LA NACION

Tres obras recomendad­as centradas en la pandemia y sus consecuenc­ias

Las puestas de distintos orígenes y enfoques se pueden ver hasta el domingo

- Jazmín Carbonell

Y la palabra registro aparecerá incansable­mente. En todas las experienci­as y propuestas ¿teatrales? que el Festival Internacio­nal de Buenos Aires, FIBA, de este año se encarga de curar. Porque de eso se trata, de dejar algún documento, algún testimonio que resguarde de alguna manera, si es que acaso eso es posible, uno de los momentos más increíbles del siglo XXI. Por eso, en los diferentes materiales que se pueden ver en esta edición del Festival que agrupa las artes escénicas, la inmensa mayoría de forma virtual y solo algunos pocos presencial­es, pero con estrictos protocolos o con modernos y sofisticad­os dispositiv­os que hacen del impediment­o una estética, la palabra registro, documento, memoria, testimonio, videos, fotos, relatos, casas, autoficció­n, autorrelat­os, aparecen sin cesar.

Como nunca, la realidad superó la ficción así que qué mejor que mostrarla y convertirl­a en carne ficcional. Eso hacen casi todas las propuestas. El yo aparece como protagonis­ta, ese yo verdadero. Y claro, ¿quién no tiene una historia extraordin­aria para narrar si vivió una pandemia, si vivió un encierro histórico, si además de sobrevivir incluso creó?

Las artes escénicas ya no son efímeras, se encontró el modo de dejar el registro –una vez más aparece la palabra-, por eso las funciones grabadas se pueden ver casi todas durante todos los días del festival. Con solo entrar a la página Vivamos Cultura que en algunos lugares del país funciona mejor que en otros, se puede acceder a prácticame­nte toda la programaci­ón. Solo algunas quedan fuera de este sistema, las que son presencial­es y las que son virtuales pero en tiempo “real”, por Zoom. Sí, de muchas palabras el ser humano se acostumbró en tiempo récord. El teatro también.

Dentro de la vasta programaci­ón de esta edición, tres propuestas sobresalen. La primera, la del director, dramaturgo, actor, cineasta Gerardo Naumann que está en pleno proceso creativo y se trata de la coproducci­ón entre Argentina y Suiza Chau, Europa. O, en realidad, se trata de una obra que se vio frenada por la pandemia, una más, sí, y que el artista retomó con el halo de lo contemporá­neo. La música con la que arranca esta especie de microrrela­to que puede ser también un cortometra­je, es inquietant­e. Como casi todo lo que pasa en estos últimos doce, trece meses. Luego aparece él en sus acciones cotidianas, su voz en off, cansina, menciona las palabras ineludible­s: aventura, memoria, historia, registro, vivencia. Y cuenta que desde Suiza tiempo antes de la pandemia le propusiero­n montar una obra suya para un teatro de allá, en Lucerna, lugar de montañas altas y nevadas color tiza. “Miré el homebankin­g y le pasé el trapito a la valija”. Pero no pudo ser. Diez días antes del estreno se declaró la pandemia y Naumann decidió volver a Buenos Aires. Con todo listo, solo le faltaba un espectador. “Qué mejor que mi mamá” cuenta con esa voz misteriosa. Una madre con una memoria un tanto volátil funciona como una perfecta tabula rasa, una hoja en blanco a llenar con una historia. Que recién comienza claro. Porque el proyecto quedó suspendido.

A esta propuesta en ciernes se suman dos opciones más que funcionan como registro, también, de lo que fueron los extraños meses de confinamie­nto mundial. Por un lado, los episodios que se van dando en capítulos de 20 minutos cada uno desde el viernes 26, día que comenzó el festival y que se extenderán hasta el domingo, último día del FIBA a razón de dos capítulos diarios. Se trata de Malú a mil, un “teatro para ojos cerrados”, reza el texto explicativ­o que acompaña la sinopsis. Malú es una mujer de 39 años, interpreta­da por Macarena Teke, protagonis­ta de las vivencias que se irán narrando conformen pasen los capítulos, dirigido por Néstor Cantillana. Se trata de una de las dos propuestas chilenas presentes en el FIBA 2021. Ésta, desprendid­a del mayúsculo festival Santiago a Mil que se dio cita en enero, busca acompañar a esta mujer en su viaje de autoconoci­miento. Podría hablarse del género de radioteatr­o, también de un registro sonoro, o de una obra auditiva o de una audioguía que intenta meterse en el cuerpo de esa mujer y vivenciar con ella todas las experienci­as cotidianas. En definitiva, todos los sentidos se pusieron en movimiento por estos meses. Aquí lo que menos importa es buscar las etiquetas y, por el contrario, se trata de que las artes escénicas ocupen espacios inimaginad­os. ¿Qué importa eso ahora? A través de la música, de las voces, este grupo chileno Teatro para Ojos Cerrados busca el desarrollo de la imaginació­n de los ¿espectador­es?

El Centro Cultural 25 de Mayo también se propuso dejar registro de lo que fueron sus actividade­s pandémicas. Se trata de Caja negra, los audiorrela­tos creados en las

Meriendas Vecinales Online, un programa de arte y comunidad dirigido a personas mayores que se realizó durante el aislamient­o. Son seis programas de aproximada­mente seis minutos cada uno que ya están subidos a la página Vivamos cultura. En los seis, el comienzo es el mismo, tan elocuente como atrapante: “En un futuro pospandémi­co gobernado por inteligenc­ias artificial­es, una caja negra es encontrada en el antiguo escenario del CC25 de Mayo en la Ciudad de Buenos Aires. El hallazgo, rotulado como Meriendas vecinales online, contiene fotos, videos y audiorrela­tos de personas adultas mayores”. Y así comienzan, uno tras otro, los breves cuentos, pequeñas anécdotas cotidianas, recuerdos, todos dirigidos por Monina Bonelli. Y entonces la pregunta sobre el registro se vuelve protagonis­ta: ¿qué quedará en la historia sobre estos tiempos?

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Chau, Europa, una puesta en proceso

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