se volvió su prioridad, ya que debe ir y venir varias veces al día porque hay semanas que no coinciden en los horarios de entrada y salida. “El más grande está en 4to grado y tengo al más chico en salita de 4. El de jardín solo tiene a la mañana y en primaria tienen presencialidad parcial: hay semanas que les toca ir a la mañana y tienen clases virtuales a la tarde pero hay otras que es al revés. Ahí es donde se arma el lío”, dice Carla, que vive en el barrio cerrado Villanueva en Tigre y lleva a sus hijos a un colegio dentro de Nordelta. “Aunque estoy cerca, es mínimo media hora en auto porque dentro del barrio cerrado no se puede circular a alta velocidad y hay que sortear las barreras de entrada y salida de cada uno –plantea–. Cuando el mayor va a la tarde, entra a las 12.30. Y el más chico sale siempre a las 11.30. Es decir, tengo que salir de mi casa a las 11 ya con el más grande y darle de comer en el auto u organizar algún tipo de picnic con los dos cerca del colegio mientras se hace la hora de entrada. Pero no quiero que mis hijos coman sandwichitos todos los días”, dice Carla.
Así como el gran tema escolar del año pasado fue la adaptación a las clases virtuales, hoy esa preocupación pasa por la logística y la organización familiar y laboral en un contexto en el que la vuelta a la presencialidad es parcial en la mayoría de los casos.
En este contexto, las redes de apoyo entre padres y madres del mismo colegio cobran más importancia que nunca. Si bien siempre existió una natural colaboración (el famoso pool de padres existe hace años), hoy se hace imprescindible. En el chat escolar el mensaje pidiendo ayuda para llevar o buscar algún niño ya es habitual. Pero ahora se sumó el pedido desesperado para sacarlo a almorzar a alguna casa, la impresión de formularios de la declaración jurada que hay que presentar en algunos casos cada 48 horas (y es una fija que siempre hay alguna madre o padre que se olvida de llevarlo), y la que pide ayuda para conseguir a una persona de confianza que cuide a su hijo mientras ella trabaja y el pequeño tiene clases por Zoom. También es habitual la planificación semanal en la puerta del colegio con planillas con días y horarios establecidos.
Hoy por ti...
“Hoy mientras los chicos salían del colegio hablábamos justamente de eso, que íbamos a tener que ayudarnos entre todas. En mi caso es más complicado porque tengo que encontrar justo a una persona que viva en el mismo barrio que yo y pueda entrar. Sino, es un lío. Y además con los más chiquitos, que todavía están adaptándose de nuevo al jardín y no conocen a las mamás y papás de sus amigos porque no los vieron en todo el año pasado, todavía no se puede. La idea es organizar encuentros afuera para que los conozcan –dice Carla– y así poder activar esa cadena también. Con los más grandes es más fácil: una se lleva a varios nenes y hacen un almuerzo comunitario. Nos vamos apoyando entre todas. En la medida que podamos asistirnos, vamos a hacerlo. Como digo siempre lo más importante es que los chicos estén bien y como padres no trasladarles el estrés que supone la vuelta”.
En el caso de Brenda Ufor la situación se torna aun más complicada: vive en Ramos Mejía y su hija más grande empezó la secundaria en una escuela de Villa Luro, en Capital Federal. La más chica, en cambio, sigue yendo a un colegio cerca de su casa. Aunque ya sabía que iba a tener que cruzar a diario de provincia a ciudad, el panorama se complicó porque deberá armar un rompecabezas con los nuevos horarios de una y otra hija.
“Antes de la pandemia la más chica entraba 7.30 y la más grande a las 8. Me cerraba todo perfecto porque dejaba a la primera y después llegaba bien para el horario de entrada de la otra. Pero ahora las dos entran a las 9. Pediré que la menor pueda entrar antes, 8.45, no me queda otra”, cuenta Brenda, que asegura estar desbordada: “La mayor sale al mediodía unos días y va a tener jornada completa los otros dos. Arreglé al mediodía que mi mamá y mi hermano vayan a buscarla tres veces por semana. Y las otras dos una mamá que trabaja a dos cuadras del colegio se ofreció a buscarla y llevarla a su trabajo hasta que yo pueda retirarla. En el caso de las más chica todavía no hay horarios definidos, pero lo tentativo es que vaya una semana sí y la otra no y acompañar por Zoom, pero también está la posibilidad de que vaya dos veces por semana un grupo, dos veces el otro y un día virtual.” Brenda, que trabaja en informática, también ayuda a otras mamás sin auto a llevar a amiguitos al colegio. “A la mañana, que es el horario en el que estoy disponible, me ofrezco sin problemas y siempre llevo un par. Pero a la tarde necesito de madres ‘ayudantas’ porque los horarios se superponen”.
Maitena Chapela ya tiene armada su red de madres. Dueña de Chapelita, una marca de ropa infantil de venta on line, maneja sus tiempos, pero esto no le asegura total disponibilidad para afrontar el desafío logístico del comienzo de clases y deberá ayudar y ser ayudada. “Benicio, el más grande, está en primaria y Chloe, la más chiquita, en sala de 5. Ella va a ir una semana sí y otra no, y tendrán clase virtual cuando no vayan a la escuela. Benicio, en cambio, va a tener presencialidad una semana y las dos siguientes serán virtuales. Esto es porque dividieron el aula en tres burbujas y la de Chloe en dos. Habrá semanas en que no coincidirán, por suerte puedo manejar bastante mis horarios y el colegio me queda cerca: yo vivo en Bernal y la escuela está en Wilde. Son 10 minutos en auto, pero siempre tengo que ir manejando. Por el lado de Benicio tengo tres madres que viven cerca de casa y ya nos organizamos para llevarlos y traerlos. Pero con Chloe, no. Igual seguro surgirá algo. Creo que la pandemia sacó lo peor y lo mejor de cada uno. Considero que en estas circunstancias hay que entender también que los colegios hacen lo que pueden y es un momento en que la escuela también nos enseña a los padres ”.
Nadie se salva solo
Respecto de estas redes de padres que se organizan y buscan soluciones conjuntas a medida que los chicos retoman las clases presenciales, la psicoanalista especialista en vínculos y familia, Susana Kuras Mauer, sostiene: “El fenómeno pandemia es un acontecimiento que nos desafía permanentemente a pensar nuevas maneras de hacer las cosas. De esas que no están en ningún archivo. No tenemos donde buscar respuestas. En todo caso, tendremos que inventarlas con ingenio –plantea–. La vuelta al colegio es un desafío trabajoso para padres, docentes y niños. Conciliar cuidados sanitarios con organización pedagógica y disponibilidad parental para adaptarse a los protocolos y horarios cambiantes”.
Kuras Mauer resume todo esto en una palabra que se volvió habitual también entre los padres que comparten un grado o sala: es un chino. “Hermanitos que entran y salen a diferentes horarios, contraturnos remotos, adaptaciones de los más pequeños y el trabajo de cada uno de los padres parece inconciliable. Pero vemos que el colectivo padres se está organizando para acompañar esta etapa con solidaridad fraterna. Con disponibilidad y autoorganización, los papás arman sencillas redes de sostén para atravesar esta compleja transición hacia la vida escolar normal. Las reglas de reapertura escolar son complejas para niños, padres y docentes. Tendremos que resolver entre adultos, con actitud hospitalaria, una logística de cooperación en red, y en lo posible, sin perder la calma porque si bien los niños necesitan imperiosamente la escuela, ante todo necesitan que los adultos bajemos nuestro nivel de tensión, de quejas y de ansiedad”, reflexiona la especialista.
Por su parte, el psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat plantea que la celeridad con que muchos padres y madres lograron organizarse en torno a la nueva normalidad escolar responde, en gran medida, a que estas redes ya existían desde antes: “Ya tenían un origen anterior, esto hace que la organización sea casi espontánea. Si bien ya existían estas redes, ahora parece que se fortalecieron –destaca–. Algo muy preocupante durante el año pasado fue que a medida que se prolongó la cuarentena y la población dejó de confiar en las autoridades por cómo manejaban la situación, empezó a predominar la normativa individual por sobre lo colectivo. El ‘sálvese quien pueda’ fue muy fuerte y es muy peligroso para cualquier tejido social. Lo que vemos ahora con estas redes de padres que se ayudan frente a esta situación tan particular es el resurgimiento del sentimiento de lo colectivo para
“El colectivo de padres se está organizando con solidaridad fraterna”
“En estas circunstancias la ayuda prevalece por sobre las diferencias”
ayudarnos entre todos. Y esto tiene mucha importancia porque una de las cosas que nos demostró la pandemia es que nadie se salva solo”.
A pesar de que la vuelta a las aulas es celebrada porque es positiva para los niños para revincularse con sus compañeros y maestros desde los social y afectivo, Horvat señala que también es significativo para los adultos: “Se habló mucho de la importancia de la presencialidad por la resocialización de los niños. Pero también lo es para los padres, entre los que muchas veces se generan fuertes vínculos, que a su vez, suelen trasladarse a los chicos. Son pares que están atravesando las mismas circunstancias vitales y eso los acerca. Además ahora el público de las escuelas está mucho más segmentado socialmente que antes. Pertenecen a un ambiente social determinado que también los vuelve cercanos –explica–. Por supuesto estos son grupos que tiene complejidades: hay competencia y rivalidad. Y tienen también sus propios criterios de inclusión y exclusión, pero creo que en estas circunstancias eso quedó bastante de lado y la ayuda prevalece por sobre las diferencias -analiza Horvat–. Yo diría que en esta vuelta a las clases la única certeza entre los padres es que hay que ayudarse entre todos para sortear este comienzo de año escolar. Lo positivo es que para todos es un enorme alivio que los chicos vuelvan al colegio”.