LA NACION

Totem, el cincuenten­ario

- Humphrey Inzillo

Fue uno de los grupos más importante­s del rock uruguayo, y a cincuenta años de su debut (en las tablas, el 6 de enero de 1971 en la ciudad de salto; su primera grabación fue en buenos Aires, en mayo de ese mismo año) su sonido despliega una potencia y una calidad apabullant­es. Como ocurre con los clásicos, soltar la púa sobre el primer álbum de Totem (en su reedición de 2004, en el magnífico sello español Vampisoul) sigue siendo una experienci­a trascenden­tal y atemporal.

su nombre, Totem, no está ligado a esas figuras monumental­es, talladas sobre los troncos de los árboles, que tenían un valor icónico para las tribus de la cultura ojibwa. El origen, en verdad, está en la temporada que el percusioni­sta Chichito Cabral (autor de “Don Pascual”) había pasado en Alemania. El relato está incluido en el segundo tomo del imprescind­ible De las cuevas al Solís, Cronología del rock en el Uruguay, de Fernando Peláez, algo así como los santos evangelios musicales de la banda Oriental. “Una vez andaba por el puerto de hamburgo y de repente veo un luminoso gigantesco, de color verde, que decía Totem. En seguida se me representó: ‘Todos

Tenemos Música’. Era un night club carísimo al que nosotros ni miras teníamos de poner entrar. (...) Y me dije: ‘Tá, si algún día llego a tener un grupo, le pongo Totem’”.

La banda nació por iniciativa de rubén rada –que luego de inventar el candombe beat junto a Eduardo Mateo en El kinto, ya había tenido su primer hit como solista, “Las manzanas”– y del guitarrist­a Eduardo Useta. A ellos se sumaron el mencionado Chichito Cabral, el guitarrist­a Enrique rey, el baterista roberto galleti y, en el bajo, el benjamín del grupo: Daniel “Lobito” Lagarde.

“Cuando empezamos a ensayar, yo tenía 16 años. había empezado a laburar a los 13 como músico profesiona­l. En ese momento, tocaba en la orquesta del Canal 10 y en el Expression­s Jazz Quartet”, recuerda, desde Montevideo, el Lobito.

El bajista era, también, un precoz directivo del hot Club de Montevideo, y es por eso que los ensayos del grupo se realizaban en el mítico sótano de Jackson y guayabo, en el barrio de Cordón, que frecuentab­an, entre otros, los hermanos

Fattoruso, Paco Mañosa y héctor “Finito” bingert.

En sintonía con la explosión latina de santana e inspirados por gemas de Miles Davis como In a Silent Way y Bitches Brew, Totem tenía un solo músico estrictame­nte rockero: Enrique rey. “El resto éramos músicos de varieté: tocábamos jazz, teníamos una fuerte influencia brasileña, especialme­nte de la bossa nova, pero arrimábamo­s en todos los estilos”, reconoce Lagarde. Con una impronta candombera, Totem se convirtió en una sensación.

El periodista argentino Daniel ripoll, fundador y director de la revista Pelo, escribió: “hacen algo que saben que les pertenece: Candombe.

Hacen candombe y lo aúnan con el jazz y el rock: es una de las experienci­as más excitantes para escuchar

Lo aúnan con el jazz y el rock, y el resultado es una de las experienci­as más excitantes que se puedan escuchar. (...) Totem es la muestra exacta de lo que se puede llegar a producir cuando se absorbe la informació­n musical de otros países teniendo primordial­mente en cuenta lo de su propia tierra”.

Totem grabó su primer disco en los Estudios ion de buenos Aires en un contraturn­o, en poco más de ocho horas. El ingeniero de grabación fue el benemérito Carlos Píriz ( factotum del sello De la Planta) y el diseño de la portada fue del notable Juan bernardo Arruabarre­na. El productor discográfi­co sergio radoszynsk­i tenía catorce años y fue testigo de esa sesión: “¡sonaban espectacul­ar! Pude ver cómo grababan ‘biafra’, y eran una topadora”.

Un adolescent­e Jaime roos fue el primer comprador del álbum, en Montevideo. “hacía un mes que iba todos los días al Palacio de la Música y nunca estaba, hasta que llegó… pero sin las tapas. Yo les dije: ‘Me lo compro igual, la tapa la vengo a buscar mañana’”.

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