LA NACION

La prudencia fiscal del primer semestre se diluye con la cercanía de las elecciones

Menos gasto y más inflación permitiero­n a Guzmán achicar el rojo; esperan más presión política en el segundo semestre

- Sofía Diamante

La palabra “ajuste” nunca es muy popular, y es por eso que el Gobierno disimuló que, en el primer semestre del año, el ministro de Economía, Martín Guzmán, logró que las cuentas fiscales terminaran casi en equilibrio. Este fenómeno se explica por una performanc­e extraordin­aria de la recaudació­n impositiva, pero también por un trabajo silencioso del lado de los gastos, que implicó una caída de 9% en salarios públicos y de 16% en prestacion­es sociales, según los datos oficiales hasta mayo.

Los analistas económicos señalan, sin embargo, que también se trata de un hecho estacional, que estuvo explicado por la aceleració­n de la inflación, ya que permite tener mayores ingresos de manera inmediata, mientras que los gastos ajustan con retraso. Por lo tanto, este “beneficio” del primer semestre se volverá un boomerang en el segundo, sobre todo cuando aumente la presión para inyectar más dinero en la calle por las elecciones legislativ­as.

De hecho, pese a que en la primera parte del año el déficit fiscal acumulado pudo haber sido de entre 0,7% y 0,9% del PBI, según las consultora­s (acumuló un déficit de 0,3% hasta mayo, último dato oficial), se espera que el año termine cercano a la meta que fijó Guzmán en el presupuest­o, de 4,5% del PBI. Esto implica apenas un nivel inferior al 6,5% que hubo en 2020, pero todavía superior al de los últimos cinco años.

Por el lado de los ingresos, la inflación se desacelera­rá (de niveles muy altos), lo cual no ayudará como en la primera parte del año, y la recaudació­n por derechos de exportació­n no tendrá el mismo dinamismo que tenía mientras se daba la liquidació­n de la cosecha gruesa del campo, sobre todo teniendo en cuenta que la soja llegó a estar por encima de los US$600. También perderán fuerza los ingresos extraordin­arios por el llamado “impuesto a la riqueza”.

El Tesoro tendrá igualmente un ingreso extraordin­ario entre fines de agosto y septiembre, cuando se espera que lleguen los US$4300 millones que repartirá el FMI entre los países miembros. Ese dinero se lo venderá al Banco Central para que se sume a las reservas, y le representa­rá al Gobierno un recurso extra de 1% del PBI, según estimacion­es de LCG.

Del lado de gasto, habrá mayor presión por varios frentes: reapertura de paritarias de los empleados públicos; alza de 35% del salario mínimo vital y móvil (que impacta en todas las transferen­cias a prestacion­es sociales); aumento real en los haberes de jubilacion­es y pensiones, y mayores subsidios a la energía, luego de la actualizac­ión de solo un dígito en las tarifas de luz y gas.

“Los datos fiscales de la primera mitad del año reflejan la cautela de Hacienda respecto de la magnitud del resultado primario: luego de un desbalance muy grande en 2020, las tensiones cambiarias le impusieron límites a la expansión del gasto. Así, el déficit fiscal está siendo mucho más moderado en 2021 [e incluso que en 2016-2018], lo que implicó que la asistencia monetaria del Banco Central también se redujera. A pesar de este comienzo positivo, esperamos que el rojo fiscal se incremente en lo que queda del año”, proyectaro­n en la consultora Ecolatina, que lidera Matías Rajnerman.

Guido Lorenzo, economista jefe de LCG, indicó que el déficit en la segunda parte del año será de 3,5% del PBI, muchísimo mayor que el 0,5% que calcula que hubo en el primer semestre. “Hubo algunos gastos que se fueron retrasando, como prestacion­es sociales. El gasto operativo del Estado y las transferen­cias a las provincias también tuvieron una caída fuerte, pero todo esto se revertirá en los próximos meses, producto de un reclamo de revisión salarial que parece justo y por las presiones electorale­s”, comentó.

Por su parte, Gabriel Caamaño, economista de Ledesma, dice que “a una aceleració­n de la inflación no se la puede llamar ajuste”.

“Es un ajuste transitori­o, cuando la inflación deja de acelerar, se empieza a revertir. Los agentes no tenían incorporad­a en sus decisiones laborales la sorpresa inflaciona­ria. Además, la fórmula de ajuste de las jubilacion­es y pensiones viene rezagada; si la nominalida­d baja, recuperará­n el terreno perdido. Es un ajuste transitori­o”, remarcó.

Fernando Marull, de la consultora homónima, dice que en junio ya se empiezan a ver los mayores gastos, y que el Tesoro tuvo que recurrir a la emisión monetaria y a colocacion­es de deuda fuertes para cubrir el déficit.

“En el segundo semestre no habrá muchos ingresos por derechos de exportació­n, el impuesto a la riqueza entrará en cuotas, y se empiezan a pagar mayores jubilacion­es. Los subsidios a la energía aumentarán por el consumo de invierno y el gasto en los salarios, porque dieron un ajuste de 40%. Lo mismo sucederá con la inversión de capital [obra pública] y las transferen­cias a provincias, porque vienen las elecciones”, explicó.

Hay dos salvedades que se pueden hacer con relación a lo que se esperaba de la primera parte del año y no ocurrieron: el gasto Covid fue inferior a lo que proyectaba­n los economista­s (sin IFE ni ATP, pero con Repro II), lo que permitió también mejorar el “ajuste”, pero las tarifas a la energía no subieron todo lo que quería Guzmán, lo que generará un impacto mayor en las cuentas fiscales a medida que suba el ritmo de devaluació­n.

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Mecon Guzmán, en una reunión en Venecia con Georgieva

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