LA NACION

Santiago Roncagliol­o. “Me impactó el poder del silencio como refugio del horror”

En su nueva novela, Y líbranos del mal, el autor peruano combina los recursos del thriller con denuncias reales de abuso sexual de menores; “contar una historia es un acto de transforma­ción”, dice

- Texto Natalia Blanc

El mal, el poder, el dolor, los secretos, el escándalo, la familia, el amor, la sexualidad, la fe. En su nueva novela, Y líbranos del mal (Seix Barral), Santiago Roncagliol­o se mete con un tema tan delicado como perturbado­r: los abusos sexuales de menores cometidos por un grupo de fanáticos religiosos del Perú que fundaron una comunidad exclusivam­ente masculina con fuertes rasgos de secta. Desde Barcelona, donde reside junto con su familia, el escritor y periodista, que nació en Lima en 1975 y creció entre México y Perú, habló con sobre su la nacion thriller, una ficción inquietant­e basada en casos reales.

“He cambiado los nombres de esta historia. He escondido a sus actores y sus escenarios bajo etiquetas falsas. Porque no quiero despertar su ira. He visto lo que son capaces de hacer”, aclara el narrador en el inicio. Jimmy, un adolescent­e peruano que vive con sus padres en Nueva York, descubre poco a poco secretos familiares cuando empieza a tirar, sin darse cuenta, de un hilo denso y oscuro. “Me interesaba plantear cómo cada generación se enfrenta a sus secretos y cómo la historia de nuestros padres y abuelos rebota en nuestra vida”, dice.

Ganador en 2006 del Premio Alfaguara de Novela por Abril rojo, Roncagliol­o es también guionista de cine y televisión. Su novela La pena máxima, publicada en 2014 por Alfaguara, que tiene como trasfondo el Mundial de fútbol de 1978 en la Argentina, fue adaptada a un largometra­je, que se filma por estos días en Perú. “Aquí estamos en verano, pero confinados porque ha vuelto un rebrote de coronaviru­s”, cuenta el autor, que el año pasado perdió a su padre a causa del Covid. De su experienci­a personal en pandemia, aclara que no puede quejarse porque, a pesar de haber dejado de viajar y de asistir a ferias del libro, la demanda de contenido audiovisua­l volvió a conectarlo con el oficio de guionista.

“Mi plan, justo antes de la pandemia, era montar una obra de teatro en Lima: una adaptación propia de la novela El jardín de al lado, de José Donoso. Luego, todo se derrumbó. Yo soy muy adicto al trabajo, así que trepo por las paredes si no hago nada. Pero, con todo el mundo encerrado en su casa, empezó a crecer el mercado de las series y me llamaron para escribir guiones de documental­es y ficción. Fue una experienci­a fascinante, porque fue un trabajo de equipo. Ser escritor, en cambio, es encerrarte en tu cabeza y luego viajar por el mundo para hablar de ti mismo”.

–¿Cómo se construye una ficción que combina recursos del thriller con denuncias reales de abusos sexuales por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica?

–Mis libros siempre exploran el mal. ¿Por qué gente “normal” hace cosas atroces? Creo que crecí tratando de darle respuesta a esa pregunta porque viví en un país en guerra, donde había bombas, secuestros, muertos. Yo era un niño y me preguntaba por qué alguien vendría a matarte. Me sigue pareciendo una pregunta pertinente. Escribir historias es una manera de entender mejor a las personas que no se parecen a ti. Este libro surge de un caso parecido que ocurrió en Lima. Mucha gente de mi entorno estaba de un modo u otro cerca de eso de lo que nadie hablaba.

–¿Qué fue lo que más te impactó del caso?

–Cuando las denuncias se hicieron públicas, me impactó que hubiesen ocurrido esas cosas durante mucho tiempo y nadie lo hubiese dicho. Es más: que mucha gente lo hubiese vivido y recién cuando se denuncia se diese cuenta de que había sufrido abusos porque ni siquiera lo sabía. Me impactó el poder del silencio como refugio del horror. Quizás ese es el origen del libro, ya que parte del combate es rasgar los silencios, hablar de cosas que damos por sentadas, que no queremos discutir porque son incómodas. Sin dudas, me interesan las historias incómodas, que sean perturbado­ras, que rompan los preconcept­os cómodos sobre qué es el bien y qué es el mal.

–Del silencio a la sospecha, de la sospecha al miedo y del miedo al horror: sin detenerte en escenas explícitas, lográs crear un clima de intriga y espanto. ¿Te interesaba más contar la atmósfera que el abuso en sí mismo?

–Es que estaba hablando de algo muy escabroso y no quería ser sensaciona­lista. Tampoco era capaz de ponerme en la cabeza de un personaje como Gustavo Furiase, el líder de la comunidad. En general, me interesan los victimario­s, pero no siempre puedes transforma­rte en ellos. Porque contar una historia, finalmente, es un acto de transforma­ción. Me costó mucho encontrar el punto de vista porque lo que yo tenía eran puntas de iceberg. Iba apareciend­o un monstruo que no podía ver por entero. El narrador se adapta a lo que yo podía contar. Alguien le abre una ventana para que mire del otro lado, pero nunca ve al monstruo completo. Me pareció un juego interesant­e.

–¿Cómo fue el proceso de creación de suspenso?

–Me gusta que uno quiera saber qué va a pasar constantem­ente. Pero el suspenso siempre se acaba. Como en las historias de terror, estás todo el tiempo esperando que el monstruo salga, y cuando lo ves, se pierde el interés. Lo que sostiene la historia es que va a llegar el monstruo. Quise jugar con eso: siempre estás a punto de verlo, pero traté de retrasar lo más posible su aparición. Incluso, que nunca apareciera.

–¿Imaginabas las repercusio­nes que podía tener este tema?

–El abuso es el daño que te hace alguien que crees que te quiere: esa es su particular­idad. Pero cuando lo hace un religioso en quien crees, la situación es más perversa, porque tú crees que él habla en nombre de Dios. Y eso le da un poder enorme. Al formar parte de una institució­n, que es clave en la sociedad, acusar al abusador se vuelve mucho más difícil.

–¿Recibiste críticas por haber contado esa historia real?

–Algunos abogados de víctimas me dijeron que el libro les sirve para visibiliza­r el tema. Eso me llenó de orgullo. Pero también hubo gente que se sintió en shock al ver pedazos de su historia. Me ha dolido que le duela a alguna gente, pero es lo que hacemos cuando contamos historias: tomamos trozos de las vidas de otros para hacer ficción. Me ha pasado algo que parece inocente y no lo es: una cadena de librerías mexicana se ha negado a vender el libro. En ese sentido, es un elogio, porque si quieres hacer libros inquietant­es, y resultó tan inquietant­e que no se atreven a venderlo, es un motivo de orgullo. Tuve suerte porque los lectores protestaro­n en las redes sociales. Así que ellos lograron liberar mi libro.

–¿Te afectó el confinamie­nto en lo creativo?

–Terminé la novela durante el inicio de la pandemia. Pero siempre el proceso de un libro me lleva entre seis meses y un año, porque recién me siento a escribir cuando tengo muy claro hacia dónde va. Hay cosas de novelas que has desechado, cosas de tu vida de las que querías hablar, hay proyectos guardados y en algún momento todo se teje y te conduce hacia una historia. Por eso es tan difícil ponerles fecha de nacimiento a mis novelas, porque, en algún sentido, las he estado escribiend­o desde mucho antes. Esta, tal vez, desde que mis amigos de los veinte años estudiaban para ser religiosos. Me impactaba su decisión y me daba curiosidad. Yo mismo pensé, en algún momento de mi vida, ser cura.

–¿En serio?

–Sí, hace mucho, mucho tiempo.

–¿Y cómo es tu relación con la fe y con la Iglesia hoy?

–No soy de ir a misa todos los domingos, pero para el gremio en el que estoy, donde abundan los ateos, soy un tipo religioso. Me interesa la religión, y no solo la católica. Cuando he podido, durante algún viaje, he ido a ritos ortodoxos, musulmanes, naturalist­as.

–¿Por pura curiosidad o algo más?

–La religión lidia con lo que no conocemos, con la muerte, lo trascenden­te, con lo que no podemos llegar a entender. Así que, para un escritor de historias de terror, que es más o menos lo que soy, siempre es una buena fuente. Pero también hay una parte personal: no creo que Dios sea un señor con barba, pero sí creo que hay algo más grande que nosotros que se puede llamar Dios. Me interesa la conexión entre nosotros y lo que hay más allá de nuestra pequeñísim­a existencia.

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 ??  ?? Y líbranos del mal Autor: Santiago Roncagliol­o Editorial: Seix Barral Páginas: 248
Y líbranos del mal Autor: Santiago Roncagliol­o Editorial: Seix Barral Páginas: 248

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