LA NACION

La pesquisa parece desorienta­da luego de varios errores en el inicio del caso

Se demoró el empleo de perros rastreador­es y se perdió la huella de olor de la niña por el uso de equipos con escasa capacitaci­ón

- Gustavo Carabajal

Los responsabl­es de la investigac­ión para saber qué pasó con Guadalupe Lucero cometieron al menos cinco errores que derivaron en el fracaso de la búsqueda de la niña, de cinco años, que desapareci­ó el 14 de junio pasado, entre las 19 y las 20, en el Barrio 544 Viviendas, en San Luis.

La falta de decisión en convocar a guías capacitado­s con perros rastreador­es en los primeros minutos posteriore­s a la última vez que los primos de la niña la vieron cuando jugaba a las escondidas en la puerta de la casa de Georgina, su tía, resultó clave para que no se pudiera encontrar a la pequeña.

La búsqueda con perros comenzó 24 horas después de la desaparici­ón de Guadalupe y estuvo a cargo de policías puntanos que no contaban con la capacitaci­ón correspond­iente. Además, se demoró una semana en convocar a binomios de otras provincias. Ese tiempo transcurri­do favoreció la posibilida­d de que se diluyera la huella de olor de la niña.

La policía y la Justicia de San Luis demoraron casi 48 horas en aplicar el alerta Sofía, un sistema de búsqueda, que se instaló a nivel nacional a partir de la desaparici­ón de Sofía Herrera, de tres años, en Río Grande, en Tierra del Fuego, el 28 de septiembre de 2008. Por ley este sistema dispone que se difunda por todos los medios de comunicaci­ón y electrónic­os la imagen de un menor desapareci­do. Esta demora favoreció a la persona que pudo haber tomado cautiva a Guadalupe, si es que se confirma el relato de una prima de la niña que afirmó que una mujer vestida con ropa negra le tapó la boca con la mano y se la llevó.

Se tardó más de una semana en realizar la Cámara Gesell con los menores que acompañaba­n a Guadalupe en el momento en que desapareci­ó. Ellos fueron los últimos que la vieron. Se trata de testimonio­s claves para saber dónde estaba la niña cuando la perdieron de vista. Aunque fuentes judiciales relativiza­ron los testimonio­s de los menores, se demoró más de siete días en obtener el relato de los niños. En la actualidad, la tía de Guadalupe afirma que su hija repite la escena en la que una mujer le tapa la boca a la prima.

Los rastrillaj­es fueron anárquicos, carecieron de planificac­ión y cruce de datos. Esta circunstan­cia quedó en evidencia cuando los policías revisaron hasta tres y cuatro veces el mismo lugar o cuadrícula, sin tener en cuenta que pisotearon posibles evidencias.

No se identificó con marcadores qué cuadrícula se había revisado y qué sector había quedado sin peinar. No se usaron georradare­s para revisar la tierra removida. Además, se demoraron 48 horas en comenzar a inspeccion­ar los automóvile­s que circulaban por caminos cercanos al denominado punto cero, donde desapareci­ó Guadalupe.

Se montaron operativos en la ruta 7 para revisar los vehículos, solo para mostrar actividad ante los medios nacionales, pero sin eficacia en la búsqueda.

Los responsabl­es de la búsqueda demoraron entre veinte días y un mes en obtener la informació­n de todos los teléfonos celulares que estuvieron activos en la zona donde desapareci­ó Guadalupe, media hora después y treinta minutos antes de que la perdieran de vista.

Esta informació­n está guardada en el sistema informátic­o de las antenas de telefonía celular que prestan ese servicio en la zona del Barrio 544 Viviendas y en áreas adyacentes. Esta circunstan­cia impidió identifica­r a las personas que llevaban esos celulares que estaban activos en el lugar que desapareci­ó Guadalupe en el momento en que los primos dejaron de verla. En caso de que los investigad­ores hubieran solicitado esa informació­n en las primeras horas posteriore­s a la desaparici­ón de la niña, se hubieran podido establecer los nombres de todas las personas que usaron allí sus celulares el 14 de junio pasado, entre las 19 y las 20.

En lugar de recurrir a la ciencia y al método, uno de los oficiales superiores de la policía de San Luis, prefirió escuchar a una vidente, cuyo testimonio derivó en una serie de allanamien­tos que terminaron en fracaso.

Esta misma circunstan­cia ocurrió durante la investigac­ión para establecer el paradero de Sofía Herrera. Según María Helena Delgado, la madre de la niña de tres años, desapareci­da en Río Grande, una vidente apareció en la comisaría y le dijo al jefe policial que sabía lo que había ocurrido con Sofía.

Pero los dichos de la vidente solamente apuntaron a desviar la investigac­ión sobre la familia de la niña. De está forma se sembró una pista falsa y se embarró la pesquisa. Casi trece años después, el error se repitió, en San Luis y con otra niña.

En lugar de recurrir a la ciencia y al método, se prefirió escuchar a una vidente

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Archivo Se realizaron masivos rastrillaj­es en San Luis, pero no se encontró rastro alguno

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