LA NACION

Sin distanciam­iento ni barbijos, se festejó el “último primer día”

En distintos espacios públicos de la ciudad y el conurbano, los chicos que concluyen la secundaria se reunieron para celebrar, lejos de los protocolos

- María Nöllmann

Lunes, 3.30. Las mesas de ajedrez de hormigón de la Plaza Larrazábal, en Liniers, funcionaba­n desde temprano como barras de bebidas alcohólica­s. El vodka, el jugo, el vino en cartón y las bebidas energizant­es se vaciaban con rapidez a medida que nuevos grupos de chicos se sumaban a la multitud ya instalada: en total, unos 200 adolescent­es de entre 16 y 18 años, que festejaban con disfraces y silbatos, y sin tapabocas, su último primer día de secundaria (UPD).

En pocas horas, la mayoría de los chicos que entonces bailaban y formaban pogos en el centro de la plaza estarían ingresando por primera vez en el año al colegio, divididos en burbujas de entre 10 y 15 alumnos y manteniend­o el distanciam­iento social para evitar focos de contagios de coronaviru­s. Pero ayer a la madrugada, la pandemia parecía ser un tema del pasado. No solo lo decían ellos, sino que también se leía en algunos de sus vasos intervenid­os con marcadores: “El coronaviru­s se fue se gira”.

Las fiestas de UPD se replicaron en numerosas plazas y parques de la Capital y el conurbano bonaerense, entre las que se destacó el Parque Saavedra, la meca de una importante cantidad de colegios de la zona oeste de la ciudad. En las últimas semanas, algunos gobiernos municipale­s aconsejaro­n no realizar este tipo de festejos multitudin­arios para preservar el funcionami­ento de las burbujas educativas. A su vez, una gran cantidad de escuelas notificaro­n que no iban a dejar ingresar por una semana a aquellos que lo hicieran. Pero esto último es difícil de controlar. Según algunos de los chicos consultado­s por durante las celebracio­nes la nacion en plazas, la mayoría tenía planeado mentir, no decir dónde había pasado la noche.

“No pienso perderme mi primera semana de clases. Ya perdí todo el año pasado y fue muy duro”, expresó Camila, estudiante de quinto año de un colegio parroquial, quien se acercó al Parque Saavedra junto a sus amigas para celebrar. Debido a la resistenci­a de los padres, su promoción no consiguió una casa en donde realizar todos juntos la clásica previa del UPD, por lo que habían decidido juntarse de a pocos en distintos domicilios y reunirse alrededor de las 4 en el espacio verde. Esta historia se repetía entre las promocione­s de distintos colegios consultada­s.

En el centro del parque, casi invisible desde las calles circundant­es, se concentrab­an más de 400 jóvenes, que bailaban al son de la música que emanaba tres parlantes. En cada uno de los dispositiv­os sonaba una partitura distinta, pero como estaban distribuid­os entre la multitud, el sonido casi no se mezclaba, al igual que sucedía en los boliches con más de una pista. A unos 80 metros, un grupo de concientiz­adores del gobierno porteño los observaba. “Si se llega a descontrol­ar, nos metemos”, comentaban entre ellos.

“Vinimos la mitad –contó Enrique Ríos, de 18 años, que estudia en la Escuela Técnica Nº 32 General José de San Martín–. Unos 10 prefiriero­n no hacer UPD y los otros 10, sí. Después de un año sin tener contacto con nadie, no quería dejar de festejar”. Según él, la fiesta no distaba mucho de lo que sucede todos los fines de semana en el Parque Saavedra. A falta de boliches, aclaraba, muchos jóvenes acostumbra­n juntarse a bailar y tomar en este mismo espacio verde los viernes y sábados, y a veces incluso los días de semana.

“Nunca vine, pero por lo que me contaron amigos, suele terminarse a las 5, cuando cae la policía”, detalló. Sin embargo, esos encuentros no congregan tantos adolescent­es como el de la madrugada de ayer.

La multitud de personas en el parque se explicaba, en parte, por la imposibili­dad de realizar los UPD en otras plazas de la ciudad, que se encuentran enrejadas y rodeadas por operativos policiales desde temprano.

“La burbuja se rompe todos los fines de semana. Le pedimos al colegio dividir las burbujas por afinidad, por grupo de amigos, para respetarla­s afuera del colegio, pero nos dijeron que no”, indicó Ana, de 16 años, que caminaba junto a sus amigas por las cuadras aledañas a la Plaza Arenales, de Villa Devoto.

Desde la medianoche, este espacio verde –que suele ser el epicentro de los festejos de UPD de los colegios del barrio– estuvo rodeado por grupos de policías, que evitaron que los chicos se instalaran. Es por eso que ayer varios estudiante­s circulaban por las calles lindantes en busca de alternativ­as, con sus bebidas alcohólica­s y sus carteles en mano.

Los estudiante­s del colegio Misericord­ia lo previeron y contrataro­n con días de anticipaci­ón un colectivo para que los llevara desde Devoto hacia un parque de otro barrio, el cual prefiriero­n no especifica­r.

Según los protocolos para el regreso a la presencial­idad de la Ciudad, si un estudiante se contagia de coronaviru­s o presenta síntomas, toda su burbuja debe abandonar la cursada presencial hasta cumplir con la cuarentena preventiva. Los profesores que le dieron clase a ese grupo deben aislarse solo en caso de haber tenido un contacto cercano con esos alumnos. Según destacaron fuentes del Ministerio de Educación porteño, cada caso se evalúa por separado. En tanto, según la última actualizac­ión del protocolo para el regreso a las aulas de la provincia de Buenos Aires, todos los profesores que estuvieron en el curso del estudiante contagiado deben aislarse.

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Alejandro guyot Música, alcohol y cercanía, así lo vivieron en el Parque Saavedra

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