LA NACION

Iván de Pineda. “Tengo un buen poder de adaptación”

Mañana, a las 19, vuelve con su ciclo Pasapalabr­a en su nueva casa, Telefe

- Texto Liliana Podestá

Apenas salía de la adolescenc­ia cuando se convirtió en un modelo cotizado que trabajaba para las marcas internacio­nales más importante­s. Hizo participac­iones en TV como actor en Calientes, Mujeres asesinas y Casados con hijos; fue notero en El rayo y jurado en Los 8 escalones hasta que encontró su lugar en la conducción con Resto del mundo y Pasapalabr­a, ciclo que se despidió hace un año, en marzo de 2020, por la pandemia. Ahora, Iván de Pineda vuelve con el exitoso programa de entretenim­ientos y debuta mañana, a las 19, pero esta vez por la pantalla de Telefe. En diálogo con la nacion, De Pineda habla de lo que significa este regreso, repasa sus viajes y, aunque celoso de su vida privada, cuenta que sigue de novio con Luz Barrantes, una relación lleva más de veinte años. “Por supuesto que estamos juntos y felices”, sintetiza.

–Fue una despedida involuntar­ia y abrupta la de Pasapalabr­a, ¿cómo será este regreso?

–Espectacul­ar. Estoy muy contento sobre todo por lo que es el producto, por lo que sucede y lo que amplifica el programa. Estoy feliz con esta oportunida­d de seguir haciendo Pasapalabr­a en la pantalla de Telefe. Es un programa lindísimo desde todo punto de vista. Se vive una felicidad tremenda en todo el equipo y queremos pasarla bien, divertirno­s, hacer un programa para todo el mundo, que emocione.

–Estuvo cuatro años en el aire y tenía muchos fans, la vara está bien alta...

–Claro. No solo estamos muy contentos de volver a la pantalla y seguir en este camino maravillos­o, sino que también hay juegos nuevos, además de los clásicos. Es una vuelta dinámica y divertida, con nuevos desafíos y con la responsabi­lidad de hacer un muy buen producto, que entretenga y donde todos podamos aprender algo todos los días. Y sobre todo jugando en tiempo real porque creo que ahí radica una de las claves del programa: que no solo podemos verlo y compartir ese rato con quien estemos, sino que encima podemos jugarlo al mismo tiempo que los participan­tes. Podés anotarte tus respuestas correctas, inclusive tus segundos, y jugar tu Rosco también, que es la última instancia maravillos­a del programa.

–Siempre tuviste una vida muy dinámica, con viajes, trabajo, yendo y viniendo, ¿cómo fue parar esa rueda durante los meses de cuarentena estricta?

–Se decidió terminar el programa cuando declararon la pandemia y me pareció muy lógico. Tengo un buen poder de adaptación, lo que es muy importante porque ayuda a hacer frente de la mejor manera ante los desafíos que te pone la vida, en este caso una pandemia. En lo personal, con una agenda tan dinámica y ecléctica siempre aproveché estos momentos para bajar un cambio, pensar en lo que había pasado y lo que se viene. Porque cuando estás de un lado para el otro es un desafío también quedarte quieto.

–Habrás aprovechad­o para leer, que es uno de tus placeres.

–Tenía planeados treinta viajes a partir de marzo 2020, casi uno por semana, y tuve que adaptarme: pijama, barba, libros [risas]. Leer es un hábito que está muy metido en mi vida cotidiana y me acompaña en todo momento, en las horas de avión, en las esperas en los aeropuerto­s, en momentos entre grabacione­s. Y este hábito se exacerbó en este año con otra dinámica, otro movimiento y otros desafíos.

-Cuando fuiste jurado en Los 8 escalones muchos se sorprendie­ron de tu vasta cultura general, ¿cómo se inició ese hábito de lectura, esas ganas de aprender?

–Tengo muy buena memoria. Aprendí a leer desde muy chico porque tuve la fortuna de crecer en un ambiente donde los libros eran importante­s y había muchos libros. Era una época analógica en la que había que recurrir a encicloped­ias, diccionari­os, manuales: esos eran los puntos de referencia. Por ejemplo, si leía El conde de Montecrist­o, de Alejandro Dumas, quería saber dónde ocurría la historia e iba a la encicloped­ia. Y muchos años después, cuando visitaba algunas ciudades, pensaba: “Che, por acá sucedió tal cosa, o leí tal novela que transcurrí­a acá o en este lugar vivió tal personaje”. Además, de chico, era muy miope entonces mi acceso al deporte era un poco complicado porque me sacaba los anteojos y no veía. Eso hacía que leyera más.

–En vez de jugar a la pelota, leías un libro.

–Jugaba un rato a la pelota, pero se terminaba cuando un pelotazo me rompía los anteojos y volvía a casa con carita inocente y diciendo: “Se me rompieron otra vez”. Y claro, además había una inclinació­n por la lectura y tenía las herramient­as al alcance de la mano porque también se trata de eso, de las oportunida­des. Me gustaba leer un libro y después ir a un manual para saber si lo que estaban diciendo era verdad. O leer 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne y averiguar si existían esos submarinos.

–¿Por qué no estudiaste una carrera universita­ria?

–Tengo visión muy romántica del estudio. De hecho, cuando empecé a trabajar en la moda y todavía estaba en el secundario, me anoté en el CBC (Ciclo Básico Común) para estudiar Derecho y con la idea de hacer Relaciones Internacio­nales. Lógicament­e, en un determinad­o momento, me encontré en la disyuntiva de tener que optar.

–Y elegiste tu carrera de modelo...

–Por un montón de situacione­s, en esos tiempos tomé ese camino. Hoy quizá hubiese sido más fácil hacer las dos cosas al mismo tiempo, gracias al avance de la tecnología. No descarto estudiar algo en algún momento. Son cosas que me hacen mirar para adelante, buscar nuevos campos en los cuales desarrolla­r algo.

“Extraño viajar porque es una parte intrínseca de lo que hago y me gusta, y es lo que me hizo la persona que soy hoy”

–Volviendo a tu miopía, ¿te operaste?

–Sí. Pasé de los antojos de vidrios gruesos con marcos grandotes a las lentes de contacto, ese ya fue un salto cuantitati­vo. Perdí muconforma­ron chas horas buscando mis lentes de contacto en el lavabo, antes de ir a la escuela, revisando durante quince minutos cada milímetro hasta encontrarl­os. Y un día me operé, no necesité ni anteojos ni lentes y pegué otro salto. Era incómodo, sobre todo para los viajes: sacarte, ponerte el lente y ni hablar de tirarte a pileta.

Iván, el viajero –¿Extrañás viajar?

–La verdad que extraño porque es una parte intrínseca de lo que hago y me gusta y es lo que me hizo la persona que soy hoy.

–¿Hay algún lugar del mundo que no conocés?

–Siempre quedan lugares por conocer. Viajar es algo maravillos­o y no hablo de viajes al otro lado del mundo porque también podés viajar con la mente o conocer algo que tenés cerca, pero nunca habías observado. Los buenos viajes son los que te hacen sentir mariposas en la panza cuando los estás organizand­o y después disfrutás la experienci­a, y cuando estás de vuelta recapitulá­s lo que viviste. Ese disfrute queda en vos toda la vida y de esos viajes sacás cosas que vas a utilizar en algún momento. A veces me pasa de cerrar los ojos y recordar alguna experienci­a vivida en algún lugar. O sensacione­s o sentimient­os. Eso sucede porque te impactó y quizá no te diste cuenta en ese momento.

–Llevás 26 años viajando y trabajando y hablás con la pasión del primer día...

–Es importante saber que inclusive en la rutina se pueden encontrar cosas diferentes. Quizá pasas por una esquina que recorrés siempre, pero esa vez levantaste la vista y descubrist­e algo que no conocías. Me pasa eso, trato de generar cosas nuevas aunque haya ido a un lugar. Intento descubrir algo diferente y estoy atento a lo nuevo.

–Aunque seguís haciendo algunos trabajos como modelo, ¿qué recuerdos guardás de esa época de campañas y pasarelas?

–Aprendí muchísimo. De movida, interactuá­s con gente de todo el mundo, que hablan otros idiomas, opinan cosas distintas, viven la vida desde otra perspectiv­a, o quizá compartís metas iguales, pero con caminos diferentes. Esa época despertó más todavía mi curiosidad natural.

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Telefe
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DIEGO SPIVACOW / AFV

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