LA NACION

La insólita trama de las vacunacion­es vip en el Hospital Posadas

Las órdenes para aplicar llegaban de dos colaborado­res directos del ministro

- Diego Cabot

Los favores a los amigos construyer­on un circuito de órdenes que emanaban del Ministerio de Salud de la Nación, rumbo al Hospital Posadas, y semanas después derivaron en el sonado escándalo de las vacunacion­es vip que le costó el puesto al ministro Ginés González García.

Según reconstruy­ó la nacion, dos allegados directos del eyectado ministro intervinie­ron en el mayor escándalo que afrontó el gobierno de Alberto Fernández. Se trata de Alejandro Collia, exministro de Salud bonaerense y actual subsecreta­rio de Gestión de Servicios e Institutos de la cartera que ahora conduce Carla Vizzotti, y Marcelo Guille, un especialis­ta en salud y amigo de González García, que actuó de chofer, secretario y director suplente de una empresa del exministro.

A fines de diciembre, el Hospital Posadas recibió 250 dosis de la vacuna Sputnik V y a las pocas semanas, ya en enero, llegaron los primeros pedidos del ministerio. El director del Posadas, Alberto Maceira, decidió que las vacunas se aplicaran en su oficina. Pero la lista vip crecía y se debió recurrir a los vacunatori­os del hospital.

Primero fueron llamadas para hacer algún favor a amigos. Pero el tiempo pasó, el vicio aumentó y aquellos pedidos de vacunación en brazo amigo se hicieron más habituales. Entonces todo cambió y, como suele suceder en la verticalid­ad de la política, los favores se convirtier­on en órdenes a la hora de pelear contra el coronaviru­s.

La historia de la vacunación vip en el Hospital Posadas, que terminó con el ministro Ginés González García despedido, está plagada de irregulari­dades que tuvieron su vértice en las oficinas más poderosas del Ministerio de Salud. reconstruy­ó la nacion aquellos días que terminaron en el mayor escándalo político y ético de la gestión del presidente Alberto Fernández.

Deberá el lector retener dos nombres. El primero, Alejandro Collia, exministro de Salud de la provincia de Buenos Aires y actual subsecreta­rio de Gestión de Servicios e Institutos de la cartera que ahora conduce Carla Vizzotti. El otro, Marcelo Guille, un nicoleño como el exministro que oficia de chofer, secretario, director suplente de una empresa de González García y experto en salud. Un verdadero polifacéti­co.

Todo empezó a fines de diciembre, cuando uno de los hospitales más grandes del país, con algo más de 5000 trabajador­es, a los que se le deben sumar entre 500 y 600 residentes, recibió 250 dosis. A diferencia de otros centros de salud de la provincia de Buenos Aires, el Posadas es nacional. Esa caracterís­tica es determinan­te para entender el circuito de órdenes y favores dado que las vacunas no pasan por ninguna administra­ción provincial. Para entender: el gobierno nacional compra las vacunas y distribuye a las provincias y estas, a su vez, a sus hospitales. En el caso del Posadas no hay intermedia­rio: del Ministerio de Salud a Haedo.

La dirección de epidemiolo­gía del nosocomio fue la que decidió quiénes serían los primeros en recibir esas dosis. Los profesiona­les de terapia intensiva y quienes estaban afectados a los tratamient­os de los pacientes Covid tuvieron preferenci­a. Empezó, entonces, la vacunación del personal de salud.

Con el correr de los primeros días de 2021 empezaron los llamados que partían desde los despachos del edificio de la Avenida 9 de Julio. En el Posadas los recibieron con reparos por una razón muy simple: no estaban inoculados aún todos los empleados. Pero no hubo caso, la posición de los funcionari­os, Collia particular­mente, fue imposible de modificar: había que vacunar a los referidos. Así empezaron a llegar al Posadas los primeros pasajeros vip de la Sputnik, de la vacuna, por si hay algún distraído que la confunde con la famosa nave espacial rusa de la década del 50.

El director del hospital, Alberto Maceira, que fue director del Incucai durante la gestión de Adolfo Rubinstein en la administra­ción de Cambiemos, decidió que aquellos primeros vacunados recibieran la dosis en su oficina para que no se generara malestar entre el personal. Pero la lista y la frecuencia empezó a crecer y entonces decidió que todo corriera en el vacunatori­o.

Pasaron varios personajes con su brazo expectante; no era para menos: estarían inmunizado­s antes que el 99,98% de la población que entonces miraba con lejanía la posibilida­d de tener anticuerpo­s contra el Covid. Lorenzo Pepe, Daniel Scioli, Hugo Curto y su esposa, Felipe Solá, Marcelo Duhalde, entre otros, y la gran mayoría de los secretario­s del Ministerio de Salud se vacunaron. El procedimie­nto que implementa­ron en los despachos de Salud siempre tenía como emisores de la orden ministeria­l a Collia y Guille; se convirtier­on en la contraseña para la inmunidad.

En el Posadas, además, tuvieron que requerirle­s que manden de a cinco, ya que el vial de la vacuna tiene esa cantidad. Además, según cuentan los especialis­tas, una vez retirado del freezer, donde se conserva a extrema temperatur­a bajo cero, solo pueden dejarse pasar dos horas y media.

Las comitivas fluyeron al ritmo de la inmunidad y la impunidad. Pero llegó el día en que los vacunados iban a ser Carlos Zannini y su esposa. La orden se hizo escuchar y en el Posadas hubo enojo. No hubo manera de cambiarla y esta decisión modificó las cosas. El procurador del Tesoro tiene 67 años y en ningún lugar de la Argentina se ha empezado a vacunar a los menores de 70. Tampoco tiene funciones que merecen estar en la primera línea de la trinchera. Sin embargo, él y Patricia Alsúa, 62 años y cercana a Cristina Kirchner, llegaron al Posadas a poner su brazo privilegia­do. En el hospital se escuchó el malhumor ya que si bien Zannini no es de dar entrevista­s y ni hablar en público, su rostro es conocido. Su presencia podría generar bronca entre los empleados sin vacunar.

Pero no hubo caso, el hombre, que aún guarda profundo silencio por su conducta y que mantiene su cargo sin ningún reparo, llegó acompañado por Collia. Fue una demostraci­ón de poder e impunidad. “El Chino”, jefe de los abogados del Estado, se coló en la fila y lo hizo haciendo una entrada triunfal en el Posadas acompañado de un funcionari­o del Ministerio de Salud, otro hombre conocido por todo el personal del nosocomio. Era el 22 de enero y sólo habían llegado al país dos envíos de Sputnik de 300.000 dosis cada una. Zannini y su mujer aprovechar­on aquellos stock. En el registro fueron anotados como personal de salud.

De ahí en mas, la línea se tensó aunque nada cambió. A mediados de febrero llegó el llamado que fue el principio del fin. Guille llamó a Maceira y le dijo que prepare todo para vacunar al periodista Horacio Verbitsky en las dependenci­as del hospital. Pero el médico se negó ya que la situación en el lugar ya no se podía sostener. El anonimato de algunas caras disimulaba los humores, pero la entrada del columnista no podría justificar­se. Pero el chofer y experto en salud no conoce de límites. Entonces redobló la apuesta y llamó al director, siempre de parte del ministro. La orden fue concreta: tenía que ir con 10 dosis de Sputnik al Ministerio de Salud.

Maceira decidió ir él por una simple razón: sólo cinco vacunas habían salido del Hospital Posadas y también las había llevado en persona. Se trataba de la segunda dosis que el médico le aplicó al Presidente en Olivos -la primera fue en el vacunatori­o-, además de Ginés González García, los secretario­s Juan Pablo Biondi, Julio Vitobello y el fotógrafo presidenci­al. Esa vez, Maceira llego a la residencia con la conservado­ra y en su auto. No le dejaron ingresar el vehículo y caminó hasta donde inoculó a la comitiva.

El operativo Verbitsky incluyó a un chofer del nosocomio (Gustavo Alonso), un administra­tivo, una enfermera y el propio Maceira. Ni siquiera quisieron ir en un auto oficial y fueron con el particular del médico. Partieron de Haedo con la conservado­ra y las 10 dosis. Así llegaron a la sede del ministerio, en la Avenida 9 de Julio, edificio que comparte con el Ministerio de Desarrollo Social, antes del mediodía. En el camino Guille les comentó que estaban autorizado­s, que les iban a abrir el estacionam­iento del ministro, un espacio enrejado que queda contiguo a la única construcci­ón emplazada en la popular avenida.

Los esperaba Guille y nadie los acreditó al entrar. Subieron al segundo piso, al lugar reservado por donde se mueve el ministro y sus secretario­s más cercanos.

En ese momento se dio un diálogo que consagra la impunidad. Guille preguntó si habían traído las vacunas y los profesiona­les del hospital contestaro­n que sí. “Ahora les digo dónde los vacunamos”, contestó el chofer y experto en salud. La sorpresa fue total. Maceira había llevado las vacunas ordenadas por el Ministerio de Salud pero no pensaban aplicarlas y no tenían los elementos necesarios. Se lo hicieron saber a Guille.

Minutos después, Guille regresó y trajo consigo a las oficinas del ministerio las jeringas y lo necesario para que Verbitsky, cuatro miembros de la familia marplatens­e Aldrey, el excancille­r Jorge Taiana, el diputado Eduardo Valdés, el empresario Seza Manukian y el médico amigo del entonces ministro, Salomón Schachter se pudieran vacunar. Eran nueve; el décimo se completó con el padre de Guille, Félix, otro nicoleño que poco tiene que ver con el mundo de los esenciales o de los que están en contacto con el los contagiado­s de Covid.

Un día después, Verbitsky contó en una entrevista aquella situación y estalló el escándalo. En esas horas, Valdés escribía en Twitter su saludo de cumpleaños a Cristina Kirchner : “Siempre a tu lado, para hacer realidad efectiva junto al pueblo los sueños de Néstor: más derechos, más política, más justicia, más unión, más amor. Una vida mejor para todas y todos”.

De Guille no se sabe demasiado y Collia, pese a ser uno de los vacunados con la primera dosis de la Sputnik está internado con Covid en un hospital bonaerense, asistido por respirador.

Pasaron unas horas y González García dejó de ser ministro no sin antes desparrama­r culpas a una secretaria. “Las personas vacunadas pertenecen a los grupos incluidos dentro de la población objetivo de la campaña vigente”, escribió en una carta al Presidente. Luego argumentó que el error fue de su secretaría privada, quien tuvo una “confusión involuntar­ia en la citación a las personas vacunadas en este ministerio”.

Ginés González García ya no es funcionari­o. Dice haber asumido las culpas del error de su secretaria privada. Tendrá más tiempos para leer a Jorge Luis Borges, que alguna vez escribió: “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”.

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El vacunatori­o del Hospital Posadas quedó envuelto en la polémica

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