LA NACION

Un viaje fantástico por el sur de la ciudad

En Hotel Palmera, muestra de Matías Duville en Puerto Madero, se puede iniciar un recorrido que pase por San Telmo y llegue hasta el margen del Riachuelo

- por Celina Chatruc

Una repentina sensación de poesía, asociada a la belleza de lo lejano, a la serenidad, a desprender­me de mí: veo pasar un avión en el cielo. Tengo motivos para sorprender­me de lo que siento. Conozco las penosas esperas de los aeropuerto­s, la vulgaridad sórdida del ambiente, la compañía no deseada, la vigilancia, el encierro promiscuo, las mil incomodida­des. Pero eso era cuando viajaba”.

Así comienza el texto de César Aira que acompaña la muestra de Matías Duville abierta desde noviembre al público en Colección Amalita, experienci­a que demanda la presencia física. La música que el artista compuso con su hermano Pablo y la luz que ilumina las salas diseñadas por Rafael Viñoly crean el clima ideal para atravesar esas instalacio­nes. Imágenes apocalípti­cas en tres dimensione­s que continúan una odisea: la iniciada con obras similares en lugares como arteba, el Malba, el Centro Cultural Recoleta y el Collins Park de Miami, durante Art Basel.

Los dibujos de gran formato que realizó en sanguina, un pastel color rojo sangre, están inspirados en momentos que pasó a diario sobre la tabla de surf y los atardecere­s que veía desde la ruta en Los Ángeles. Allí los expuso en 2019 en el Museo de Arte Latinoamer­icano Molaa, tras haber realizado más de una decena de residencia­s en el exterior y una aventura creativa por Alaska. Su propia experienci­a beatnik en el camino, antes de que el coronaviru­s convirtier­a los viajes en una posible trampa mortal.

“¿Alguna vez llegaremos a atravesar el umbral de la dimensión duvilliana? ¿Podremos infiltrarn­os en las incisiones de las pinturas, tirarnos de cabeza en piletas sin fondo o girar hasta perder la razón en remolinos causados por trombas inesperada­s?”, se preguntan Gabriel Pérez Barreiro y Lara Marmor, curadores de Hotel Palmera. Ambos dicen buscar con esta muestra que los visitantes “encuentren, paradójica­mente, la sensación de pérdida de brújula, ese estado anhelado e incómodo a la vez, de desorienta­ción que nos invade cuando estamos en un lugar extranjero, extraño”.

De París a La Boca

Un lugar tan extraño como el que enamoró en 2007 a Jean Yves Legavre, pareja durante medio siglo de Juan Stoppani. Juntos protagoniz­an De París a Buenos Aires en el museo Marco, a medio camino entre el Parque Lezama y el Puente Avellaneda. “Durante el descenso del avión, veía una selva inmensa y el mar tranquilo. Cuando apareció Buenos Aires, un pasajero francés exclamó: ¡La Boca!’. Azul y amarillo, se veía el óvalo perfecto de la Bombonera”, escribe Legavre al recordar la primera vez que vio el barrio donde ahora ambos tienen su casa-taller.

Así como al conocerse colaboraro­n en la obra Eva Perón de Copi, dirigida por Alfredo Rodríguez Arias, ahora crearon otra experienci­a que desafía el aislamient­o: llenaron las salas del museo de vida y color, con personajes surrealist­as y hasta un piano emplumado, mientras preparaban otra muestra que se exhibió hasta enero en la galería Smart Gallery.

Osadía similar a la demostrada por Stoppani en las Experienci­as ‘68 del Instituto Torcuato Di Tella, cuando los artistas reunidos en aquella memorable exposición decidieron destruir sus obras en la vereda porque la policía había censurado una obra. Todo lo que Juan Stoppani no se puede poner se titulaba la suya, que consistía en una mujer cubierta por un turbante y rodeada por manzanas verdes.

Eso ocurrió dos años antes de llegar a la casa parisina de Rodríguez Arias, donde Legavre abrió la puerta desnudo. Iniciaron entonces un viaje creativo que, a pesar de la pandemia, continúa hasta hoy.

La máquina del tiempo

El recorrido entre Puerto Madero y La Boca tiene una parada obligada: la manzana de San Telmo, sobre la Avenida San Juan al 300, que aloja el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (ver aparte) y el Museo de Arte Contemporá­neo de Buenos Aires (Macba).

Este último inaugurará el sábado próximo Neo Post, una muestra dedicada al último medio siglo de la pintura geométrica en la Argentina. Curada por Rodrigo Alonso, reunirá obras de Mariela Scafati, Alfredo Londaibere, Jorge Gumier Maier, Hilda Mans, Fabián Burgos, Pablo Siquier, Magdalena Jitrik, Maria Martorell, Silvia Gurfein, Graciela Hasper y Tulio de Sagastizab­al, entre otros artistas. Según se adelantó, el objetivo es poner en valor el arte geométrico argentino del período 1970–2020, “en el que emprendió inéditos rumbos que han sido denominado­s con rótulos tan variados como nueva geometría, geometría sensible, neogeo, parageomet­ría, geometría ornamental o postgeomet­ría”.

Para acompañar la exposición, el museo editará también un catálogo que reunirá lo más destacado del arte geométrico de los últimos 50 años en nuestro país. Es decir, una suerte de máquina del tiempo portátil, para recorrer parte de la historia creativa argentina.

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Bruno dubner Matías Duville. Muestra con música en Colección Amalita

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