De carambola al gol. El banco de Independiente se equivocó en un cambio, pero encontró un triunfo
Con un tanto de Romero rompió una racha adversa; Falcioni quería poner a Velasco por Palacios, pero por un error en un número salió el central Barreto, y el wing terminó tirando el córner del 1-0
Una carambola afortunada le dio a Independiente su segunda victoria consecutiva en el torneo. Con gol de Silvio Romero derrotó 1-0 a Gimnasia en Avellaneda, rompiendo una larga década sin triunfos frente al equipo del Bosque.
El fútbol tiene siempre guardada una sorpresa bajo el brazo. Esta vez fue un error ¿involuntario? de los asistentes de Julio Falcioni en el banco de Independiente. En el minuto 61, el técnico decidió el ingreso de Alan Velasco. Su idea era quitar a Palacios y dejar intacto su discutido entramado táctico con tres marcadores centrales, pero alguien anotó el número 24 en lugar del 34 y el que salió fue Barreto, uno de los zagueros.
Se desencajó el Emperador, obligado a alterar su defensa, y ocurrió lo imprevisto. Con cuatro atacantes en cancha, el Rojo forzó un córner, lo lanzó Palacios, cabeceó Insaurralde al palo y Silvio Romero la empujó sobre la raya. Gol.
Lo curioso es que Falcioni se había quejado durante la semana del diferente tratamiento que se le daba a su muy criticado esquema de juego. “De otros –se refería a River– dicen que juegan con tres centrales; a nosotros, que ponemos cinco atrás”, razonó el Emperador.
Es cierto que las equivalencias con el conjunto de Gallardo se diluyen en cuanto comienza a rodar la pelota, pero hay que admitir que esta vez Falcioni brindó algunos argumentos para sostener su queja. El equipo intentó mostrar un aspecto diferente respecto a las primeras dos presentaciones, con la última línea plantada varios metros delante de su área, y Bustos y Togni bien abiertos y lanzados al ataque.
Las variantes disimularon la orfandad que vivieron los delanteros en Paraná y en el estreno frente a Lanús, y el resultado fue que durante un largo rato de la primera parte Independiente se hizo dueño del campo y la pelota. La novedad, sin embargo, descubrió otras falencias.
El Rojo tiene hoy por hoy inconvenientes que parecen insalvables en la gestación de las jugadas de ataque. La salida desde el medio es lenta con Hernández y muy imprecisa con Blanco, los que van por afuera están tan sobrados de velocidad (sobre todo Bustos) como escasos de claridad, y ninguno de los tres que arrancaron desde el inicio en ataque provocan desequilibrio en los mano a mano. Pero además, nadie muestra demasiada imaginación. La conclusión es que la creación de peligro se convierte casi en una quimera.
El Gimnasia de la dupla Messera/ Martini es un poco la contracara. Llegó a Avellaneda con los buenos antecedentes de la actuación en la Bombonera y la goleada ante Talleres, a partir de la agilidad que le imponen los más jóvenes del medio hacia adelante.
Esta vez demoró casi media hora en desactivar la presión local, pero en cuanto la pelota comenzó a viajar entre los pies de Miranda, Ayala y Aleman (el más criterioso), el partido giró hacia el arco de Sosa. El vértigo de Eric Ramírez –dos cabezazos desviados y una carrera que acabó con un “hombrazo” de Barreto que pudo ser penal– puso el resto para cerrar los 45 iniciales con el Lobo dejando una impresión más armónica.
La entrada de Lucas González le dio una marcha más al medio campo local en el arranque del segundo tiempo, pero Gimnasia continuaba imponiendo su mejor manejo. Sosa le negó el gol a Weingandt y un disparo de Contín se fue cerca. Hasta que el diablo metió la cola, sucedió lo imprevisto, y en medio de la confusión de Falcioni y los suyos el Rojo encontró la ventaja.
Después, fiel a sus convicciones, el Emperador acabó recomponiendo su dibujo preferido, Sosa se lució un par de veces, Romero estrelló un remate en el palo y el Rojo acabó abrazándose a un triunfo que encontró con mucho esfuerzo y una buena dosis de fortuna. Las discusiones sobre si juega con 3 defensores o 5 prometen nuevos capítulos.