LA NACION

Los desafíos para el “nuevo petróleo”

En un mundo tecnologiz­ado, la batalla económica y geopolític­a por los microchips recién empieza.

- Sebastián Campanario para La NACION

Eenroque de materias primas valiosas y estratégic­as no se detiene. Si el bitcoin y las demás criptomone­das equivalen, como sostienen sus impulsores, a un “nuevo oro” (por su propiedad de valor de reserva), hay un candidato fuerte para erigirse en el “nuevo petróleo”: la vibrante industria de los microchips, que gracias a una demanda exponencia­l está haciendo que el foco geoestraté­gico y financiero del mundo se corra del Golfo Pérsico al Mar de China.

Si esta analogía es válida, lo que la OPEC es al petróleo, en este nuevo tablero vendría a ser el eje Taiwáncore­a del Sur, que juntos producen un 83% de los microchips procesador­es y un 70% de los de memoria. En los últimos cinco años este sector dio cuenta de un 64% del aumento de las exportacio­nes taiwanesas, y de un 41% de las de Corea del Sur. Con la pandemia, los números (y el valor en la bolsa de las empresas cercanas al boom) no hicieron más que crecer.

Con el despliegue de lo que se conoce como “internet de las cosas” (IOT, en su sigla en inglés), ya no solamente las computador­as y celulares demandan chips (circuitos integrados de material semiconduc­tor, de algunos milímetros cuadrados de área, sobre la que se fabrican circuitos electrónit­as cos), sino una infinidad de aparatos hogareños, además de los autos. El aumento de la demanda es tan elevado que su escasez ya está llevando a gigantes de la industria automotriz a proyectar pérdidas multimillo­narias (por falta de insumos, se estiman un rojo en 2021 de alrededor de 60.000 millones de dólares) y a prever en el corto plazo una inflación de costos relacionad­os con el sector. Esta sería toda una novedad en la industria icónica de la “Ley de Moore”, por la cual hace una década que la capacidad se viene incrementa­ndo, acompañada por un descenso persistent­e de precios. Días atrás, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una orden ejecutiva para revisar varias cadenas de suministro y tomar medidas para paliar la escasez de un insumo crítico y estratégic­o.

“La geopolític­a de la última década, con los crecientes conflictos comerciale­s y, más aún, de predominio tecnológic­o y competitiv­o entre China y Estados Unidos, tiene un elemento ineludible para su comprensió­n en la generación, fabricació­n y uso de los microchips y semiconduc­tores”, cuenta a Bernardo la nacion Kosacoff, un economista referente en temas de industria. “Las disputas de propiedad intelectua­l, de restriccio­nes y prohibició­n al comercio y de la localizaci­ón de la producción son un articulado de tensiones y dispul aún sin resolución”, continúa el profesor de la UBA y la UTDT.

“Ya desde antes de la pandemia, Estados Unidos tiene un rol protagónic­o en la generación de los procesos de innovación, pero solo producía alrededor del 12% de los chips, mientras que Taiwán y Corea del Sur eran responsabl­es de más del 80% de la producción y China era un líder en el consumo industrial de los chips”, describe Kosacoff.

Para moderar su grado de dependenci­a de esta “nueva OPEC”, tanto Estados Unidos como China impulsan la radicación de fábricas de microchips en otras locaciones. Hay un plan avanzado para construir una planta en Europa en el que está involucrad­o Samsung y, semanas atrás, Baidu, el gigante chino de inteligenc­ia artificial, reveló sus planes de avanzar con una empresa propia de semiconduc­tores en el gigante asiático. Ambas iniciativa­s y otras en carpeta no llegarán a evitar el cuello de botella de estos productos este año.

Tolerancia y vida nocturna

A la Argentina esta pulseada la afecta de manera indirecta. “Nuestro país está ajeno a la innovación y a la localizaci­ón de la producción de chips, por un tema obvio de escala. Sin embargo, la difusión de este insumo en su tejido productivo es central para la recreación de las fuentes de

crecimient­o, la dinámica de cambio estructura­l, la creación de empleo y un mayor dinamismo de exportacio­nes caracteriz­adas por mayores contenidos tecnológic­os y mayor intensidad en el uso de empleo calificado”, dice Kosacoff.

Para Tomás Canosa, director de estudios económicos de Adimra, hay que seguir el tema de cerca por el daño potencial que podría tener en la actividad industrial. “La Argentina cuenta con el tercer entramado industrial más profundo de América Latina, y en el país se hacen productos que utilizan estos chips. Por ejemplo, el sector automotor los utiliza para el circuito eléctrico, y en el país ya se instalaron antenas de 5G”, dice Canosa. Y agrega: “Como al comienzo de la pandemia se revalorizó la importanci­a de contar con una industria de equipamien­to médico para enfrentar los desafíos, ahora sucede exactament­e lo mismo con los semiconduc­tores”.

Taiwán y Corea del Sur están en el vértice de la rivalidad comercial y geopolític­a creciente entre China y Estados Unidos. Para el economista Noah Smith, hay que empezar a informarse y aprender más sobre esta zona, para entender mejor la dinámica del mundo que se viene. “Sabemos mucho de Japón, o de China, o del fenómeno del K-pop (grupos de música pop coreanos) pero muy poco de Taiwán”, sostuvo en un reciente ensayo titulado Taiwán es una civilizaci­ón.

En riesgo constante de sufrir una invasión China, Taiwán, líder global en la fabricació­n de microchips, tiene una historia reciente muy exitosa de crecimient­o económico y, al contrario que muchos vecinos asiáticos, cuenta con una sociedad tolerante y progresist­a. A nivel mediático, su mérito más conocido fue el del excelente manejo de la pandemia (al tope en este ranking, tal vez junto con Nueva Zelanda). Mientras que la Argentina superó los 50.000 muertos por el Covid-19 y Estados Unidos sufrió más bajas que en la Segunda Guerra Mundial, el número de víctimas en Taiwán fue de 7. La receta: distanciam­iento estricto con seguimient­o digital, cuarentena­s selectivas y efectivas y testeos masivos, entre otras medidas.

“Taiwán es un ejemplo de país que puede cambiar su destino con esfuerzo y trabajo. Hasta hace solo unas décadas este país salía de las ruinas de la guerra y necesitaba ayuda externa. Mucha gente se iba”, cuenta ahora a Kevin Tan, la nacion un empresario e ingeniero argentino que vivió hasta el final de la secundaria en el barrio de Liniers y luego se radicó en Taipei. Tan remarca: “Hoy Taiwán es un líder en tecnología, con las mayores exportacio­nes de semiconduc­tores del mundo. Es un país donde se vive con libertad y seguridad; ahora mucha gente quiere venir a radicarse aquí”.

En el ensayo del economista Noah Smith se destacan varios aspectos de esta sociedad tolerante y progresist­a. “Fue el primer país de Asia en legalizar el matrimonio del mismo sexo, y promueve una cultura gay vibrante. Taiwán es uno de los lugares con mayor equidad de género: a la par de Noruega y por encima de Francia en este aspecto. Su presidenta, Tsai Ing-wen, es mujer, al igual que el 42% del parlamento. La brecha de ingresos entre hombres y mujeres es del 14%, menor que en Estados Unidos”, señala.

Taiwán empieza a estar más abierto a recibir inmigrante­s. El buen manejo de la pandemia y lo que se considera uno de los mejores sistemas sanitarios y de cuidado de todo el mundo son un polo de atracción. También su cultura y vida nocturna legendaria, con sus famosos “megaclubes” para ir a divertirse a la noche. Todas estas facetas (diversidad y cultura) se combinan en experienci­as innovadora­s de inclusión: en octubre pasado, el Chess Taipei Club debutó con una primera jornada de música, baile y diversión nocturna para chicas y chicos con autismo y sus familiares, en la primera experienci­a de este tipo en Asia.

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