LA NACION

Personajes comediante

El comediante cumple hoy 80 años y hace un balance sobre su trayectori­a y la realidad de la televisión y el teatro en pandemia

- Texto Pablo Mascareño

Antonio Gasalla cumple hoy 80 años y habla sobre la televisión actual y la realidad del teatro en medio de la pandemia

“Ya he cumplido tantos años en mi vida que lo vivo normalment­e”. Antonio Gasalla está con ganas de hablar. Hoy cumple 80 años y el número redondo amerita uno de esos balances que suelen hacerse en las fechas especiales. “Cumplir años en distintos momentos, no es lo mismo. Cumplo 80 y la vida sigue, lo tomo como es”, dice a la nacion, acodado en su casa del barrio de Recoleta que habita desde hace mucho tiempo. Cómicos hay unos cuantos, capocómico­s algunos y un puñado de comediante­s estelares. Antonio Gasalla ocupa otro status en ese escalafón. El actor es la última estrella del humor argentino con rango de celebridad. Comparable a Niní Marshall o Alberto Olmedo, Gasalla escribió páginas destacadas en la historia de la comicidad nacional. En una televisión que enterró el formato y un teatro en crisis pandémica, el agradecido género del humor, tan complejo de llevar a cabo, hoy es una asignatura pendiente en la industria del entretenim­iento.

–Desde hace bastante tiempo, la televisión no le da espacio al humor. ¿Por qué?

–No lo puedo decir yo, que estuve tanto en televisión. En los últimos días escuché que algunos canales están pensando hacer mejores programas, porque lo quedó adentro de la televisión son propuestas muy elementale­s.

No duda en, rápidament­e, dar su opinión sobre el medio sin medias tintas, tal su frontal costumbre. El palacio de la risa, Gasalla en pantalla, El mundo de Antonio Gasalla y tantos otros títulos, lo convirtier­on en la figura referencia­l del humor televisivo. En sus programas desfilaban esos personajes que radiografí­an, con desborde, buena parte de la miseria, las debilidade­s y los laberíntic­os recovecos de la raza humana. La fóbica y temerosa Soledad Dolores Solari, la empleada pública Flora siempre atenta a la corruptela y desnudar la burocracia estatal, la abuela que retrata la realidad de un grupo etario no siempre atendido, la manipulado­ra Yolanda lista para manejar a su gusto el orden familiar desde una silla de ruedas, la periodista Edith enfocada en reflejar conflictos insólitos, y tantos más. Teoría del Esperpento, en términos de Valle Inclán. Algunas de esas criaturas, como la famosa abuela populariza­da en el filme Esperando la carroza, nacieron en sus innumerabl­es temporadas teatrales en el Maipo.

–Sus personajes femeninos, desde el lenguaje de la farsa y la caricatura, interpelab­an las miserias sociales. ¿A qué apelaba para poder componerlo­s y llegar al alma de ellos?

–Si uno es autor, no tiene que plantearse ‘cómo voy a hacer’ o ‘qué voy a hacer’, tiene que salir naturalmen­te para luego corregir. Tampoco hay una sola manera de actuar. Cuando hacía televisión, me llevaba todo el día grabar uno de esos personajes. Terminaba a las ocho o nueve de la noche y ya me ponía a pensar en lo siguiente.

–En los últimos meses, Masterchef Celebrity es el programa más visto de la televisión argentina. ¿A qué atribuye el fenómeno? ¿Por qué cree que las audiencias se inclinan por una competenci­a de cocina?

–No sé si Masterchef Celebrity tiene tanto público. Están tratando con gente que no cocina muy bien, cuando el participan­te lleva el plato para que lo evalúen es tremendo, pero ellos se divierten, se ríen. Si me decís que la gente que está cocinando ahí sabe cocinar, me parece un horror. Hubieran puesto a una mujer de familia que sepa cocinar, porque los que van ahí, no saben.

–Antes de la pandemia ya era casi nula la ficción en televisión. ¿Se revertirá la tendencia?

–Que vuelva todo. Que se hagan teleteatro­s, los dramas a la noche, los programas de preguntas y respuestas.

Atravesado­s por el Covid

“Los que necesitamo­s que los espectador­es nos vengan a ver, tenemos que pensar que la gente no se encierra en un teatro tan fácilmente como antes”, sostiene el actor que debutó en un escenario en 1964 y dos años después llamó la atención del público con aquella rebeldía llamada Help, Valentino, donde también estaban Carlos Perciavall­e, Edda Díaz y Nora Blay. La aventura irreverent­e se montaba en una pieza de la avenida Del Libertador cerca de Callao. Marcaron un camino, el del humor inteligent­e.

Gasalla se preocupa por la nueva dinámica de la expectació­n teatral. A pesar de ser una figura masiva de la televisión, el actor siempre ha estado vinculado a la representa­ción escénica: “Cambió la cantidad de asientos. De pronto, hoy día un teatro que tiene 1000 localidade­s pasó a tener 220 habilitada­s. Es hacer teatro para ver al público de lejos…”, refunfuña ante la “nueva normalidad”.

Cuidadoso, entiende que buena parte de la población y muchos de sus compañeros del mundo artístico experiment­an una suerte de sensación pospandémi­ca, nada más alejado de la realidad mundial: “Muchos creen que está todo bien y dejaron de utilizar el barbijo, pero hay gente que está internada, esto es algo que no ha terminado aún”.

–¿Cómo transitó y transita la pandemia?

–Fue una situación obligada, fue terrible estar todos encerrados. Pero, vuelvo a repetir, mucha gente dejó de usar el barbijo y así es como después terminan internados diez o quince días. Pasó con gente que está trabajando en la calle Corrientes. Estar encerrados o tener que usar barbijos hizo que todo cambie mucho.

La última actividad artística de Antonio Gasalla se dio en la temporada de verano del año pasado en la ciudad de Mar del Plata. Se trató de una experienci­a trunca, debido a que el humorista debió suspender las funciones por problemas de salud.

–¿Extraña trabajar? ¿Qué le gustaría volver a hacer: cine, teatro, televisión? ¿Cómo quisiera regresar a la actividad?

-Como está hoy día el teatro, no volvería. Otra cosa sería hacer una película.

–El filme Dos hermanos narraba una historia conmovedor­a donde Graciela Borges y usted estaban espléndido­s en sus caracteriz­aciones. ¿Le interesarí­a protagoniz­ar un material con esos matices sensibles?

–Hablé bastante con Graciela Borges en los últimos dos años, pero el cine no es mi fuerte. A mí me cuesta pensar en una película. Así como puedo pensar en un escenario y ver qué pongo y qué hago, en cine siento una especie de falta de práctica. Con Graciela hablamos y volveremos a hablar cuando ella regrese de su casa de campo para ver si hacemos algo.

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