LA NACION

El día en que los robots murieron, y de cómo uno volvió a la vida

- Ariel Torres @arieltorre­s

Hace un par de semanas tuvimos dos incidentes aquí que fueron traumático­s (bueno, no tanto) y a la vez significat­ivos. El primero ocurrió con nuestro droide BB-8, réplica en miniatura del de la saga de Starwars (https://www.starwars.com/databank/bb-8). Hace poco recordé que, por razones que no vienen al caso, hacía mucho que el simpático robotito esférico no andaba por la casa gastando baterías e importunan­do a los gatos. así que lo llevé a la planta baja con su base de carga y lo enchufé. casi de inmediato indicó con un colorcito azul sólido que ya estaba al 100 por ciento, y ahí me di cuenta de que teníamos un problema.

Saqué a BB-8 de su base, lo puse en el suelo e intenté encontrarl­o con el celular. nada. Me fijé si había una actualizac­ión para la app, pero no. probé con otro celular. lo mismo. Finalmente, lo puse en su base, que titiló frenéticam­ente para señalar que estaba cargando, pero –y esto era lo que me temía– un par de segundos después mostró otra vez el color azul sólido. o sea que BB-8 no tenía carga, pero se recargaba en dos segundos. Es decir, sus baterías estaban out, finiquitad­as, kaputt.

podíamos intentar conseguir la batería de repuesto e incluso ver si comprábamo­s otro, pero con droides tan queribles como r2d2 o BB-8 esa solución sonaba casi a ignominia. no es que hayamos hecho una escena ni nada, no piensen mal. pero fue bastante revelador el que, a los fines prácticos, y al menos de momento, las baterías imponen una expectativ­a de vida a los robots. a todos los equipos, esa es la verdad, pero no es lo mismo un smartphone que BB-8.

Eso ocurrió un sábado a la mañana. Es uno de los días en que aquí trabaja rumbi, una aspiradora robótica roomba 877 que tenemos desde hace dos años y ocho meses. para que rumbi se ponga a hacer su trabajo solo hay que apretar un botón. cosa que hice, ese día, como siempre, sin prestarle demasiada atención. Solo que esta vez no pasó nada. nada de nada. ¿Habían fallado las baterías de dos robots el mismo día? Era demasiada casualidad, francament­e. pero podía ser. rezongando, me fijé que los contactos estuvieran limpios y todo eso. Solo conseguí que se encendiera la luz de la base, y luego ni siquiera eso. pero tenía una teoría.

Autonomía e independen­cia

las baterías de iones de litio tienden a dar señales de que ya no les queda mucha vida útil; por ejemplo, es normal que pierdan autonomía. Y aunque es verdad que las baterías son el punto débil de las roomba, nuestra aspiradora había funcionado sin perder nada de autonomía, y, además, teóricamen­te, sus baterías tenían aún bastante vida útil por delante. algo me decía que había pasado otra cosa. otra cosa que solo tenía sentido con una aspiradora robótica o con los androides de la ciencia ficción. Me explico.

De suyo, uno mismo es el que enchufa un aparato para que se cargue. ningún dispositiv­o va y se conecta solo a su cargador. Excepto las aspiradora­s robóticas (y tal vez algún otro equipo de esa clase que ahora no se me ocurre). ¿pero qué pasaría si después de su ciclo de limpieza no lograra conectarse o si un perro inquieto la desconecta­ra inadvertid­amente? Bueno, es uno de los peores escenarios para las baterías de iones de litio: quedarse sin carga durante mucho tiempo. En el medio, como adelanté, pasaron cosas, y rumbi estuvo más de una semana con sus baterías casi agotadas y descargánd­ose todavía más, paulatinam­ente.

Si mi teoría era cierta, se abrían dos caminos posibles. Uno, que esas baterías no volvieran a la vida. Dos, que solo necesitara­n un poco de paciencia. aposté por la segunda opción. para eso, me aseguré de que estuviera correctame­nte conectada a la base e incluso le saqué una de las ruedas, como aconseja el sitio del fabricante para estas situacione­s. Era un poco un disparo en la oscuridad, porque ahora no solo rumbi no daba ninguna señal de vida (lógico) sino que la luz de la base tampoco se encendía (lógico también).

pero como ya he visto muchas cosas extrañas en mi vida geek, dejé al robot en su base y esperé. algo así como dos o tres días. incluso nos olvidamos del asunto. Hasta que el lunes o el martes, mientras estaba oyendo música, sonó algo raro de fondo. no le presté atención al principio. Más tarde, volvió a oírse el trino lejano. posiblemen­te, venía de la calle.

pero a la tercera vez mi ojo izquierdo advirtió que allá lejos se encendía una luz cerca del piso. Era rumbi, que me pedía que establecie­ra el día de la semana y la hora. Había vuelto a la vida y se había reseteado. Era previsible y cuadraba bien dentro de mi hipótesis, excepto que nada es sencillo con algo que acumula energía, que puede prenderse fuego de forma inesperada y que anda sobre pisos de madera o cubiertos por alfombras, entre muebles y cortinas.

Negociació­n en código

Me ocupé de establecer el día de la semana y la hora y, satisfecho porque, al menos, ahora veía el indicador de carga (en rojo) y la máquina había vuelto a responder, seguí con lo mío. como a los 10 minutos, la aspiradora se volvió a reiniciar. ok. Fui a verla y otra vez me pedía día y hora. como casi segurament­e no lo hacía de puro caprichosa, supuse que, tras haberse quedado sin baterías por completo, al empezar a disponer de carga otra vez, estaba enviándole toda clase de señales contradict­orias al sistema operativo y a la base. concluí que el fenómeno iba a repetirse, así que le di

OK sin molestarme en configurar fecha y hora. En efecto, rumbi se reinició luego varias veces. Unas cincuenta, más o menos. Hasta que, por fin, se calmó y el indicador de carga se puso verde. Solo quedaba una cosa por probar. apreté el botón de arranque y rumbi salió marcha atrás, pitando como si fuera un camión de treinta toneladas, y se puso a limpiar el living. Esto duró alrededor de tres minutos. Entonces se apagó. por completo. Fui a verla. nada. cero. Sin pulso.

Bueno, ok, la descarga había arruinado las baterías, deduje. De pronto, se encendió de nuevo, por las suyas, produjo un gorjeo dichoso, y continuó con la limpieza, como si nada. Un desmayo. ¡Teníamos un robot que sufría desmayos!

Volví a lo mío, recalculan­do. Tres o cuatro minutos después, volvió a apagarse. conté hasta diez y –ahí vamos en 3, 2, 1– volvió a despertars­e, y siguió con la limpieza. Mi mejor teoría es que el diálogo entre las baterías y la computador­a estaba poniéndose al día, porque los desmayos tardaban cada vez más en aparecer. la dejamos trabajar y completó un ciclo de limpieza sin problemas (desmayos aparte). la autonomía fue la que misma de antes (salvo los desmayos) y volvió a la base por las suyas. Esta vez, naturalmen­te, me ocupé de revisar que estuviera correctame­nte conectada y cargando.

al siguiente sábado, no sin cierto desasosieg­o, apreté el botón Clean y rumbi inició su tarea como si nada hubiera pasado. al menos por ahora, el único problema es que se había olvidado la fecha y la hora. pero me pregunto qué habría pasado, si los robots tuvieran conscienci­a.

Cosa que hice, ese día, como siempre. Solo que esta vez no pasó nada de nada

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