Bonos. Por qué el mundo financiero castiga a la Argentina
Varios factores explican los bajos valores de los títulos de deuda del país
Suba de tasas en los Estados Unidos. Demoras en las negociaciones con el FMI. Cuestionamientos a los números fiscales y al cumplimiento del presupuesto. Cepo. Un combo de factores externos e internos se entremezclan y explican el castigo a los bonos argentinos y por qué en febrero de 2021, a seis meses de la reestructuración de la deuda, el riesgo país se ubica por encima de los 1500 puntos.
Son los asuntos recurrentes en una economía que no crece hace más de una década, que acumula nueve defaults y que agravó su crisis por la pandemia de coronavirus. Pese a un contexto internacional favorable, con el precio de la soja a US$520 la tonelada y perspectivas de alza, además de las bajas tasas internacionales y de las políticas monetarias expansivas que muchos estados pusieron en marcha para mitigar el impacto del coronavirus, el precio de los activos argentinos se desploma, con caídas desde un 30% con respecto a los valores máximos, semanas después de cerrado el canje.
“Los bonos salieron con una tasa de exit yield por debajo del 12% después del canje y, después de ahí, los precios fueron para abajo y la tasa, para arriba”, sintetiza Gabriel Caamaño, director de Consultora Ledesma, en referencia al castigo a los activos argentinos, que también se replica en las acciones de empresas locales que cotizan en el país y en Wall Street. “La única excusa para comprar hoy activos argentinos es que están muy baratos”, dice el economista.
Este último punto acentuó el escenario negativo, más allá de la baja de los dólares paralelos, condicionada por intervenciones oficiales y el ingreso de divisas para el pago del impuesto a la riqueza. Uno de los factores tiene que ver con la paulatina suba de las tasas en los Estados Unidos: el rendimiento a 10 años pasó el 1,5% esta semana. Esto se da por las crecientes expectativas de inflación de mediano plazo, a partir del billonario plan de estímulo fiscal de
Joe Biden y el plan de la Reserva Federal (Fed) de mantener su política monetaria expansiva.
“Es un riesgo global que afecta a los emergentes. En ese escenario, nadie quiere activos argentinos”, dice Fernando Marull, economista de FMYA, quien menciona el perfil de vencimientos de los bonos locales y sus bajos cupones hasta 2023.
Este último punto queda condicionado, a su vez, por factores internos. “La posición técnica del mercado y el carácter de la política juegan en contra de los precios de los bonos, incluso en un contexto en el que se va ajustando el déficit fiscal”, dice Federico Furiase, director de Eco Go.
Si bien destaca que en enero el sector público tuvo superávit y no necesitó financiarse con el Banco Central, el economista advierte por el horizonte de mediano plazo. En otras palabras, el 4,5% de déficit pautado para 2021, con el equilibrio fiscal para 2023, según planteó Martín Guzmán, pareciera no alcanzar desde la óptica del mercado financiero.
Al mismo tiempo, el propio Gobierno exhibe tensiones internas en cuanto a cómo avanzar en cuestiones clave en un año electoral. La muestra más clara son las discusiones en cuanto al ajuste de tarifas de servicios públicos y su consecuente impacto sobre la suma de subsidios, en la que pulsean el Ministerio de Economía y los entes reguladores. Por eso, y si bien luego de la reestructuración el país redujo su carga de vencimientos de corto plazo (recién en 2024 superan los US$2000 millones anuales), la incertidumbre para los próximos años se mantiene. Este año, sin embargo, aparecen entre otros pagos unos US$2400 millones con el Club de París en abril.
“Las paridades actuales descuentan una nueva reestructuración en 2024/2025 cuando la carga de vencimientos empieza a subir. Los fondos de afuera por ahora no quieren saber nada con Argentina. Y el Gobierno, en un año electoral, tampoco intenta construir una historia financiera, aun cuando empieza a acomodar las cuentas fiscales”, agrega Furiase.
Al mismo tiempo, aparece la incertidumbre sobre las negociaciones con el FMI, que tiene a la Argentina como mayor acreedor. Sin prisa, el Gobierno mantiene conversaciones con el organismo, aunque la meta de cerrar un acuerdo para reprogramar los US$44.000 millones del programa en el semestre es “exigente”, según confirmó el vocero del organismo días atrás.
“Desde que se cerró el canje, se avanzó en un endurecimiento del cepo que fue confirmando un enfoque que se ve como meterse en un callejón sin salida: ser más restrictivo con la balanza de pagos, cada vez más intervencionista. Eso conforma un factor negativo local”, dice Caamaño.
Sin avances en el programa con el FMI y demorada hasta nuevo aviso la presentación de las pautas del “plan económico plurianual” anunciado por guzmán, el escenario impacta en la incertidumbre financiera y la suba en el riesgo país. “El acuerdo con el Fondo es una oportunidad para que el enfoque económico cambie, pero esa chance se desdibuja. La Argentina no logra capitalizar ninguna de las buenas noticias, como los precios altos de los commodities y la alta liquidez global, y se agarra todas las malas”, concluye Caamaño.