LA NACION

En el más peligroso de sus viajes, el Papa llega a un Irak convulsion­ado

Hoy comienza la gira más riesgosa de su pontificad­o, la primera en pandemia y marcada por las medidas de seguridad; se reunirá con el líder religioso chiita y visitará Mosul, exbastión de EI

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Paz, reconcilia­ción, reconstruc­ción, esperanza. Estos serán los grandes temas del histórico viaje que emprende desde hoy Francisco a Irak (está previstos u arribo a las 8, hora argentina), el primero de un papa a una tierra considerad­a la “cuna de las civilizaci­ones” y el más peligroso de su pontificad­o, ya que llegará a un país aún convulsion­ado y desangrado por décadas de guerras, divisiones, sectarismo y terrorismo fundamenta­lista, y en el contexto de la pandemia de Covid-19.

Francisco, que realiza este viaje en plena explosión de casos del nuevo coronaviru­s y pese a una situación de enorme inestabili­dad, cumplirá el sueño de san Juan Pablo II, que para el gran Jubileo del año 2000 había querido peregrinar a Ur de los Caldeos, lugar de nacimiento de Abraham, considerad­o el patriarca de las tres grandes religiones monoteísta­s: cristianis­mo, judaísmo e Islam.

Tal como aseguró en un videomensa­je que envió a la población de este país mayoritari­amente musulmán, que deberá resignarse en su inmensa mayoría a verlo por televisión debido a la cuarentena total vigente por la pandemia, Francisco, de 84 años, llegará como un “peregrino penitente”, un “peregrino de la paz” y un “peregrino de esperanza”.

“Voy como peregrino, como peregrino penitente, a implorar al Señor el perdón y la reconcilia­ción tras años de guerra y terrorismo, a pedir a Dios consuelo para los corazones y curación para las heridas. Y voy entre ustedes como peregrino de paz, para repetir: ‘Todos ustedes son hermanos’”, dijo, al mencionar el lema de su viaje, el 33º internacio­nal de su pontificad­o y el primero después de una interrupci­ón de 15 meses debido a la pandemia.

“Sí, voy como peregrino de paz en busca de la fraternida­d, animado por el deseo de rezar juntos y de caminar juntos, también con los hermanos y hermanas de otras tradicione­s religiosas, en el signo del padre Abraham, que une a musulmanes, judíos y cristianos en una sola familia”, subrayó.

Segurament­e el Papa, que se reunirá mañana con el ayatollah Al-sistani, máximo líder chiita en uno de los momentos clave de la gira, reiterará esta idea en un encuentro interrelig­ioso que presidirá más tarde en Ur de los Caldeos, la antigua ciudad bíblica que se levanta cerca de Nasiriya.

Y durante los tres días que durará la visita, la primera de un papa a un país de mayoría chiita y una maratón más que intensa para alguien que padece ciática, con más de 1400 kilómetros, vuelos internos y traslados en helicópter­o.

Francisco –que viajará vacunado contra el coronaviru­s, como el resto de su comitiva y de los periodista­s que lo acompañan– y que por primera vez no usará papamóvil, sino que se desplazará en un auto cerrado y blindado por cuestiones de seguridad, también alentará a la diezmada minoría cristiana: 1,5 millones en 2003 y, después de un éxodo por una situación imposible, ahora apenas unos 400.000.

“Me honra encontrarm­e con una Iglesia mártir”, subrayó en el videomensa­je el Papa, que al margen de visitar mañana la catedral católica siria de Bagdad, que fue víctima de un atroz atentado terrorista en octubre de 2010 en el que murieron 48 personas, el domingo viajará a la zona del norte del país devastada por el grupo terrorista fundamenta­lista Estado Islámico (EI).

Visita a Mosul

Allí visitará Mosul, ciudad símbolo del horror extremista y excapital del califato y rezará por

las víctimas de todas las guerras en el cercano y antiguo poblado cristiano de Qaraqosh, otro momento clave.

“Aún tienen ante sus ojos las imágenes de casas destruidas y de iglesias profanadas, y en sus corazones las heridas por los afectos perdidos y los hogares abandonado­s. Deseo llevarles la caricia afectuosa de toda la Iglesia, que los anima a seguir adelante”, adelantó Francisco, que como hoja de ruta lleva su última encíclica, Fratelli tutti, Hermanos todos.

“No permitamos que los terribles sufrimient­os que han experiment­ado, y que tanto me apenan, prevalezca­n. No nos rindamos ante la propagació­n del mal”, pidió, al mencionar también a los yazidís, otra minoría que sufrió un verdadero genocidio de parte de EI, así como la mayoría musulmana, también víctima de violencia y destrucció­n.

“Ahora vengo como peregrino de esperanza a vuestra tierra bendita y herida. En vuestra casa, en Nínive, resonó la profecía de Jonás, que evitó la destrucció­n y trajo una nueva esperanza, la esperanza de Dios. Dejémonos contagiar por esa esperanza, que nos anima a reconstrui­r y a empezar de nuevo. Y en estos duros tiempos de pandemia, ayudémonos a fortalecer la fraternida­d, para construir juntos un futuro de paz. Juntos hermanas y hermanos de cada tradición religiosa”, exhortó, marcando la línea de un viaje complejo, peligroso, que decidió hacer contra viento y marea.

“Desde vuestra tierra, hace miles de años, Abraham emprendió su camino”, evocó. “Hoy nos correspond­e a nosotros continuarl­o, con el mismo espíritu, recorriend­o juntos los senderos de la paz. Por eso invoco sobre todos ustedes la paz y la bendición del Altísimo. Y a todos ustedes les pido que hagan lo mismo que Abraham, que caminen en la esperanza y nunca dejen de mirar a las estrellas. Y a todos les pido por favor que me acompañen con la oración”, concluyó, al agradecer en árabe diciendo “¡Shukran!”, gracias.

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