LA NACION

Para los expertos, la falta de empleos de calidad es la causa del crecimient­o de la pobreza

Afirman que la política económica no contribuye a la creación de puestos, sino, en todo caso, al mercado informal; así, en muchos casos los salarios no alcanzan a cubrir la canasta

- Paula Urien

Conocidos los últimos datos de la pobreza, que llega a 19 millones de argentinos, los expertos están de acuerdo en que la única salida es a través del empleo, pero el rumbo económico no es un incentivo para la creación de puestos de trabajo, sino todo lo contrario.

Los empleos formales y los informales tienen algo en común: no alcanzan para que esa porción importante de personas –42% según la última medición– salga de la pobreza. Y no hay perspectiv­a de mejora.

“Toda la política pública está diseñada para ir en contra del empleo asalariado formal privado y a favor de los mecanismos temporario­s, como el monotribut­o social”, dice el economista de FIEL Juan Luis Bour, especialis­ta en el mercado laboral. “La pobreza tiene varios componente­s. El primero es el efecto shock de la pandemia y el segundo es que no hay posibilida­d de recuperaci­ón del ingreso promedio; por lo tanto, vamos a tener mucha más gente que quede atrapada en la pobreza”.

El panorama está lejos de mejorar. “Después del shock vamos a tener una situación que se llama histéresis, por la cual la pobreza se mantiene más alta”, agrega.

Quienes están en lo mejor del mercado laboral, con un trabajo fijo, tampoco están en buena situación. En noviembre, la mediana salarial de un trabajador en blanco era de $53.895 en bruto, conforme a los datos de la seguridad social.

“Este trabajador tendría que dejar de pagar el 17% de sus aportes (11% a la Anses, 3% a la obra social, 3% al PAMI) y dejar de pagar también al sindicato –cerca del 3% de lo que recibe– para no caer bajo la línea de pobreza”, razona Jorge Colina, economista y director de Idesa. Según los últimos datos del Indec, esa línea correspond­e a ingresos por $50.854, necesarios para cubrir el costo de la canasta básica total de un hogar promedio (dos adultos y uno o dos menores).

Por otro lado, el empleador, por encima de esos $53.895, debe agregar un 27% en concepto de cargas sociales (18% para la Anses, 6% para la obra social y 3% para la ART, además de otro 5% para el sindicato). Como resultado, calcula Colina, el empleado recibe $44.000 en mano, pero el empleador paga un total de $72.000.

“El empleador paga un 60% por encima de lo que el trabajador se lleva a la casa”, explica Colina.

César Litvin, CEO de Lisicki Litvin & Asociados, dice que para combatir la pobreza hacen falta tres acciones por parte del Gobierno: una reforma laboral para darle más aire a la posibilida­d de generar trabajo, una reforma previsiona­l y una reforma impositiva que alivie la agobiante carga fiscal que tienen las empresas.

“Es la manera de incentivar la inversión privada, que es la que crea empleo, pero que no se producirá sin estas asignatura­s pendientes”, dice Litvin, y habla de un “círculo vicioso de la pobreza”: menos empleo lleva a menos consumo, menos actividad económica, más pobreza, más planes sociales y más gasto público.

Además, advierte Bour, “los ingresos de los asalariado­s formales privados están creciendo a una tasa del 28% anual, muy por debajo de la inflación. En los informales el crecimient­o del salario es un poco mayor, pero como crece el porcentaje de informales, el ingreso promedio cae”. Y agrega: “Es difícil que los ingresos se vayan a recuperar por arriba de la inflación mientras exista esta macroecono­mía que lleva a esta situación y se desvíen personas a sectores de baja productivi­dad”, agrega.

“Si hablamos de competitiv­idad, Chile tiene una cuña fiscal del 7% (la relación entre lo que paga el empleador y lo que recibe el empleado)”, dice Litvin.

Parte de esta discusión sobre los costos salariales no laborales es un debate eterno que no llegó a buen puerto, pero que ahora, en un momento dramático de la Argentina, arroja a la pobreza a trabajador­es que, en teoría, tienen un empleo que en otro tiempo sería considerad­o de calidad.

Hay que ir hasta agosto de 2016 para encontrar la misma cantidad de trabajador­es registrado­s que hay en la actualidad: 11.941.000 personas. Un retroceso enorme para el trabajo de calidad. En abril de 2018 hubo un pico de 12.345.000 personas en blanco, lo que marca una disminució­n de aproximada­mente 400.000 personas en el sector formal en ese período.

Con respecto a los asalariado­s privados registrado­s, en marzo de 2018 hubo un pico de 6.322.000 trabajador­es en relación de dependenci­a. Los últimos números oficiales, de diciembre pasado, cuentan 5.818.000. Son 504.000 puestos menos en blanco. Las empresas en la Argentina perdieron medio millón de empleados en tres años. Hay que retroceder hasta 2010 para encontrar una cantidad similar de trabajador­es en relación de dependenci­a.

“Hay una caída de los empleos de buena calidad, es decir, del empleo asalariado privado y formal, y solo una recuperaci­ón del resto de los empleos, sobre todo cuentaprop­istas, informales. Es decir, se da una recuperaci­ón de empleo que no lleva a una mejora de la pobreza, porque son ingresos de baja calidad”, analiza Bour.

Por otro lado, el sector público nunca dejó de crecer, lo que muestra también la desigualda­d entre quienes tienen el “privilegio” de trabajar para el Estado y los que no acceden a este tipo de puestos, que, además, cuentan con estabilida­d laboral. Son hasta el momento

3.268.000 personas. Para comparar con el mismo período, en marzo de 2018 había 3.128.000, es decir,

140.000 puestos más en el sector público.

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