La metamorfosis del discurso oficial, de la bandera sanitaria a la economía
El Presidente pasó de “una opción absoluta por la salud” a poner el eje en la recuperación de los salarios y el empleo; el recorrido que llevó a una mutación en medio de la pandemia
La ineludible bandera de la salud fue dando lugar a decisiones volcadas para sostener la maltrecha y golpeada actividad económica que las restricciones por el coronavirus potenciaron. Lo que el presidente Alberto Fernández presentó en el comienzo de la pandemia como una dicotomía desembocó, por el peso de la realidad, en una sinergia.
Las dos olas se transformaron en un tsunami. Nunca imaginó el Presidente cuando dijo que prefería “tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos en la Argentina” que esa cifra quedaría como un sello del fracaso de la estrategia que puso en marcha el 13 de marzo de 2020 y que corrigió con el correr de los meses, mientras se acumulaban los contagios y las muertes.
No se había cumplido un mes desde que la pandemia tocó con fuerza suelo argentino cuando el Presidente dijo esa frase, que marcó a fuego su gestión sanitaria. En la antesala de la tercera ola del coronavirus en nuestro país, el jefe del Estado ya no repite las palabras que solía presentar en sus largas apariciones, en medio de filminas y comparaciones, junto con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.
Las medidas de entonces provocaron un efecto inesperado: la imagen positiva de Alberto Fernández trepó a números inimaginables para un político en la Argentina. Esos primeros meses de la cuarentena estricta sirvieron fundamentalmente para robustecer el sistema de salud.
El principal temor por ese entonces, que compartían Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof, era que se replicaran en la Argentina las imágenes de hospitales desbordados, como en Italia y España. Eso dio comienzo a “la cuarentena más larga del mundo”. Hoy, con los resultados en la mano, cerca del Presidente reconocen el error.
Fueron esos días, en mayo y junio de 2020, en los que Fernández defendía su estrategia sin admitir discusiones. Para contrarrestar los efectos de la cuarentena en la economía, desplegó un paquete de asistencia que evitó el desastre social, pero comprometió seriamente las cuentas públicas y disparó la inflación.
Auxilio estatal
Entonces nacieron el Ingreso Familiar de Emergencia, que cobraron en tres cuotas de 10.000 pesos cerca de nueve millones de argentinos; el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), con el cual el Estado pagó la mitad del salario de los trabajadores de las empresas afectadas por las restricciones (fueron cuatro etapas y alcanzó a unos 2.000.000 de trabajadores); el Repro II –que está vigente–; la Tarjeta Alimentar, beneficio que se entendió en mayo para las madres y padres con hijos de hasta 14 años, a los que se sumaron distintos refuerzos a la Asignación Universal por Hijo (AUH).
En total, para evitar que la crisis económica se descontrolara, el gobierno nacional gastó 6,5 puntos del PBI. En términos de Martín Guzmán, el ministro de Economía, se trata de inversión social. Así y todo, la economía argentina cayó 10%, el desempleo superó el 10% y la pobreza se disparó 6,5 puntos en un año. A medida que los meses pasaban, el discurso del Presidente también mutaba. El hartazgo social se manifestaba con claridad en las encuestas, que ya mostraban una abrupta caída de la imagen presidencial. La principal queja estaba centralizada en los efectos económicos. Pero a eso se sumaron distintas imágenes que fueron desgastando aún más su figura. La primera fotografía que sacudió al Presidente, y dejó al desnudo lo que muchos le criticaron como un doble discurso, fue a fines de agosto. Sin barbijo ni distanciamiento social, Alberto Fernández recibió a
Hugo Moyano y a su familia en la quinta presidencial de Olivos.
Unos meses más tarde, el 1º de diciembre, el Gobierno decidió organizar el velatorio de Diego Maradona, que terminó en escándalo con una multitud de personas que tiraron abajo las rejas de la Casa Rosada e ingresaron al Patio de las Palmeras.
Pero el mayor golpe a la estrategia sanitaria llegó desde las entrañas del Gobierno. El 18 de febrero se conoció el denominado “vacunatorio vip”, que provocó la renuncia de uno de los ministros más cercanos al Presidente, Ginés González García.
Ya por esos días la cuestión sanitaria estaba en igualdad de condiciones con la economía. El Gobierno entendió a partir de ese momento que ya no había espacio para volver a un aislamiento estricto. El Presidente cada vez habla menos de pandemia y más de economía. Eso se vio con claridad en sus últimas presentaciones. También, el resto de su equipo. Quien mejor expresó el cambio fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, anteayer, en la Cámara de Diputados. “La vacuna no es una política sanitaria, es también una política económica para ir recuperando la actividad”, enfatizó el ministro coordinador. Con las elecciones a la vista, el discurso se centra en la economía.
Alberto Fernández presidente “No lo dudé nunca: prefiero tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos”.
11 de abril de 2020
“Necesitamos restringir los encuentros sociales. Ya hemos visto que el contagio no está en las fábricas, no está centralmente en los negocios (...). El problema central está en las reuniones sociales donde la gente se distiende”. 14 de abril de 2021
“Hemos contenido el crecimiento exponencial, pero si no hubiésemos tomado medidas el sistema de salud estaría más complicado de lo que está”. 30 de abril de 2021