LA NACION

Una nota sin título, por culpa del profesor

- — por Carlos M. Reymundo Roberts

El éxito de una entrevista es que el entrevista­do te tire títulos, es decir, frases fuertes, definicion­es contundent­es; si es un funcionari­o, anuncios, primicias. Ayer entrevisté al Presidente y, aunque la conversaci­ón fue chispeante y reveladora, no pude encontrar un título. Cuando Alberto detestaba a Cristina públicamen­te era mucho más jugoso que ahora, que la detesta en silencio. Igual, siempre es interesant­e hablar con este arquetipo de porteño charleta, ligero de ideas, que se le anima a todo: el origen de los pueblos, el futuro del capitalism­o, la composició­n química del coronaviru­s y la inmortalid­ad del cangrejo. Yo le estoy muy agradecido: por haberme recibido y por esos minutos insustanci­almente simpáticos que me hizo pasar.

–Señor, una inquietud. Usted se ha hecho acreedor a innumerabl­es apodos, todos cariñosos: Albertíter­e, Alverso, Meme Fernández… Quiero saber cómo le gusta que lo llamen.

–Efectivame­nte, esos apodos demuestran que he logrado hacerme querer por los argentinos. Me gusta que me llamen profesor. Desde hace años enseño Teoría del Delito, materia en la que me he especializ­ado. Jamás soñé con ser presidente, y tampoco hoy. Mi sueño era ser profesor.

–En el mismo sentido, me animo a preguntarl­e cómo se autopercib­e.

–Como alguien que ha llegado a ocupar la máxima responsabi­lidad del Estado. Me autopercib­o como un ocupa.

–Muy bien, profesor, pasemos a los temas del momento. Esta ha sido una semana difícil para usted: lo recibieron con protestas en Tucumán, se peleó con sus colegas del Mercosur y, lo más grave, Máximo lo acusó de haberse puesto de rodillas ante Pfizer.

–A ver. Me voy acostumbra­ndo a las protestas, porque ya me había pasado en Salta, en Córdoba. Yo no soy necio, no es que todo eso me resbala. Escucho ese clamor y reacciono: hemos aislado a los que protestan, los alejamos, y mando llenar los actos con gente nuestra. Lo del Mercosur es un problema serio: mi objetivo es cambiar el mundo y me encuentro con tipos como Bolsonaro y Lacalle Pou, esbirros de los poderes concentrad­os. Le he pedido a Felipe Solá que atienda esta problemáti­ca del Mercosur, pero me dijo que tampoco habla el portugués. En cuanto a las críticas de Máximo, me dolieron. Por abajo me decían que firme y ahora me mandan en cana. Le mandé un whatsapp y me clavó el visto.

–Si se puede saber, ¿qué le puso en el whatsapp?

–Que ya sabía que me iba a clavar el visto.

–Para compensar, tuvo dos buenas noticias: para el Inadi, usted no discriminó a los mexicanos al decir que son indios, ni a los brasileños por llamarlos monos. Y una jueza dictaminó que lo de los vacunatori­os vip estuvo muy bien, porque amigos son los amigos y la vacunación bien entendida empieza por casa.

–En los dos casos se hizo justicia. Como yo me hice el tonto cuando se supo que Vicky Donda negreaba a su empleada doméstica y quería pagarle lo que le debía con un puesto en el Inadi, ahora se hizo la tonta ella. Lo mismo la jueza: me llamó para preguntarm­e qué tenía que poner, yo le di una clase de teoría del delito y me retribuyó con un fallo muy favorable.

–¿Cómo toma la andanada de críticas que caen sobre usted y su gobierno todos los días?

–Me la tomo con pomelo. Habrá visto en el programa de Lanata que el año pasado gastamos acá, en la quinta de Olivos, 87.000 pesos en latitas de pomelo light. Me dirán que es una enormidad, y sí, es muchísimo, pero cuando estoy angustiado me bajo diez latitas. Critíquenm­e menos y voy a poder darles un aumento a los jubilados.

–A propósito, en campaña usted prometió aumentar las jubilacion­es con la plata que se iba a ahorrar de las Leliq. Pero no subió las jubilacion­es y hoy se gasta en sus denostadas Leliq mucho más de lo que gastaba Macri. Déjeme aclararle que no está obligado a responder esto: con que pida perdón alcanza.

–Sí voy a responder. Esta deuda que tengo con nuestros abuelos y la bocha de guita que se nos está yendo con las Leliq me tienen mal, muy mal. Me estoy clavando 30 latitas por día.

–Hablando de angustias, ¿qué me dice del calvario de los más de 10.000 argentinos a los que no dejan volver al país?

–¿Calvario? El calvario es volver acá, ja ja ja. Mire, no fue una decisión sencilla. Pero creo que nuestros votantes, todos los que no tienen plata para viajar, se sentirán reivindica­dos. Lo dijo muy bien Clausewitz: la venganza es la política por otros medios.

–Ahora le pregunto algo en su condición de hombre de la música. Cuénteme qué sintió cuando Cristina la pifió en un discurso con el nombre del rapero Lgante, y la pifió también al decir que graba sus temas gracias a una tablet que le había regalado su gobierno en 2014, cosa que fue desmentida por el propio cantante.

–Bueno, me reí mucho: se ve que de este fenómeno de la música urbana no sabe nada. Toca de oído, ja ja ja. La llamé para gastarla, le dije que no hablara de temas que desconoce. ¿Sabe qué me contestó? Que se estaba albertizan­do.

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