LA NACION

Show en el aire

Curry y Lillard fueron las principale­s atraccione­s de otro electrizan­te All Star Game de la NBA

- Diego Morini

El All Star Game de la NBA es un show. Nada nuevo, siempre lo fue. Aunque en la noche de Atlanta, en el State Farm Arena, la propuesta resultó más parecida a una reunión de estrellas para descansar y divertirse, que una cita en la que las figuras de la competenci­a ofrecen un poco de “circo” y después compiten con seriedad, al menos, durante un cuarto. Pero claro, ante semejante montaje, resulta imposible que no queden momentos marcados y que dominen la escena. Y allí emergen las figuras de Stephen Curry y Damian Lillard con tiros imposibles desde la mitad de la cancha durante el partido principal y se suma la figura de Anfernee Simons, ofreciendo un vuelo demencial durante un concurso de volcadas, que recibió muchas críticas.

No contaba con el visto bueno de todos los jugadores esta cita. Sin embargo, la NBA no detuvo su maquinaria. Con estrictos controles sanitarios, sin público y mucho “maquillaje” a la hora de entrar en la cancha. Apenas 13 minutos del capitán de uno de los equipos, Lebron James, fue uno de los gestos más significat­ivos de que esta fiesta no era del agrado de la mayoría. Sin Kevin Durant, Anthony Davis y Devin Booker por lesiones. Sin Joel Embiid y Ben Simmons, que debieron hacer cuarentena en su ciudad por contacto estrecho con una persona contagiada: el peluquero de ambos, que estuvo con ellos dos días antes del All Star...

En ese contexto se desarrolló la versión estelar de 2021. Aunque claro, siempre tiene algunas piezas de colección. Nada para rescatar del concurso de habilidade­s que quedó en poder de Domantas Sabonis, el pivote lituano de Indiana Pacers. Apenas generó en las redes algunas burlas y asombro porque no fue Luka Doncic, el esloveno de Dallas Mavericks, el mejor en un rubro que suponía iba a dominar.

Las volcadas estaban un poco predestina­das a quedar como una parte del show algo descafeina­do. Zion Williamson, de Pelicans, se había corrido del certamen, y bajaron las expectativ­as. Simons, el escolta de 1,93 metro de los Balzers, se quedó con la corona y dos de sus volcadas valieron la pena en una noche poco atractiva. Si bien Obi Toppin, de los Knicks, y Cassius Stanley, de los Pacers, intentaron ponerle color, lo que convenció a los jurados fue lo que propuso Simons, primero colocando un soporte por encima del aro, sobre el tablero, en el que puso una pelota. El jugador de Portland tomó ese balón que estaba colocado a casi 3,5 metros de altura y después volcó la pelota. Y para terminar de conquistar, en su último intento corrió haataque cia el aro, buscó besarlo, no lo hizo por milímetros y enterró el balón.

Ahora bien, lo que valió cada centavo del show, fue la oferta de Curry y Lillard, que jugaban en el equipo de Lebron, con lanzamient­os increíbles. Si bien es cierto que los bases de Golden State Warriors y Portland Trail Blazers se entrenan para tomar tiros de tres puntos desde mucha distancia, lo que mostraron en el All Star fue sencillame­nte espectacul­ar. Y en especial Lillard sacudió las redes dos veces desde la mitad de la cancha.

El “juego” lo arrancó Curry en una acción en la que a punto estuvo de perder la pelota cerca de la mitad de la cancha; sin tiempo en el reloj de tiro, giró y sacó un triple de los que acostumbra, esos imposibles que ingresan tocando sólo la red. La estrella de los Warriors ya estaba en sintonía, ya que fue él quien se quedó con el concurso de los triples. Pero Lillard, que se negó a participar de esa parte del show, dejó en claro que su rango de tiro es simplement­e imposible de comprender. Es que durante el primer tiempo, salió del fondo de la cancha picando el balón con tranquilid­ad y cuando llegó a la mitad de la cancha (un paso antes de superarla) sacó un lanzamient­o que entró limpio y generó la reacción inmediata de sus compañeros.

Para elevar la apuesta, en el siguiente, fue Curry el que tomó el control, aunque la única diferencia de la acción que eyectó a Lebron del banco de suplentes a celebrar, fue que el base de Golden State Warriors sacó el tiro apenas un paso por delante de la línea de la mitad de la cancha. Las redes sociales explotaron con semejante menú.

El espectácul­o se mantuvo. Volcadas de Chris Paul en conexión con Curry, la destreza de Giannis Antetokoun­mpo –que se quedó con el MVP–, algunos pases de fantasía de Harden, Irving, Luka Doncic o Nikola Jokic. Todo muy NBA, demasiado All Star.

El sistema de juego (muy extraño, por cierto), indica que el último cuarto no se juega por tiempo, sino por puntos. Se establece un marcador a alcanzar, que se otorga de la suma del puntaje que tiene el equipo que está al frente hasta ese momento, más 24 puntos. En este caso, el equipo de Lebron ganaba 146 a 125. Por lo tanto, el ganador del juego sería el primero en llegar a 170. Por la diferencia, para el equipo de Kevin Durant, eso era casi imposible. Pero eso no le quitó emoción al desenlace. Porque para sostener la tendencia de los triples salvajes, cuando el partido estaba 167 a 150, el base de Portland prolongó su racha en el clutch, el “Lillard time”. Subió el balón con calma y desde la mitad de la cancha metió el triple que decretó el 170150 final. Una auténtica locura.

Esta particular­idad, con tiros increíbles, son cada vez más usuales en la NBA. La respuesta está en las estadístic­as avanzadas: Lillard, en la temporada 2019, tomó 130 lanzamient­os de más de 30 pies (9,10 metros). Y acertó 54, lo que le dio un porcentaje de 41,5% de aciertos. Tira apenas cruza la mitad de la cancha. Esos porcentaje­s están por encima de jugadores especialis­tas en triples que lanzan desde los 7,25 metros. Para entender que la noche de ficción del All Star Game no fue una casualidad, sino una muestra de talento, puntería y determinac­ión exclusiva de las estrellas.

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Kevin cox / afp lillard, impactante, colgado del aro; el base de Portland trail blazers atrapó la mirada de todos en Atlanta

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