LA NACION

Buljubasic­h, más allá del arco

Se crió sin padres, superó un tumor y se convirtió en un manager multicampe­ón en Chile

- Diego Borinsky

A los 8 años se quedó sin padre. A los 13 se suicidó su madre. Fue criado por su hermana y una tía. A los 16 se instaló en la pensión de Rosario Central. Le atajó un penal a Ronald Koeman siendo arquero de Tenerife, tuvo tres etapas en Central y fue campeón con el River de Pellegrini. A los 32 se retiró. Intentó con la representa­ción de jugadores y no le gustó. Volvió a atajar y logró el récord de invulnerab­ilidad en la historia de Chile: 1352 minutos (15 partidos) sin que le metan goles, quinta marca actual en el fútbol mundial. Le detectaron un tumor en el cerebro. Lo operaron y siguió atajando. Estudió administra­ción, se preparó y lleva 11 años como gerente deportivo en la Universida­d Católica, equipo con el que ganó 10 títulos y con el que logró el primer tricampeon­ato de su historia. Vale la pena leer qué cuenta José María Buljubasic­h.

1. –¿Quién es Buljubasic­h?

–Alguien que peleó para llegar a donde quiso llegar y está contento con lo que hizo en la vida. Como persona soy tranquilo, familiero y muy responsabl­e. Esa palabra me acompaña desde siempre, porque al quedarme sin padres siendo muy chico, sin responsabi­lidad no hubiera llegado a ningún lado. Ser tan responsabl­e me jugó a favor, pero también en contra: no pude disfrutar de mi carrera como hubiera querido.

4. –Apellido complicado para los relatores.

–Es originario de la isla Brac, Croacia. Se pronuncia Buliubasic­h. Mi apellido materno es Hulgich, también de la zona. Mis cuatro abuelos vinieron de la ex Yugoslavia, después de la primera guerra mundial. Tuve la suerte de visitar a primos que viven en Jelsa, en la isla de Hvar, Croacia, y nos contaron porqué nuestros abuelos viajaron a la Argentina. Nunca pudieron volver a su país, esa parte fue triste.

5. –¿Qué hacían tus padres?

–Mi papá era camionero y mi mamá, ama de casa y costurera. Mi viejo falleció en un accidente en la Panamerica­na cuando yo tenía 8 años y Rosana, mi hermana, 11, y no sé si porque éramos muy chicos o porque mamá no quería hablar del tema, nunca tuvimos más informació­n que esa. No sé ni por qué fue el accidente. Creo que uno también bloquea ciertas cosas para seguir viviendo. Al morir mi viejo, mi mamá decidió que nos mudáramos de Firmat a Venado Tuerto, donde estaba su familia.

6. –¿Cuándo murió tu mamá?

–Cinco años después de la muerte de mi viejo, en 1984, yo tenía 13. Mi mamá era depresiva y se suicidó. Había días en que llegaba a casa y estaban todas las luces apagadas y no se levantaba de la cama. Y otros días estaba bien. Cuando se murió, fuimos con mi hermana a vivir a la casa de Santiaga, la hermana mayor de nuestra madre. La tía Santi tenía 4 hijas mujeres, y 3 de ellas ya se habían casado e ido, así que se dio naturalmen­te.

7. –¿Cómo te enteraste?

–Yo siempre iba al colegio con la llave de casa en la mochila. Ese día, mamá no se levantó, desayuné solo, fui al colegio y volví al mediodía, antes que mi hermana. Cuando llegué y quise entrar, no tenía la llave y había un cartelito en la puerta, con su letra, en el que decía que esperara a Rosana para entrar. Yo estaba en una bici que me habían prestado, así que fui a devolverla y al regresar vi movimiento­s y una vecina me dijo: “Andá a buscar a tu tía”. Al llegar con mi tía vi que le hizo el gesto de lo que había pasado. Fui corriendo a avisarle a mi hermana al colegio: entré al aula y le dije ahí mismo que mamá se había ahorcado. No quise entrar a verla y tampoco quería ir al velatorio pero Martín, uno de mis tíos, alguien que me ayudó mucho, me explicó que me iba a arrepentir, que el velatorio era el momento para despedirme. Le hice caso. Fue bueno no haberla visto ahorcada, esa impresión te queda para siempre.

8. –¿Cómo saliste adelante?

–No sé, siempre tuve cierta fortaleza en ese sentido, y también el hecho de que mi mamá no estuviera bien durante tantos años no me permitió vivir en un ambiente muy agradable. Yo era muy responsabl­e en el colegio, jugaba al fútbol en Venado y tenía en mi mente ser futbolista y todo esto me ayudó a enfocarme en ser alguien en la vida: a los 16 años entré a las inferiores de Central y me metí de lleno en ese objetivo.

13. –¿Por qué arquero?

–Mi viejo me llevaba a Firmat Fútbol club, después en Venado jugaba en Centenario. Una mañana fui al arco, no me preguntés por qué, parece que lo hice bien y no salí más.

14. –¿No es cruel el puesto?

–Diría que es ingrato, pero tiene su lógica: es el puesto de mayor responsabi­lidad. El arquero, después de un error, no puede resarcirse enseguida, mientras un jugador de campo sí tiene esa chance. Por eso el arquero necesita una fortaleza mental muy grande.

18. –De 1 a 10, ¿cómo calificás tu carrera?

–(Piensa) Un 10 sería un arquero que atajó en Europa, en la selección y triunfó. No llegué a la selección, sí fui a Europa pero casi no atajé, así que estoy lejos de eso. Atajé en River, en olimpia de Paraguay, otro grande del continente, fui titular 4 años en la Católica, un grande de Chile, atajé en Central, un equipo con muchas presiones. En México jugué todo el año. Podría ser un arquero eh… de 6 puntos, o 6 y medio… sí, 6 y medio.

21. –¿Qué les contestás a los extranjero­s que te preguntan por el clásico rosarino?

–El otro día miraba el Boca-river y uno de los periodista­s decía que hubo 99 futbolista­s que jugaron en ambos clubes, y entonces fui a buscar cuántos habían jugado en Central y Newell’s. Eran sólo 17. Y el último lo hizo en 1984. Ese dato te lo dice todo, te muestra la presión que existe y cómo se vive el clásico en la cancha, en la calle, en todos lados, está todo muy comprimido en una ciudad donde o sos de un equipo o sos del otro.

22. –¿Tenerife es un lugar para quedarse a vivir?

–Sí, olvidate, por eso mi arrepentim­iento de no haber hecho algo más para quedarme. Siempre fui muy profesiona­l, pero me faltó ese plus. A Tenerife fuimos con Marcelo ojeda como proyectos para que en dos años nos nacionaliz­áramos y atajáramos como españoles. Me llevó Vicente Cantatore, que me había tenido en Central, pero salió la ley Bosman y se cayó el proyecto. Marcelo anduvo muy bien, yo no jugaba, pedí irme, entonces pasé a préstamo a Lleida, después me compró el oviedo, tardó en salirme la nacionalid­ad y chau Europa.

23. –Pero podrás contarles a tus nietos que le atajaste un penal al Barcelona.

–Así es, fue en la temporada 94/95, estando en Tenerife. Se dio algo curioso. En el primer semestre echaron a ojeda en un partido contra el Betis por cometer un penal: entré y lo atajé, pero perdimos 4-1. En la segunda ronda, pasó lo mismo, pero contra Barcelona: entré, lo pateó Koeman, cruzado, me adelanté un poco y se lo atajé. Ganamos 2-1 sobre la hora. Al partido siguiente, fui titular contra La Coruña, me comí dos goles y perdí la chance de ganarme el puesto. Igual, ojeda anduvo espectacul­ar ese año, era difícil.

26. –¿Manuel Pellegrini fue el que te pidió para River?

–Llegué a River en julio de 2002, ya se había ido Ramón Díaz y estaba Pellegrini. Estaba sin club, el arquero titular era Comizzo, Costanzo se recuperaba de una rotura de ligamentos y en la pretempora­da Lux se fracturó la mano y se ve que ahí salieron a buscar otro arquero. Manuel tenía una forma muy buena de relacionar­se con el grupo, y también una idea muy clara de fútbol que pretendía. Siempre le agradeceré esa chance que me dio. Mantuve el contacto con el tiempo, nos hemos juntado cuando vino a Chile, me parece una gran persona y un gran entrenador.

29. –¿Qué balance hacés de tu paso por River?

–Mi sensación no es positiva. Si tomás las estadístic­as, mi campaña no fue mala, pero si uno termina eliminado en cuartos de Libertador­es con una goleada y es responsabl­e en un par de goles, no hay nada que hacer. Nunca busqué excusas, y la sensación que quedó es esa y contra las sensacione­s no se puede ir, hay que aceptarlas y listo. En la ida contra el América había tenido un gran partido y ganamos 2-1, pero la historia terminó con el 1-4 en Cali. En River, cuando me lo merecí, jugué y cuando cometí errores, salí, así de simple. Aquel 1-4 en Colombia fue mi último partido y ya no atajé en las fechas finales del Clausura que terminamos ganando en Bahía Blanca.

30. –¿El arco de River mide más que el resto o es verso?

–Los arcos miden todos iguales, lo que se mide distinto es la trascenden­cia y la repercusió­n de atajar en esos arcos, ahí está la diferencia. Cuando uno ataja en un equipo grande, el margen de error es mínimo, y cualquier falla se magnífica; hay que aprender a convivir con eso.

31. –Al irte de River, te retiraste del fútbol: eras joven, tenías 32 años, ¿qué pasó?

–Acepté la decisión del entrenador (Pellegrini), pero al mismo tiempo perdí la ilusión, estaba decepciona­do conmigo mismo. No había cumplido con lo que quería hacer, y fue una especie de autocastig­o que me impuse. Tenía el pase libre, esperé a ver si aparecía algo que me motivara y, como no aparecía, uno también empieza a perder confianza en sí mismo. El fútbol tiene mucho de ilusión, de ganas, de confianza. Y dejé.

32. –¿Qué hiciste?

–Mi señora quería que siguiera jugando. Yo le explicaba que ya me sentía preparado para retirarme, ¡pero ella era la que no estaba preparada, ja ja! Claro: me conoció cuando estaba en las inferiores de Central y trabajaba en el kiosco, me acompañó en toda mi carrera y también tenía esa adrenalina del fin de semana. Arranqué como representa­nte, colaborand­o con Ricardo Schlieper desde Rosario, y en dos

meses no hice ninguna operación (risas). No me gustó, porque más allá de que cada uno tiene ciertas habilidade­s, también se tiene que preparar para cualquier actividad. Y yo no me había preparado. Para ser gerente deportivo sí me preparé; para la representa­ción, no. Aparte, no me gustaba ni la entendía.

–Pensaba que la gente me diría por la calle: “¡Qué suerte que dejaste, eras malísimo!”, y no, los comentario­s eran otros. En esos meses venía cada tanto a Buenos Aires y aprovechab­a para jugar al golf con Pellegrini, que seguía en River, y con Jorge Bombicino, el kinesiólog­o que hoy está en River. Yo le pedía a Manuel que me consiguier­a contactos para mi trabajo de representa­ción. “No, usted tiene que seguir jugando al fútbol”, me decía.

35. –¿Qué hiciste?

–Llamé a Manuel (Pellegrini), no estaba, hablé con Cousillas y el Flaco me puso en contacto con la gente de Unión Española. Arreglamos todo, con el campeonato ya empezado, porque se podía incorporar hasta la cuarta fecha. Había estado parado casi 10 meses, de junio a marzo, me entrené una semana y Fernando Carvallo,

el técnico, me mandó a la cancha. Era un muy buen equipo: fuimos a playoff y perdimos por penales; en el siguiente eliminamos a la U de Chile y a la Católica y llegamos a la final, donde perdimos con Cobreloa.

36. –¿Volvió el entusiasmo?

–Me volvieron las ganas, me reencontré con ese deseo, me di cuenta de que podía volver a jugar y además tenía a mi señora que me seguía insistiend­o, no me soltaba, ja ja. Haber parado 6 meses, al final, fue la mejor decisión porque terminé jugando 6 años más y disfrutand­o más de mi carrera.

39. – Y encontrast­e tu lugar como gerente deportivo.

–Ojo: la adrenalina de ganar o perder la sigo sintiendo, el sufrimient­o por el resultado de cada partido, lo tengo. El tema pasa por cómo uno se toma las derrotas. Yo nunca las tomé con naturalida­d, eso es lo que te hace pasarla mal. En el fondo, mi gran tema fue el anímico, sufría mucho el día del partido: pensaba qué pasaba si me equivocaba, si la cagaba. Jugar a las 9 de la noche para mí era durísimo: se me hacía eterno estar todo el día metido en el hotel, me auto presionaba mucho con el error.

44. –Que llegaras a la quinta marca mundial de valla invicta (1.352 minutos) es una muestra de que los milagros existen en el fútbol. ¿Verdadero o falso? –Verdadero (risas). Es un milagro porque si uno dice, antes de empezar un campeonato, que tu equipo va a estar 15 partidos sin que le metan un gol, pensás que no puede ocurrir, porque siempre hay errores propios, virtudes de los rivales o alguna decisión arbitral que te cambia la ecuación. Hay una cuota de azar importante para llegar a esa cifra, pero también una cuota muy grande de funcionami­ento del equipo y ese equipo funcionaba muy bien. Coincidió con un gran momento mío. En los primeros 4 o 5 partidos sólo atajé 1 o 2 pelotas por partido, o sea que no nos llegaban.

51. –¿Cómo supiste que tenías un tumor en la cabeza?

–Las personas altas, cuando se levantan de golpe, por ahí se marean y yo empecé a sentir eso seguido, incluso haciendo movimiento­s rápidos en los entrenamie­ntos. Hablé con el médico, me mandó a hacer una resonancia y ahí detectaron que había un tumor en la cabeza. Un tumor chiquito. No sabían si era maligno o benigno, si había salido hacía un mes o lo tenía de toda la vida. Por suerte estaba en una zona buena, adelante, que no afectaba funciones elementale­s.

53. –¿Tuviste miedo de morirte?

–Por supuesto que uno tiene temores. No me lo dijeron de una manera tan grave, hay un shock, pero no queda otra, uno tiene que enfrentarl­o. Primero, estaba la operación en sí, que te abrieran la cabeza. Y después, en caso de ser maligno, pensar en hacer radio o quimiotera­pia. Cuando hablás con el oncólogo y te plantea todas las opciones, te bajoneás un poco, pero durante ese mes dormí todas las noches sin medicación, lo llevé bien. Ya cuando llegó el momento de operarse, ahí hubo que hablar con mis hijas, que tenían 8 y 5 años, porque no sabés qué te puede pasar en una operación así y quizás no las ves más. Igual, fue todo bastante tranquilo.

57. –¿Todo eso te cambió el modo de tomarte las cosas?

–No. Uno piensa que después de afrontar una situación así se va a tomar las cosas con más calma, pero seguí siendo igual de responsabl­e. Tampoco es que me había enfrentado a una situación límite. Me hice resonancia­s en los primeros 5 o 6 años, pero desde entonces ya no me hago controles, está todo bien. Todo esto porque no fue maligno.

60. –¿Cuál fue el motivo del retiro,

6 años después del anterior?

–La autocrític­a. Cuando uno ataja, te hacen un gol y en la cancha parecía que la pelota iba rapidísimo, pero después lo veía en la tele y la pelota no iba tan rápido, era uno el que iba lento. En enero del 2010 hubo posibilida­d de ir a un equipo de Estados Unidos, me fui a entrenar a Central con mi cuñado para probar, pero al tercer día me di cuenta de que no tenía más ganas. Me arrepiento, me hubiera gustado tener una experienci­a en Estados Unidos y aprender el idioma.

62.–¿Porquédeci­disteserge­rente deportivo y no director técnico?

–Lo primero que pensé es que el gerente deportivo podía instalarse en un lugar por un tiempo largo, en cambio el entrenador se mueve mucho, como el jugador, y no quería separarme de mi familia. Ese fue uno de los motivos, y funcionó, porque llevo casi 11 años en el mismo lugar.

64. –¿Qué funciones cumplís?

–Hay dos gerentes que deben responder ante el directorio: un gerente general y uno deportivo, los dos estamos a la misma altura. Yo me relaciono con el técnico pero tamcipar, bién con las áreas de nutrición, la psicológic­a, la de prensa, negocio los contratos de los jugadores con sus representa­ntes, almuerzo con el plantel, viajo con ellos, uno debe saber manejarse en ese ambiente. No soy amigo de los jugadores, pero tengo las puertas abiertas del camarín, entro y salgo cuando quiero, y la relación es cordial. Lo mismo con el entrenador. La ventaja que tuve en Católica es que el cargo no existía cuando asumí, se gestó conmigo. Y lo bueno es que el directorio me dio el espacio. Cursé una carrera que se llama Administra­ción de organizaci­ones deportivas en la Universida­d Gabriela Mistral. Dura 3 años, no la terminé pero aprendí; muchas cosas las implementa­mos de manera natural y otras las incorporé con el tiempo. Con los años me di cuenta de que tenía más habilidade­s para este cargo de las que creía.

71. –¿Te decepcionó que Holan se fuera con solo 6 meses en el cargo o lo entendiste por las diferencia­s económicas?

–En realidad, Ariel estuvo 1 año y 2 meses pero sólo compitió 6 meses por la pandemia. Siempre me gustaría que los técnicos campeones sigan, pero aquí tenemos una estructura de contrato con los entrenador­es de 2 años con una cláusula de salida al año, que puede ser ejecutada por cualquiera de las dos partes poniendo la plata el que decida ejecutarla. Eso se puede hacer sólo durante la semana posterior a la finalizaci­ón del campeonato. Entonces es previsible que si un técnico sale campeón tenga ofertas que no podamos igualar. Y nosotros no podemos hipotecar al club para igualar la oferta que recibe un entrenador desde otro país. No lo permite la Sociedad Anónima.

77. –Vas para casi 11 años en el cargo, una cifra ilógica para el fútbol en general y ni hablar para Sudamérica, ¿por qué se dio?

–Se llega porque me gusta estar aquí, me siento cómodo, y nunca tuve la decisión de irme, más allá de presentar la renuncia un par de veces para descomprim­ir, y porque el directorio tiene muy claro el proyecto, ha hecho evaluacion­es no sólo de mi tarea sino también del gerente general, que lleva el mismo tiempo que yo, y lo mismo pasa con muchos empleados. Y porque cree en los procesos largos.

79. –¿No te interesa trabajar en Argentina?

–Por lo que veo a la distancia, en Argentina se interpreta el rol de manager de otro modo que aquí y Europa. En Argentina, la figura del presidente y del entrenador son muy fuertes, las decisiones pasan por ellos, y no se valida tanto el trabajo del manager, allá siempre gana o pierde el entrenador. Aquí, en Chile, el gerente deportivo está en la opinión de todos, participa más en las decisiones.

81. –Las sociedades anónimas suelen ser mala palabra en Argentina, ¿qué decís vos de tu experienci­a en Católica, que es una SA? –Para mí, tanto las SA como las sociedades sin fines de lucro pueden funcionar muy bien o muy mal, todo depende de la gestión. No es que te llevan al éxito o al fracaso por la forma jurídica. Si les preguntás a los jugadores de Colo Colo, Católica o la U qué piensan, segurament­e te dirán que apoyan a las SA porque están al día con los sueldos. Y si se llegó ahí es porque esos clubes como sociedades civiles quebraron. Porque cuando el club es de los hinchas, al mismo tiempo no es de nadie, y la administra­ción corre riesgos. Si es de alguien, ese alguien se va a preocupar porque las cosas se hagan lo mejor posible. Eso pienso yo. Algunos hinchas están en contra de la SA porque dicen que no pueden partipero en un club normal tampoco participan en la elección de refuerzos o del entrenador, ¿o sí?

92. –¿Te dan miedo los terremotos o uno se acostumbra?

–Si los temblores se extienden más de un minuto o minuto y medio, uno se empieza a asustar un poco más. El consejo es quedarse quieto y alejarse de los vidrios, porque si se rompe una ventana es peligroso. Pero la verdad es que no vivo con susto, no me dan miedo.

93. –¿En Chile se vive mejor que en Argentina?

–Chile tiene un tema social complicado, por algo hubo un estallido en 2019. Hay un sector de la sociedad que vive muy bien y otro que sufre más, pero en líneas generales, computando todo, creo que en Chile se vive mejor que en Argentina. Conozco a muchos futbolista­s y entrenador­es argentinos que vinieron a jugar y luego se quedaron a vivir aquí. Y también de otras profesione­s. Y no conozco tantos casos a la inversa.

98. –¿Qué reflexión te mereció el suicidio del Morro García?

–No tengo claro por qué pasó lo del Morro, así que no puedo opinar puntualmen­te de ese caso. Sí noto que hay críticas descarnada­s a los jugadores y entrenador­es en redes sociales y también del periodismo, porque hay que cubrir cada vez más horas de programaci­ón. Hay críticas despiadada­s y del otro lado hay un ser humano que sufre. La presión que padece el futbolista es muy alta, y creo que comete un error al estar en redes sociales, más allá de que es un negocio también para ellos. Eso ha aumentado más la presión. Antes era solo el diario y la radio, ahora se bombardea desde todos lados y el jugador lo sufre mucho. A veces entran a la cancha con una carga extra innecesari­a. Para mí, sería bueno que el futbolista se salga de esas situacione­s y entre a la cancha con las presiones normales, pero bueno, noto que también es como un imán ver qué dicen de uno.

 ??  ?? José María Buljubasic­h, a los 49 años, en su oficina en Chile, con sus elementos de trabajo y el premio por un récord todavía vigente de sus años como arquero
José María Buljubasic­h, a los 49 años, en su oficina en Chile, con sus elementos de trabajo y el premio por un récord todavía vigente de sus años como arquero
 ??  ?? José María ‘tati’ Bujubasich con las copas por el tricampeon­ato que alzó con universida­d Católica en su función de manager
José María ‘tati’ Bujubasich con las copas por el tricampeon­ato que alzó con universida­d Católica en su función de manager

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