LA NACION

La trastienda: de quedar fuera del reparto al DNU que posibilitó la donación

Después de idas y venidas durante meses, el decreto que habilitó a los laboratori­os estadounid­enses destrabó el envío desde EE.UU.

- Rafael Mathus Ruiz

Fue una agria buena noticia. El 21 de junio, Estados Unidos anunció que la Argentina era uno de los países de América Latina que recibiría una donación de vacunas contra el coronaviru­s por estar dentro de las “prioridade­s regionales”. Pero el país se quedaba fuera del reparto: para enviar las vacunas, el gobierno de Joe Biden pedía que cada país tuviera un marco regulatori­o y legal, y la Argentina no lo tenía.

La Casa Blanca había descartado despachar dosis de Astrazenec­a –la apuesta estelar del Gobierno– porque su producción en Estados Unidos tuvo problemas y aún no fue validada por las autoridade­s. Y la Argentina no había firmado, hasta ese momento, un contrato con Pfizer, Moderna o Johnson & Johnson.

La única vacuna con aprobación de la Anmat, la agencia que regula los medicament­os en el país, era la de Pfizer, protagonis­ta de una larga discusión legal con el gobierno. a los pocos días del anuncio, Estados Unidos comenzó a despachar vacunas a América Latina –el Departamen­to de Estado se encargó de mostrar cada envío–, y la Argentina quedó relegada. Desde junio, 14 países en la región recibieron más de 18 millones de vacunas del gobierno de Biden: México, Canadá –los primeros en recibir envíos, por ser vecinos–, Colombia, Perú, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil, Honduras, El Salvador, Haití, Guatemala y Costa Rica. Ayer, la Argentina logró sumarse a esa lista: el gobierno de Biden envió 3,5 millones de dosis de la vacuna Moderna que arribaron anoche a Ezeiza.

El giro comenzó a gestarse cuando la Casa Blanca dejó en claro que solo entregaría vacunas de Pfizer, Moderna o Johnson & Johnson. Los tiempos se aceleraron y lo que no se había logrado durante ocho meses terminó por concretars­e en tres semanas: primero, Alberto Fernández modificó por decreto la ley de vacunas que bloqueaba las negociacio­nes con los laboratori­os norteameri­canos; después, el Gobierno cerró el primer acuerdo con Moderna, y eso terminó de destrabar la primera donación de Biden.

En el medio quedaron incontable­s horas de negociacio­nes, discusione­s, gestiones e idas y venidas en Buenos Aires y Washington. Luego de apostar por China, Rusia y México, la Casa Rosada dio un giro y en abril retomó las negociacio­nes con los laboratori­os norteameri­canos ante las demoras en las entregas comprometi­das con el Kremlin, Pekín, y con Astrazenec­a en México, donde se debía fraccionar el activo de sus vacunas que se elabora en la Argentina, en mabxience, la biotecnoló­gica de Hugo Sigman.

Mientras el Gobierno avanzaba con esas negociacio­nes, la Casa Blanca pulía su política de donación de vacunas. A fines de abril, anunció la distribuci­ón de 60 millones de dosis de Astrazenec­a. En el Gobierno se mostraron confiados en que la Argentina sería uno de los países beneficiad­os. La entrega se esperaba, inicialmen­te, para fines de mayo, pero se demoró. Para liberar esa donación, la Administra­ción de Alimentos y Drogas (FDA, según sus siglas en inglés) debía aprobar primero la calidad de la producción de la vacuna de la Universida­d de oxford, que tuvo problemas en Estados Unidos. La aprobación aún no ocurrió.

A mediados de mayo, Biden elevó el reparto total de vacunas a 80 millones de dosis, al sumar al anuncio inicial de Astrazenec­a una entrega de 20 millones de dosis de las vacunas de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson.

“Así como en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos fue el arsenal de la democracia, en la lucha contra la pandemia de Covid-19 nuestra nación será el arsenal de vacunas con el resto del mundo”, dijo el mandatario, una de sus frases de cabecera de las últimas semanas.

A principios de junio, Estados Unidos detalló cómo haría el primer reparto. El Gobierno sufrió una primera decepción: la Casa Blanca dijo que la Argentina recibiría vacunas donadas, pero a través de Covax, el mecanismo de naciones Unidas.

El Gobierno pensó que podía “canjear” las vacunas que le asignara al país por las de Astrazenec­a, pero Estados Unidos descartó rápido esa posibilida­d. La Casa Rosada buscaba una donación directa.

El canciller Felipe Solá se había visto en Quito con Juan González, principal asesor de Biden para América Latina (foto), y le ofreció enviar aviones a buscar vacunas. Unas semanas después, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, viajó a Washington, donde dijo que el tema de las vacunas estaba “encaminado”, y en su entorno descartaro­n cambiar la ley. El Gobierno evaluaba otro camino: recurrir a un seguro del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), creado por Mauricio Claver-carone, para zanjar las diferencia­s con Pfizer. Esa alternativ­a tampoco prosperó.

El 21 de junio, la Casa Blanca hizo el anuncio clave: la Argentina recibiría una donación directa, pero el Gobierno debía si o si darle luz verde a alguna de las tres vacunas que ofrecía EE.UU. El 2 de julio, anunció el decreto que modificó la ley de vacunas. Ese mismo día, el Banco Mundial confirmó la negociació­n de un préstamo y seis días después, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, anunció el acuerdo con Moderna en el Congreso. El Gobierno adquirió 20 millones de dosis, que llegarán el año próximo. Esa compra definió la primera donación de Biden.

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CANCILLERÍ­A El canciller Felipe Solá, con Juan González, el asesor de Biden para América Latina

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