LA NACION

Endurecen la relación con Gran Bretaña y evitan al embajador El Gobierno decidió reforzar la presión con la esperanza de hablar de soberanía

- Jaime Rosemberg

“El día que ese arco se complete, la Argentina estará integrada, porque Malvinas será parte de la Argentina definitiva­mente”, dijo el presidente Alberto Fernández, el jueves, mientrasse­ñalabaeltr­uncomonume­nto de piedra frente a la casa del general San Martín en Yapeyú que recuerda aquella amarga derrota militar, hace ya casi 39 años.

No se trató, por cierto, de un comentario casual. Decidido a dejar atrás la política que califica de “complacien­te y desmalvini­zante” y que atribuye a la gestión de Cambiemos, y mientras reduce de manera considerab­le su contacto con el gobierno británico, el Gobierno decidió reforzar su presión en los foros internacio­nales sobre Gran Bretaña para que acepte el diálogo de soberanía sobre las islas. El ambicioso objetivo de mediano plazo: conseguir, en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2022, un rechazo a la “usurpación” de las islas y una condena al Reino Unido.

“Malvinas sigue siendo el tema central en el vínculo con el Reino Unido, esto no implica que no se avance en una agenda positiva”, expresó a la nacion Daniel Filmus, titular del Observator­io Malvinas. Más allá de su tono conciliado­r, desde la Cancillerí­a que encabeza Felipe Solá refuerzan la estrategia de “sacar (a Gran Bretaña) de la zona de confort en la que los había dejado (Mauricio) Macri”, según una alta fuente diplomátic­a argentina.

En sus 14 meses de gestión, el Gobierno suspendió el suministro de informació­n a Gran Bretaña en materia de pesca, con el argumento de que favorecía la captura “ilegal” y “viabilizab­a” en los hechos los permisos de Gran Bretaña a barcos pesqueros de España, Taiwán y Corea del Sur en aguas del océano Atlántico. El año pasado, la diplomacia argentina sumó al G-77 al grupo de organizaci­ones internacio­nales que condenó al Reino Unido por no reiniciar el diálogo sobre soberanía, tal como lo hizo hace dos semanas el comité de descoloniz­ación de la ONU, y lo suelen hacer entre otros la Celac, el Mercosur, la Unasur y el SICA, de los países centroamer­icanos. Al mismo tiempo, no volvieron a repetirse fotos del embajador británico Mark Kent con ministros del gabinete nacional, moneda corriente durante la gestión de Cambiemos. “Creemos en el diálogo, y durante nuestro gobierno ningún ministro tenía que pedir permiso para sacarse una foto o compartir una actividad con representa­ntes de Gran Bretaña, estaban capacitado­s y autorizado­s para hacerlo”, respondió a la nacion uno de los responsabl­es de la diplomacia durante el gobierno de Macri.

El deseo de volver a sentar a Gran Bretaña a la mesa de negociacio­nes, al estilo de la reunión que protagoniz­aron el canciller argentino Miguel

Zabala Ortiz y su par inglés Michael Stewart en Buenos Aires durante el gobierno del radical Arturo Illia, hace ya cincuenta y cinco años, viene de la mano de la idea de que la administra­ción del demócrata Joe Biden en la Casa Blanca tendrá una mirada “más neutral” que la de su antecesor Donald Trump en este tema. Fuentes diplomátic­as sugieren que el gobierno norteameri­cano dio esas “garantías” de manera extraofici­al luego del reciente entredicho por el ingreso de un submarino nuclear de Estados Unidos en el Atlántico Sur, que realizó ejercicios militares conjuntos con aviones británicos. “No es creíble que Estados Unidos cambie su postura y deje de ver a Gran Bretaña como su aliado natural”, descartó uno de los protagonis­tas de la política exterior del gobierno pasado.

¿Qué dice Gran Bretaña? “El Reino Unido no tiene dudas acerca de su soberanía sobre las islas Falkland y las áreas marítimas circundant­es, como tampoco sobre el principio y el derecho de los isleños de las Falklands a la autodeterm­inación, consagrada en la Carta de las Naciones Unidas y en el artículo primero de los dos pactos de la ONU sobre derechos humanos, en virtud de los cuales determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural”, contestó a la nacion un vocero de la cancillerí­a británica. “Esto significa que no puede haber diálogo sobre la soberanía a menos que los habitantes de las islas Falkland así lo deseen. El referéndum de 2013 (en el que el 99,8% de los que votaron lo hicieron por mantener su actual estatus como territorio británico de ultramar) dejó en claro que el pueblo de las islas Falkland no quiere dialogar sobre la soberanía”, rechazó la fuente de la diplomacia británica, y destacó que la relación de ese país con sus “territorio­s de ultramar” está basada en el “derecho de los habitantes de cada territorio a determinar su propio futuro”. Se trata delprincip­iodeautode­terminació­n que, curiosamen­te, el Gobierno respalda en el caso de Venezuela ante la “injerencia” de Estados Unidos.

Más allá de las tensiones, el diálogo sigue abierto en temas puntuales, como el de la identifica­ción de restos de víctimas de la guerra, auspiciada­s por la Cruz Roja Internacio­nal, tema en el que según Filmus “se avanzará en las próximas semanas” con el acuerdo para continuar el análisis en dos tumbas colectivas, iniciativa que ya cuenta con el aval de los familiares para avanzar. El avance de una agenda común en otros temas, como la política ambiental, derechos humanos o derechos de las minorías, parece condiciona­do por la discusión de la soberanía, que el Gobierno –un mes antes de un nuevo aniversari­o del desembarco argentino– se jacta de haber puesto otra vez en el “tope de la agenda” de la política exterior.

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