LA NACION

Acusado de homicidio, pasó dos años y medio preso, pero se comprobó que era inocente

A la familia del joven se lo recomendó la madre de una víctima de Cromañón

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El 30 de diciembre de 2018, durante el acto por un nuevo aniversari­o de la tragedia de Cromañón, Romina Lovillo, la tía de Santiago Almirón, se acercó a los oradores de la Coordinado­ra contra la Impunidad Policial para pedirles que la ayudaran con el caso de su sobrino, que llevaba meses preso.

Así conoció a Fabiola Aguirre, madre de Diego Chávez, otro joven que estuvo preso injustamen­te más de tres años por el crimen de un policía. “Ella me pasó el contacto del abogado Alejandro Bois, que ya defendió a varios pibes con ‘causas armadas’. Eso es fundamenta­l porque si no te cree tu abogado, que es el que te va a defender, estás perdido”, reflexiona Romina.

Durante el alegato de la defensa en el juicio contra Santiago, Bois consideró: “No tendríamos que haber llegado a esta instancia y no lo hubiésemos hecho si se aceptaba el pedido de nulidad de la elevación a juicio que sostuvimos en su momento. Fueron casi tres años, nos hubiésemos ahorrado muchos recursos judiciales, pero fundamenta­lmente les hubiésemos ahorrado gastos y dolor a la familia y a Santiago. Se podría haber evitado si el fiscal de instrucció­n hubiese actuado con criterio”.

Desde el programa de Litigio Estratégic­o de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que realizó la veeduría del juicio realizado ante el Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de Morón, se expresó: “Nos encontramo­s frente un caso que reúne todos los componente­s de una ‘causa armada’: una persona inocente, detenida sin razón, sin pruebas que sostuviera­n ni la imputación y mucho menos la elevación a juicio. Una Justicia selectiva y apurada para resolver un caso sin ningún tipo de sustento probatorio ni criterio jurídico. El comportami­ento del fiscal de primera instancia debe revisarse, pero este caso expone una matriz que lo trasciende. Es cada vez más necesario que el rol del Ministerio Público Fiscal sea auditado; eso forma parte, incluso, de un fuerte reclamo social”.

Romina concluye que “las cárceles son terribles para jóvenes como Santiago y tantos otros que son injustamen­te víctimas de causas armadas por la policía. Después de estar en esos lugares quedan muy mal por culpa de una Justicia que no es justa y que se ensaña con los pobres”.

La pesadilla de Santiago Almirón duró dos años y medio. Él, hoy, puede contar su historia en libertad. Muchos otros, no.

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