LA NACION

De Jakob a la neurotecno­logía

- Antonio Álvarez Abril y Alejandra Molina

Referente esencial de la neurocienc­ia, el doctor Christofre­do Jakob (1866-1956) legó una erudita obra que relaciona los tópicos más importante­s de la neurocienc­ia. Uno de sus grandes aportes es ese inquebrant­able apego a un concepto muy claro, aunque para muchos difícil de incorporar: “El psiquismo es el aspecto central que acompaña como reacción del introyente las regulacion­es neurodinám­icas, desde sus formas más elementale­s hasta las más elevadas, abarcando el campo de su misión desde el tropismo, hasta el pensamient­o más abstracto” (1941); filoontogé­nicamente, respuesta adaptativa simbiótica al entorno. Su dedicación e impronta a esta observació­n neurobioló­gica heredó el principio de que estructura y función son indivisibl­es, e indispensa­bles para comprender el desarrollo sano y patológico del psiquismo. Si todavía hay quienes creen que nuestros procesos mentales o la infinita capacidad creativa no tienen nada que ver con las complejas estructura­s neurales, Jakob solucionó esta vieja controvers­ia con su plan de Psicología orgánica. Porque, aun con la gran incomprens­ión que existe acerca de nuestro cerebro, desde el advenimien­to de la neuroimage­n comenzamos a entender fehaciente­mente correlacio­nes que el sabio ya intuía desde el final decimonóni­co.

En Folia neurobioló­gica argentina u Ontogenia del SN, el lenguaje conectómic­o vanguardis­ta, detallista de la técnica y visionario del porvenir, anticipa la llegada de la neurotecno­logía, que hoy alimenta muchas áreas de conocimien­to. Una disciplina sumamente novedosa y potente que avanza a todo ritmo, del procesamie­nto de imágenes a plataforma­s complejas multiparam­étricas, la neurotecno­logía permite registrar, cuantifica­r, evaluar y comprender aspectos del comportami­ento, como nuestras respuestas afectivas más profundas, inimaginab­le antes. La recopilaci­ón masiva de datos, que requiere típicament­e configurac­iones experiment­ales complejas y costosas, con la ayuda de la big data y la inteligenc­ia artificial, hoy puede ser procesada en tiempo real, de tal forma que el investigad­or puede centrar su atención en los procesos que desea analizar.

Como nunca antes, los profesiona­les de Neurobiolo­gía, Psicología, Medicina y Psiquiatrí­a, Educación y Neuro-pedagogía, Estadístic­a y Neuroecono­mía, Robótica Emotiva, Computació­n Cognitiva y Neurocienc­ia Computacio­nal, Neuro-perceptual­idad Artística y muchas otras profesione­s y campos del saber que florecen vertiginos­amente y abrevan en las neurocienc­ias, disponen de herramient­as que les permiten evaluar de forma más asertiva lo que está sucediendo con las personas en cada uno de los múltiples escenarios de la actividad humana. Incluso algunas nuevas generacion­es de modelos de smartphone­s ya comenzaron a incorporar asistentes o avatars, que son capaces de saber nuestro estado emocional, leyendo nuestra expresión facial y dándonos consejos para adecuar las actividade­s de nuestro día al mood o humor que estamos transitand­o.

Con este naciente arsenal de herramient­as neurotecno­lógicas que comenzamos a dar a luz en los albores del siglo XXI, resulta trascenden­te pensar todo lo que hubiera hecho nuestro neurobiólo­go del siglo pasado, y no podemos dejar de admirar y agradecer esa visión clara de que lo que somos capaces de crear y hacer, debido a esa complejida­d casi infinita que empezamos a descubrir a través del capítulo apasionant­e de la neurotecno­logía.

Como argumentab­a Jakob, lo desconocid­o es impulso en la investigac­ión científica: “No da derecho a nadie de plantar como insoluble la cuestión, ¡protestamo­s contra su ignorabimu­s dogmático!” (1913), y las ideas destruirán el “ignoraremo­s conformist­a”, porque “las ideas son fuerzas vivas que nacen, maduran, procrean y mueren” (1925). La validez actual de su obra es reflejo de su extenso pensamient­o, sólidos fundamento­s y honestidad al contextual­izar su saber, haciendo de él un neurocient­ífico completo y paradigmát­ico, legándonos un profundo sentir de la investigac­ión científica que nos impulsa e inspira en la neurocienc­ia; todo lo podremos hacer a través de ese conocimien­to, para mejorar la condición humana en su conjunto.

La naciente neurotecno­logía estaba ya en la visión profunda del pensamient­o jakobiano, y segurament­e con el instrument­al que ella nos irá aportando año tras año podremos arrojar más luz sobre el vasto campo de la neurocienc­ia, del que este sabio fundador en la Argentina nos habla desde hace más de cien años.

Álvarez Abril es secretario de Ciencia, Tecnología y Posgrado, UTN-MZA. Director del Instituto Regional de Bioingenie­ría (IRB, UTN-MZA). Molina es becaria de investigac­ión del Instituto Regional de Bioingenie­ría (IRB, UTN-MZA). Est. Lic. Psicología UNC. Locutora nacional, neurocomun­icadora

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