LA NACION

Qué impuestos impactan más

Una encuesta entre empresas revela que Ingresos Brutos es la carga fiscal con más peso en los precios.

- por Silvia Stang

El Senado votó favorablem­ente, el miércoles último, la ratificaci­ón del consenso fiscal firmado entre la Nación y la mayoría de las provincias. Ese acuerdo suspende por un año más el compromiso de las administra­ciones locales de disponer exenciones y de bajar las alícuotas de Ingresos Brutos para cumplir con un esquema de valores máximos, que se había pactado en 2017, durante el gobierno anterior. El acuerdo, que deberá ser tratado ahora en Diputados, quita obstáculos para la posible suba de ese impuesto. Por eso, es considerad­o un alivio en las provincias, que se verían este año afectadas por una caída de los recursos coparticip­ables si se aprueba el proyecto de ley que busca disponer un nuevo piso desde el cual asalariado­s y jubilados son alcanzados por el impuesto a las ganancias. El efecto negativo para las cuentas fiscales será de por lo menos $40.000 millones.

El problema, claro, es que Ingresos Brutos es evaluado por muchas empresas como el impuesto que más impacta en el precio de un producto. No solo por sus alícuotas, sino también por la forma en que se va cargando a los bienes y servicios durante el proceso de producción y venta, y por la modalidad de cobro que aplican las jurisdicci­ones, que es causa de que se acumulen saldos a favor de los contribuye­ntes.

Una encuesta hecha por la consultora KPMG, de la que participar­on 70 CFO y especialis­tas en impuestos de empresas medianas y grandes, muestra que el 66% considera que la carga fiscal que mayor impacto tuvo en los precios en 2020 fue Ingresos Brutos, mientras que en la edición del relevamien­to de un año atrás, esa respuesta había sido dada por el 50%. Otros tributos mencionado­s fueron Ganancias (16%), el impuesto sobre los créditos y débitos bancarios (12%) y el IVA (6%).

Con respecto a los saldos a favor de las firmas, solo 19% dijo no tenerlos. Un 27% respondió que sí los tiene y que son de hasta de $5 millones, en tanto que 30% respondió tener acreencias mayores a $30 millones.

“Es un impuesto no transparen­te; el consumidor no lo ve en el precio y, por eso, es más fácil subirlo –afirma Fernando Quiroga Lafargue, socio de Impuestos de KPMG–. Y en la práctica se aplica a manera de cascada, con un efecto muy nocivo”.

El abogado especialis­ta en temas tributario­s Diego Fraga, ubica a Ingresos Brutos y al impuesto sobre los débitos y créditos bancarios (de aplicación nacional), en los puestos principale­s del podio de los que más fomentan la informalid­ad. “Ingresos Brutos es el peor, porque tiene un efecto acumulativ­o en cada etapa de la producción. Y las provincias lo recaudan anticipada­mente a través de agentes, en muchos casos sin sustento y captando ilegítimam­ente fondos que no les correspond­en, por lo que se generan saldos a favor que en muchos casos son irrecupera­bles y que, en otros casos, se recuperan después de mucho tiempo.”

En la opinión del economista del Ieral Marcelo Capello, en el futuro próximo podría agravarse una tendencia a la suba de impuestos provincial­es. “Una razón es que no hay demasiado interés del gobierno nacional actual para evitarlo, y otra es que es un impuesto escondido en los precios, que se mimetiza fácil con la inflación”. La suba de esta carga, agrega, genera normalment­e subas de precios, pero hay un bajo costo político porque para los consumidor­es “es imposible discernir” que es una causa de los encarecimi­entos.

Hay impuestos municipale­s “disfrazado­s de tasas” que comparten con Ingresos Brutos el primer lugar entre las cargas distorsiva­s para la economía, considera Silvio Rizza, presidente de la Federación Argentina de Consejos Profesiona­les de Ciencias Económicas, quien afirma que con el sistema tributario actual “no se estimulan ni la inversión, ni el empleo, ni la producción ni el ahorro”. Y cree que “las reglas de juego se escriben a medida que el juego se desarrolla”, con goles que siempre entran en un solo arco, “que es el de las pymes y los contribuye­ntes”.

Más de la mitad (52%) de las empresas que respondier­on a la encuesta de KPMG señaló que en 2020 el marco fiscal obligó a desinverti­r, en tanto que para el 43% fue neutro y para un 5% permitió una expansión.

El hecho de que un 27% advirtió que en 2020 no pudo cumplir puntualmen­te con sus obligacion­es impositiva­s es un dato “relevante”, destaca Quiroga Lafargue, si se considera que no se trata de pymes, sino de medianas y grandes compañías.

Para este año, ninguno espera un alivio en la carga fiscal general: el

87% cree que habrá mayor presión y el 13%, que se mantendrá. En función de esas expectativ­as, el 56% de los responsabl­es de impuestos de las firmas indicó que se mantendrá la inversión, mientras que casi un tercio advirtió que se evalúa o se decidió reducirá, y solo 5% afirmó que subirá.

“En la gestión del gobierno nacional, si bien se menciona la importanci­a de la competitiv­idad y las exportacio­nes, no se ve una política tributaria en línea con ese cometido, sino más bien lo contrario: aumentaron los derechos de exportació­n y se mantuviero­n congeladas las reduccione­s de impuestos previstas en la reforma tributaria que comenzó a regir en 2018”, dice Capello.

En relación con las políticas más recientes, Fraga agrega que el llamado impuesto a la riqueza “no reconoce exenciones o reduccione­s para capitales que están afectados a la actividad productiva, por lo cual habrá un impacto sobre los titulares de empresas locales. Eso producirá, dice, una discrimina­ción distorsiva frente a las compañías que tienen como dueños a grupos multinacio­nales.

El escepticis­mo va más allá de

2021. Según la encuesta de KPMG, el 98% cree que no volverá a reactivars­e en 2022 el consenso fiscal firmado en 2017, tendiente a lograr que las provincias bajen sus cargas.

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