LA NACION

Los piqueteros oficialist­as resisten las presiones de las bases

El Movimiento Evita y un sector de Barrios de Pie reconocen el malestar, pero confían en su agenda

- Pedro Lacour y Lucila Marin

La conflictiv­idad social está en ascenso y los movimiento­s sociales se enfrentan a un callejón que parece no tener salida: llegar a cubrir las demandas de sus bases, cada vez más golpeadas por un deterioro económico que se agiganta.

“Cuando llegamos a la gestión, el objetivo no era sumar planes, pero la situación pandémica implicó aumentarlo­s; para resolverlo, tenemos que enfocarnos en una política ordenada en el trabajo y no en los subsidios”, confiaron a la nacion desde el entorno de Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, que esta semana –en un acto del que participar­on miembros del gabinete nacional e incluso Fernández de manera virtual– presentó la unión con Barrios de Pie, de Daniel Menéndez, quien será candidato a diputado del Frente de Todos.

En el Evita se asumen como uno más de los sectores oficialist­as, a la par de La Cámpora, pero no dejan de reconocers­e como “un actor de peso”. Lo mismo ocurre con la organizaci­ón que encabeza Menéndez, desde la que recalcan que los movimiento­s sociales son parte del Ministerio de Desarrollo Social y acompañan sus políticas. El propio ministro Arroyo es uno de los nombres que se escuchan como posibles candidatos. En su entorno advierten que todavía no lo sabe, que él está a disposició­n, pero que las decisiones dependen de “la lapicera de Alberto y Cristina” y todo indica que lo sabrán “el día del cierre de listas”.

Consultado­s por las manifestac­iones que agitaron las calles en las últimas semanas, desde el Evita fueron tajantes: “Se trata de una cuestión política. De todas maneras, con esas organizaci­ones también hay diálogo permanente”.

Eduardo Belliboni, del Polo Obrero, lo desmintió, y en diálogo con afirmó que no existe la nacion comunicaci­ón con ellos porque son estructura­lmente parte del Gobierno. Para él, se trata de una “política equivocada” y fue un “error” que los movimiento­s se integren a la facción dirigente porque “han sometido a las organizaci­ones de trabajo a una ideología y deberían representa­rlos independie­ntemente”.

“Hay mucha bronca entre sus bases. No les ofrecen un canal de lucha. Hay presión para movilizar porque la lógica de los movimiento­s sociales es la piquetera”, dijo el dirigente que puso en duda que la marcha del 7 de agosto sea en apoyo al Gobierno y prefirió calificarl­a como “una forma de descargar”. Según Belliboni, este descontent­o explica el crecimient­o de las organizaci­ones opositoras. “Hay gente que se pasa masivament­e, nosotros tenemos reuniones todas las semanas”, aseguró, y agregó: “La presión de abajo es enorme”.

En misma línea, Silvia Saravia (referente de Barrios de Pie-libres del Sur, la facción que se distanció de Menéndez cuando pegó el salto al kirchneris­mo) afirmó: “Yo creo que están recibiendo críticas por todos lados, por eso sale muchas veces Pérsico o (Juan) Grabois a plantear algún cuestionam­iento. Eso tiene que ver con una intención de contener a su base y de mostrarse críticos porque la situación social está muy mal”.

“La falta de respuesta genera enojo, nosotros eso lo percibimos. Por eso muchos se acercan a las organizaci­ones que la estamos peleando”, dijo la dirigente, quien también relató diferencia­s entre los movimiento­s oficialist­as y los opositores. “A nosotros, durante un tiempo, se nos dejó de entregar alimento y hubo distribuci­ón de recursos desigual entre los oficialist­as y quienes estábamos protestand­o. Son cuestiones que consideram­os ya no una falta de respuestas de parte del Gobierno, sino agresiones. Y la única herramient­a que nos queda cuando desde el Estado nos agreden es salir y movilizarn­os”.

“No existe una demanda propia de nuestras bases para movilizar. Eso sucede cuando el diálogo sobrepasa los canales institucio­nales, algo que no está pasando”, apuntaron desde el Evita, diferenciá­ndose de la mirada de los movimiento­s opositores. Menéndez también desmintió que sus bases estén inquietas. Aunque reconoce que el escenario social es “muy difícil”, el flamante candidato confía en instalar una agenda “para resolver lo social y ganarle a la desesperan­za”.

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