LA NACION

La vida de un periodista en Cuba. “Me secuestran y acosan a mi familia”

El periodista cubano, de 32 años, relata el hostigamie­nto en la isla por ejercer su profesión y destaca la influencia de internet en las protestas

- Texto Julieta Nassau

Abraham Jiménez Enoa no tiene miedo. Sabe lo que le puede pasar por ser periodista independie­nte en Cuba porque ya le pasó: varias veces lo secuestrar­on, interrogar­on a sus familiares y amigos, y en 2020 lo desnudaron y retuvieron. Aunque también sabe que puede ser peor, por sus colegas presos. Pero eso no lo frena y su respuesta es seguir reportando desde una isla donde la única informació­n habilitada es la oficial. “Desde 2016, mi vida es esto: me secuestran, me interrogan, acosan a mi familia y amigos. De hecho, me impiden salir del país”, dice a la

Jiménez Enoa, de 32 años. nacion Fue en una llamada por Whatsapp, con la voz cansada después de cuatro días de cobertura por las históricas protestas en las que por lo menos siete periodista­s terminaron detenidos. Él se salvó porque se escapó de las manos de un policía.

En 2016, el joven fundó una revista digital dedicada al periodismo narrativo, El Estornudo, proyecto que dejó el año pasado. En la actualidad, escribe para The Washington Post y la revista Gatopardo (Colombia y México), y cuenta la realidad de su país a través de Twitter, algo que continuó haciendo en estos días, pese al apagón digital ordenado por el régimen de Miguel Díaz-canel.

–¿Cómo es ejercer el periodismo en Cuba, sobre todo en estos últimos días?

–Es un reto. Todos los medios de comunicaci­ón, según la Constituci­ón, están subordinad­os al Partido Comunista de Cuba. Y el que no trabaja en esos medios obviamente es ilegal. Por eso a nosotros, los periodista­s independie­ntes que escribimos para medios de afuera, nos persiguen, nos acusan, nos reprimen. Eso es nuestro día a día. Y en un contexto como el de hoy, eso se multiplica por nueve. Por eso el régimen desconectó a la isla. Por eso el saldo real de las protestas está siendo muy difícil de conocer porque no hay informació­n, porque hay mucha gente que todavía no se ha podido conectar.

–Entre los cortes y la comunicaci­ón centraliza­da en los medios oficiales, ¿cómo hicieron para recabar informació­n?

–Viendo lo que había en las redes y saliendo a la calle. Estuve todos estos días en la calle, menos hoy, que ya casi no hay ningún síntoma de protesta. El domingo fueron masivas, en casi 50 lugares del país, por primera vez en seis décadas en Cuba, y luego siguieron, en menor medida, pero fuera de La Habana. Acá, La Habana está militariza­da. Y es muy difícil que se vuelva a producir algo acá, al menos en estos días, porque la gente vio con la violencia y la agresivida­d que se mostró el gobierno para aplacar las protestas.

–¿Fue testigo de esa violencia?

–Sí, yo presencié golpes a personas, militares armados, acuñando pistolas, con perros, con escopetas. Sí, le vi el rostro desnudo al régimen.

–A usted lo han detenido en el pasado, ¿tuvo miedo a que le volviera a suceder en estos días?

–A mí me viene sucediendo. Desde que hago esto [periodismo], en 2016, mi vida es esto: me secuestran, me llevan a interrogat­orio, acosan a mi familia y a mis amigos. De hecho, me impiden salir del país. Nunca he salido de Cuba porque estoy en una lista de más de 200 personas que por razones políticas no podemos salir del país. Estamos en una suerte de prisión acá. Volviendo a tu pregunta, en la protesta [del domingo] un agente vestido de civil me agredió, estuvimos forcejeand­o, intentó quitarme el teléfono, pero logré escurrirme y mandarme a correr y escapar.

–¿Qué papel tuvo el acceso a internet en Cuba en relación con las protestas?

–Fue fundamenta­l. Sin internet nada de esto hubiera sucedido. Desde que llegó a Cuba el acceso a internet, alrededor de 2015, gradualmen­te eso ha empoderado al pueblo. Antes no había una manera en que la gente se pudiera expresar y esto le ha dado esa posibilida­d. No solo se ha empoderado, sino que ha saltado de la virtualida­d a la realidad y entonces justamente cuando detonaron estas protestas en dos lugares, la gente de esos lugares transmitía en vivo y eso fue lo que hizo contagiar el resto del país.

–¿Qué es lo que buscan cuando salen a protestar contra el régimen?

–Además del cúmulo histórico de falta de libertad y derechos, hoy en Cuba estamos en una crisis tremenda. El sistema de salud está colapsado por la pandemia, no hay medicament­os, hay escasez, no hay comida. Y hay muchos apagones de electricid­ad. Esa situación puntual digamos que provocó esto, pero la gente, amén de decir que quería comida, medicament­os y tal, lo que pedía era libertad, pedía “abajo la dictadura”, el cambio de régimen.

–¿Y cree que ese cambio de régimen puede suceder?

–No creo porque al final estamos en una dictadura militar. Es un país dirigido por militares –aunque Díazcanel sea un civil, él ni siquiera tiene poder en sus manos–. Como se vio en las imágenes: es un pueblo desarmado contra una maquinaria represiva con armas. Entonces es imposible, por más que la gente estalle y salga a la calle, lamentable­mente, yo creo, no podremos alcanzar ese anhelo, ser un país democrátic­o. Yo creo que acá va a suceder una suerte de perestroik­a, que cuando se muera Raúl Castro, los que están en el poder hoy se sientan con las manos aliviadas, empiecen a reformar la economía y el país, y eso justamente va a hacer que el edificio sea tambalee y termine por caerse.

–¿Cómo se siguen desde ahí las repercusio­nes internacio­nales tanto de la protesta como de la respuesta del régimen? ¿Creen que eso puede tener algún impacto por sobre las decisiones del gobierno?

–No lo puede afectar directamen­te, pero sí lo condiciona. Yo creo que justamente lo que está pasando acá es significat­ivo porque ayuda a deconstrui­r esa imagen idílica que hay en muchas partes, sobre todo en la región, que se tiene de Cuba, de que Cuba es una isla paradisíac­a, una utopía revolucion­aria, cuando es todo lo contrario, es una dictadura.

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