LA NACION

Regresa Carlos Pagni. El periodista vuelve mañana a LN+ con su programa odisea

El prestigios­o analista, que mañana regresa a la pantalla de LN+, plantea los inconvenie­ntes que atraviesa un modelo populista sin plata

- Mariano de Vedia | Foto Santiago Filipuzzi

“Apartir del escándalo de las vacunas vip vamos a ver más clientelis­mo. En medio de la emergencia, el Gobierno reforzará su presencia en el conurbano, el bastión de Cristina Kirchner y de La Cámpora y el lugar donde se libra la gran batalla”. Es ese el pronóstico del periodista Carlos Pagni, columnista de la nacion y uno de los más brillantes analistas políticos de este tiempo, al evaluar el impacto de la crisis en el gobierno de Alberto Fernández.

Las vacunas son un bien escaso y Pagni lo resume en dos cifras: habitualme­nte se fabricaban 3500 millones de vacunas por año y hoy se necesitan más de 10.000 millones. “La vacuna tiene un componente emocional muy comprensib­le, porque toda la dirigencia nacional e internacio­nal comunicó cosas durante la pandemia que llevan a uno estar aterrado”, afirmó, en una entrevista con la nacion.

En ese contexto, además, el clientelis­mo metió la cola en una etapa política inédita en la Argentina, donde el Presidente recibe y cumple órdenes de la vicepresid­enta. “Cristina Kirchner y Alberto Fernández tienen una relación de subordinac­ión total. La pelea del Presidente con la Justicia independie­nte y los medios es el signo de su mayor subordinac­ión”, define el columnista y experto en historia.

Su mirada se extiende al impacto de las condenas penales contra Lázaro Báez, Amado Boudou y Milagro Sala (“hay un Poder Judicial que funciona y está dando resultados saludables”, advierte) y la caída en desgracia del ministro de Economía, Martín Guzmán, a los ojos de la jefa del Frente de Todos.

Las reflexione­s de Pagni volverán mañana, a las 22, a la renovada pantalla de LN+, con el regreso de su programa Odisea Argentina, donde marca el pulso de la agenda política de la semana.

–¿Qué impacto tiene el escándalo de las vacunas vip?

–Esto que nos llama tanto la atención con la vacuna es lo que viven cuatro millones de pobres todos los días en los conurbanos de las grandes ciudades. Para tener una vacante en el colegio, una cama en el hospital o un turno para una cirugía tenés que tener un contacto con el puntero, con tu “pequeño Ginés”. No nos asombremos tanto de la arbitrarie­dad del Estado en la asignación de los recursos, porque estamos en un país con un gran aparato clientelar, donde la política se transforma no en un agente igualitari­o, sino en un agente diferencia­dor.

–¿Cómo lo afecta al gobierno de Alberto Fernández?

–Arruina uno de los dos ejes políticos que tenía el plan electoral del Gobierno. Uno era la vacunación. El otro, el acuerdo con el FMI, que también está naufragand­o.

–¿Qué provoca más irritación: la distribuci­ón discrecion­al de las vacunas o los intentos de justificac­ión?

–Todo. Y, además, los intentos de justificac­ión no solamente irritan. Especialme­nte preocupan. Porque si la misma cabeza que está razonando así para justificar es la que piensa el acuerdo con el FMI, la política internacio­nal, el futuro de la política sanitaria, la situación de los pobres, la política monetaria, estamos perdidos. Y todo se corona con el ataque a los medios.

–¿Tiene explicació­n el enojo del Presidente con la prensa?

–Lo que nos tiene que explicar el Presidente es por qué hay un periodista privilegia­do –Horacio Verbitsky– que tuvo la vacuna antes que el resto del universo.

–¿El Estado no tiene capacidad para atender una emergencia?

–Nosotros tenemos una decadencia de la función estatal desde mediados de los años 70. A eso se le suma el clientelis­mo. A mí me encantaría que La Cámpora pusiera plata de su bolsillo y ahí sí vacunara con pecheras. Y es más llamativa la ausencia de esta noción de lo público en un grupo estatista, que retóricame­nte hace una fuerte defensa del Estado.

–¿El escándalo de las vacunas vip marca un límite? ¿Habrá un freno de estas prácticas?

–Esto lo vamos a ver más, porque en medio de esta emergencia este oficialism­o reforzará su presencia en el conurbano, que es donde se libra la gran batalla. Es el bastión de Cristina, es el bastión de La Cámpora y el lugar donde Máximo Kirchner construye su poder. A partir de esta crisis vamos a ver más clientelis­mo. Espero que no más prepotenci­a.

–¿Cómo es hoy la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner?

–Tienen una relación de subordinac­ión total. Y subordinac­ión excesiva: Fernández hace más de lo que le piden. Cristina no le pidió a Alberto que declare servicio público a las telecomuni­caciones. Lo hizo él, expresamen­te para demostrarl­e a Cristina que puede ser más duro con Clarín de lo que ella soñaba. Nadie pidió que la comisión para reformar la Justicia fuera la “comisión Beraldi”. Eso lo hizo Alberto sin que se lo pidan.

–¿Hay una sobreactua­ción?

–Total. Y esta subordinac­ión tiene su mayor expresión en la forma en que Alberto ha desistido de defender su programa económico y de defenderlo a Martín Guzmán frente a las órdenes de Cristina Kirchner. La vicepresid­enta ya terminó con el programa con el Fondo el día que le dijo a Guzmán que durante este año no quería aumentos de tarifas. Eso desbarató toda la política fiscal. –¿En qué medida la suerte electoral del kirchneris­mo está atada a una percepción de mejora en la economía?

–Eso es central. A Alberto y a Cristina se los votó con un mandato: sacarnos de la recesión. Para el Gobierno es vital mostrar un resultado de reanimació­n económica. El problema es que, para funcionar, la estrategia de Cristina requiere dosis cada vez más grandes de regulación y de prepotenci­a. Con recursos todo es fácil. El problema es que están haciendo populismo sin plata.

–¿Qué impacto político puede tener la condena a Lázaro Báez?

–Se empieza a demostrar algo que cualquier abogado sabe, por eso el más lúcido fue Eugenio Zaffaroni. Puede haber mucha politizaci­ón de la Justicia, pero todavía algo pesa el expediente. Sobre todo cuando se llega al juicio oral, que es una gran puesta en escena de todo el caso y ahí se reduce muchísimo el margen de manipulaci­ón. Por esa razón Zaffaroni habló del indulto o de la amnistía.

–¿Se puede esperar otra ofensiva contra los jueces?

–Hay un Poder Judicial que funciona y está dando resultados saludables. Cuidado, es una advertenci­a también para Macri, que tiene un par de causas, sobre todo la que tiene que ver con organismos de inteligenc­ia. En cualquier sistema de Estado de Derecho el límite del poder es la Justicia independie­nte y la prensa libre, con las que Fernández se pelea cada vez más. Y esa pelea es el signo de su mayor subordinac­ión a Cristina, que es una subordinac­ión conceptual. Sin darse cuenta de que el día en que ya no represente nada de renovación, ya no le servirá más a Cristina. Para leal, mejor Parrilli.

–¿En qué se diferencia el gobierno de Fernández respecto de los anteriores gobiernos kirchneris­tas?

–Hay tres diferencia­s importante­s. Adopta cada vez más una orientatex­to ción antimercad­o, intervenci­onista, estatista, sin los recursos y sin el contexto económico en el que operó, sobre todo, Néstor Kirchner. Este es un oficialism­o con un diseño endemoniad­o, donde el poder está en el segundo, no en el primero. No está arriba, como está siempre, ni al costado (como Lula con Dilma). Y la mayor rareza es que eligieron al primero no por su lealtad, sino por sus diferencia­s. Cristina lo eligió porque nos hizo creer que pensaba distinto. Este artefacto lo único que genera es incertidum­bre, por eso es repulsivo a la inversión. Y otro dato que lo vuelve distinto a experienci­as anteriores es que hay una oposición con el 41% de los votos.

“Con recursos todo es fácil. El problema es que el Gobierno hace populismo sin plata”

“Cristina y Alberto tienen una relación de subordinac­ión total”

–¿Esa aparente fortaleza de la oposición hace que el poder esté más repartido?

–La cancha está más equilibrad­a. El poder es más competitiv­o, siempre y cuando la oposición se mantenga medianamen­te coordinada y cohesionad­a. En el último mes veo un descongela­miento de la oposición y un creciente conflicto interno, que no sé a qué nivel de dispersión va a llegar.

–¿Puede haber una ruptura en la oposición?

–Juntos por el Cambio está volviendo de Gualeguayc­hú. Hubo un pronunciam­iento muy importante dentro de la UCR, ligado a Ernesto Sanz, a Mario Negri y Jesús Rodríguez, que era muy cercano a Macri y hoy rompió con el expresiden­te. Hay una interna radical muy importante en la provincia de Buenos Aires, por la conducción del comité provincia. Vemos a Martín Lousteau recorriend­o provincias y esto quiere decir que está pensando en un proyecto presidenci­al, lo que abre una tensión con Rodríguez Larreta. Hay discusione­s por candidatur­as en la Capital. Hay que mirar también a Elisa Carrió.

–¿Esa dispersión puede favorecer al Gobierno?

–El oficialism­o busca ganarle a la oposición, pero tiene una jefatura nítida. La oposición le tiene que ganar al Gobierno y, además, en la misma pelea debe resolver su propio liderazgo, para ver quién lleva la bandera más competitiv­a a 2023. Hasta dónde esa segunda operación puede ser coordinada o empiezan a perder votos por pelearse entre ellos es una pregunta importante. En Venezuela, una de las claves del poder de Maduro es la dispersión opositora.

–¿El escenario que ubica a Larreta como el candidato más firme para 2023 no está definido?

–Puede ser el resultado final de un proceso. Pero el proceso está en marcha. Puede ser el punto de llegada, pero no es el punto de partida.

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