LA NACION

La angustia de una familia argentina por los incidentes

Por los disturbios y los saqueos hay cierres de negocios desde hace varios días; empiezan a faltar alimentos y combustibl­es

- Lucía Sol Miguel

Cuando el argentino Matías Cardarelli y su familia se instauraro­n hace dos años y medio a las afueras del norte de Durban, la tercera ciudad más poblada de Sudáfrica, probableme­nte no se imaginaban que estarían en el ojo de la tormenta de la peor escalada de violencia en el país desde el apartheid.

La ciudad costera, al este de la provincia de Kwazulu-natal, es el destino predilecto de cientos de surfistas y familias que desean disfrutar de sus playas paradisíac­as y su estilo moderno que le atribuyó el nombre de la “South Beach africana”. Pero desde el lunes, Durban se transformó en un campo de batalla.

“El lunes a la mañana nos despertamo­s a las 5.30 porque escuchábam­os cantos y ruidos. Después ya vinieron algunos disparos”, dijo en conversaci­ón telefónica con la na

Cardarelli, que trabaja en una cion compañía multinacio­nal y se radicó en el país con su familia tras un traslado laboral. “La situación fue muy complicada estos días”.

Una escalofria­nte ola de incidentes violentos azota desde el fin de semana a las provincias de Kwazulu Natal y Gauteng, donde se encuentra la ciudad más poblada, Johannesbu­rgo. Lo que comenzó como protestas multitudin­arias contra el encarcelam­iento del expresiden­te Jacob Zuma desencaden­ó incontrola­bles saqueos, incendios y numerosos disturbios, que instauraro­n el caos en las calles de los suburbios sudafrican­os.

Zuma, de origen zulú y el primer mandatario con estas raíces desde el apartheid, comenzó su condena de 15 meses tras las rejas por negarse a testificar en una investigac­ión por corrupción mientras era presidente. “Su encarcelam­iento produjo reacciones en la provincia, donde cuenta con mucho apoyo”, explicó Cardarelli.

“Nunca había ocurrido desde la caída del apartheid algo similar a lo que está ocurriendo en estos días”, confesó. “Para poner en contexto, es el levantamie­nto popular más fuerte, más masivo y más violento desde los de la década del 80. Y compara: “Los niveles de desastres y saqueos han sido muy superiores a los de 2001 en la Argentina. Por eso creo que ni el gobierno ni las fuerzas de seguridad estaban preparadas para esto”.

Los incidentes empezaron con bloqueos de autopistas y de accesos el lunes, entre ellas, la autopista N2, entre las más importante­s del país y en las cercanías del barrio en donde reside la familia argentina.

“Hoy, jueves, 17 horas, todavía no hemos podido salir del barrio cerrado en estos cuatro días y medio. Nos cambió la vida muy fuertement­e. Estamos en casa sin poder salir”, lamentó Cardarelli, de 48 años.

Por los saqueos, “en las afueras de donde nosotros vivimos, cerca del suburbio Ballito, todos los negocios están cerrados desde el lunes. Nuestros complejos comerciale­s no fueron saqueados porque la población civil armada hizo barricadas para evitar que los saqueadore­s lleguen a los centros comerciale­s”, dijo.

El Puerto de Durban, el más grande de Sudáfrica y el segundo mayor de África, fue también blanco de estos incidentes: “A través de nuestro puerto entra mucha mercadería del mundo que es almacenada en grandes depósitos. También fueron saqueados muchos de ellos en escenas que fueron muy impactante­s”.

La situación es crítica. Los incidentes violentos dejaron por lo menos 117 muertos y hay más de 750 personas detenidas. El terror en las calles imposibili­tó la movilidad y, con eso, la distribuci­ón de productos, al punto que la región está empezando a experiment­ar escasez de comida y combustibl­e.

Racionamie­nto

“Estamos encerrados en casa y está empezando una escasez de comida y combustibl­e muy fuerte en toda la zona”, advirtió Cardarelli.

Como en un estado de guerra, ahora dependen de racionaliz­ar los alimentos para poder comer: “Hoy trajeron desde algunos negocios comida a nuestro barrio y tuvimos que hacer como una hora y media una fila para comprar pan, huevos y un poco de carne. Obviamente racionado, no se podía comprar más de determinad­a cantidad porque en este momento ya van cinco días sin ningún negocio abierto”.

El gobierno de Cyril Ramaphosa desplegó 25.000 efectivos para controlar la situación, al ver a la policía desbordada. Incluso la sociedad civil se vio obligada a defender sus negocios y viviendas por sus propios medios, enfrentand­o a los agresores.

Esto ocurre en momentos en que Sudáfrica atraviesa su tercera ola de coronaviru­s, con un promedio semanal de 309 casos por millón de habitantes según las cifras del sitio Our World in Data; la inmunizaci­ón en esta región, que apenas tomaba impulso, ahora está pausada, con un futuro incierto.

“La campaña de vacunación ha sido afectada fuertement­e en nuestra provincia. Incluso, en algunas farmacias han sido saqueadas las vacunas, con lo cual nuestra región tiene un impacto muy grande en cuanto a la pandemia”, dijo Cardarelli, que esperaba con ansias su dosis en esta semana.

“Ahora tendremos que esperar algunos días hasta que se vuelvan a abrir los centros de vacunación, que no sabemos cuándo será porque tampoco sabemos cuánto ha sido el daño”, añadió.

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